Paul Greengrass, vuelve a la carga con una película de estilo documental sobre un hecho real como lo hizo en Bloody Sunday. Ambas muy duras, muy reales. Cando digo muy duras es que son de gran carga emocional. En esta me defraudo que no se implicará más políticamente. Se centra mucho más en retratar los sentimientos de los pasajeros de un avión a punto de estrellarse. Su último adiós a la vida, que aunque no deja de ser un muy buen homenaje, a mí parecer se deja muchas cosas en el tintero para no recibir malas criticas del sector conservador de EEUU.

Con todo esto, pueden caer lagrimas, que el corazón se acelere y que temas un final que no quieras que ocurra y que definitivamente ocurre. (Aunque si no ocurriera estaríamos cambiando el cuento y eso es algo que solo nuestro "amigo" Walt Disney se atreve a hacer)