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Polonia Polonia · Galitzia
Críticas de Valkiria
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Críticas 240
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de octubre de 2008
107 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mí estas películas en las que el tonto del pueblo se convierte de carambola en el super héroe al estilo americano me dejan perpleja.

La conspiración es demasiado forzada como para hacerla creíble y Sir Lawrence Olivier nunca fue tan estúpido como para meterse en la boca del lobo: venga, ¿a qué viene eso de pasearse por el barrio judío preguntándole a los mercaderes de diamantes por la tasación de sus piedras preciosas? ¿Acaso no es más que probable que al menos uno o dos de entre todos esos ex prisionero de Auschwitz reconozca al Angel Blanco?

Pero bueno ¿es creíble que un nazi perseguido por todo el Mossad se pasée por Manhattan con sólo cambiar de peinado?

Para ser profesionales del espionaje y del lavado de dinero nazi se comportan todos irreflexivamente, por impulsos. Aquí nadie mide sus pasos.

Hay además muchas intrahistorias que no se resuelven. ¿Qué sucedió en realidad con el padre de Hoffman? ¿Y con su tesis? ¿Y Devane? Con la impunidad de un personaje que nada entre dos aguas, dejando fuera de juego a su contrincante y teniéndolo todo a su favor ¿es que se vuelve imbécil en el último cuarto de hora?

¿Qué ocurrió en París? ¿Cómo es que Scheider, tan listo, no desconfía de quien tiene que desconfiar? ¿Se puede ir por Central Park cazando nazis, a tiros por las calles, corriendo semi desnudo sin llamar la atención de nadie? ¿O haciendo carreras de coches a plena luz del día, reventando camiones de gasóleo? Aquí todo raya los extremos y la ciencia ficción.

Pero en fin, es entretenida y Hoffman hace un gran papel sobre todo después de pasar por el dentista. Lawrence Olivier está infinitamente desaprovechado.

Muchísimo mejor, opino, la película sobre caza-nazis dos años posterior, que interpreta el propio Olivier (Lieebermaann) junto a Gregory Peck (Joseph Mengele): "Los niños del Brasil".

Marathon Man se queda en una mera sesión de entrenamiento, como Hoffman, sin oxígeno, mientras corre.
Valkiria
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9
6 de junio de 2010
82 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
… y dejó a solas a Mastroniani y a Loren.

El encontronazo entre ambos es un momento culminante en el sinsentido de sus vidas. Apenas unas horas, mientras nos radian la retórica del discurso fascista en las calles de Roma, la pareja escapa a la cerrazón del régimen, a la opresión que se respira fuera de ese edificio que les sirve de refugio. El inmueble que se hace cómplice de sus confesiones, frustraciones existenciales, abusos maritales, orientaciones sexuales.

La película, magistralmente interpretada por estos dos grandes, con una Loren abatida y en bata, de zapatillas rotas, cabello descuidado y un Marcelo impecable pero deprimido, guasón pero destronado de su propia vida, es una apuesta por internarse en la psicología de una mujer que acepta lo que le ha venido dado, sin posibilidad de renuncia o siquiera escarceo hasta el momento en que conoce al vecino homosexual amante de las novelas de Alexandre Dumas. Él, encuentra en esa mujer madre de seis hijos, esclava marital, ignorante, rendida a los encantos de Mussolini a su confidente. A la única persona en el mundo que será capaz de comprender cuáles son sus ansias, cuál su indolencia, dejadez, apatía.

El único momento en sus vidas en que se han recuperado el uno al otro, en que han vuelto a ser ellos mismos, en que han sido libres. En el que dos completos desconocidos empatizan al grado de salvarse el uno al otro.

Hitler y Mussolini en las calles, arrastrando a la muchedumbre, han dejado por una jornada particular, que dos personas recuperen y vivan las únicas horas de libertad de sus anodinas vidas.

Sin duda lo mejor de esta magistral película es el logro de esa atmósfera asfixiante que se cuela de la calle al inmueble y a través de las ondas y los megáfonos que radian el desfile de cuando Adolf, encontró a Benito. Además de las sublimes interpretaciones, en especial de Sofía. El momento sublime, el baile bajo las sábanas rotas en la terraza. El momento culminante, esa tortilla compartida.

Qué poco hace falta para convertir una película en una obra maestra que rinde homenaje a algo tan grande como escaso: la libertad.

Haciendo alusión a la crítica de Pas, que os gustará; amigo: yo no me avergonzaría de ser italiana. Al contrario, me enorgullecería de que Ettore Escola haya impartido una clase magistral sobre la idisincrasia de su propio pueblo. Qué buena es la autocrítica y qué poco la valoramos en este país en el que no nos aguantamos los unos a los otros.

Cuando llegue el día en que una película denuncie lo que Franco hizo en su Patria, sin demagogias, sin rojos y fascistas a la gresca, sin escatológicos momentos como los de Berlanga en “La Vaquilla” (único cineasta digno de obrar el milagro, por cierto) quizás en ese momento, puede ser, llegue sentir algo de eso que Escola consiguió para Italia, con esta obra maestra y para su redención: orgullo.

Muy recomendable, primero para Berlusconi; luego, para todos vosotros.
Valkiria
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1
7 de agosto de 2008
100 de 131 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puede llegar más allá la frivolidad de esta cinta y sus cuatro personajes, por no mentar los miles de tópicos que alimenta la película.
Por partes. Son mujeres de 40 años y de 50 (Samantha) y se la pasan hablando de gilipolleces a lo largo de tooooooooda la película.
¿Juegan a ser eternas quinceañeras? ¿Cuándo trabajan? Es decir, se supone que todas son profesionales (escritora, marchante de arte, abogada, productora) pero ¿cuándo se las ve trabajar? y es más! llevando el ritmo de vida que llevan, ¿CÓMO ES QUE NUNCA APARECEN TRABAJANDO?
Por Dios! Ya sé que parece que tengo una especial obsesión por el trabajo o porque la gente trabaje pero ¿acaso es creíble que alguien pueda dedicar el día entero a irse de compras, a comer en restaurantes caros, a dar paseos por Central Park, a volar de Los Angeles a Nueva York, a irse de vacaciones a México...? esa es la rutina de estas cuatro?
En fin es absurdo querer buscar una explicación seria a un cuento de hadas. ¡Pero es que los zapatos de la Cenicienta cuestan 520 dólares!
Mejor la hubieran dejado en serie, tal y como estaba, mucho más amena y divertida.
La película ha echado a perder lo que tenía la serie de entretenida. Además, se les acabó lp bueno, porque como en esta vida, y hasta para estas cuatro emancipadas de Manhattan el destino de toda mujer es CASARSE, quéeeeeee???????????????
En fin, parece una película de Disney, ¿no? Si es que NO puede ser más previsible.
No esperaba un dramón ni nada parecido pero desde luego si me hacen una peli de dibujos animados me quedo igual. O incluso la denunciaría por políticamente incorrecta introduciendo roles y estereotipos en las mentes moldeables de las adolescentes. Un poco de seriedad...
Y otra cosa que me ha llamado la atención, ajajaja. La producción de Sexo en N.Y. desde luego es grandiosa... ¿habrán tenido que poner un sólo dólar para pagar la cinta? El vestido de no se quien, el Dior, el Choppard, el Prada de la otra, el (creo que era un BMW) de Samantha, una que va por la calle con el Vogue en la mano, el Louis Vuitton o cómo se escriba, los Manolos de 520 dólares, ese desfile de modelos!!! Pero de qué van? Y, ¿porqué todos los gays están tan estereotipados? La marca de género es brutal, NO ES UNA PELÍCULA RECOMENDABLE PARA MUJERES!
Valkiria
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9
9 de noviembre de 2008
77 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero. Me ha encantado comprobar que esta película es querida y valorada por los usuarios de FA. Me temía justamente lo contrario habida cuenta de que aquí hay más de un tronado, de un negacionista y de que de otros me esperaba un uno, un dos...

La ví de niña, como todos. La he vuelto a ver hace poco. Pero esta segunda vez no han sido dos horas, sino 6. La estuve visionando, revisionando y requetevisionando hasta que sospecho, la vecindad, comenzó a alertarse.

Me he fijado más que nunca en Totó. Se lo pasó pipa durante el rodaje. No deja de mover el rabo (es un perro) en ninguna escena; en otras está asustadísimo porque Dorita que si lo abraza, que si lo echa al suelo, que si la bruja se lo mete en un cesto, que si el hombre de hojalata se le pone a bailar y casi lo tritura de un pisotón...

En fin. ¿Qué voy a decir de El Mago de Oz? Que se rodó en 1939, cuando Estados Unidos entró en guerra y que qué mejor película que esta para hacer olvidar a los niños que sus padres iban desapareciendo de casa y que ante los tiempos difíciles que se avecinaban quedaba el recurso de echarse a cantar el Somewhere over the rainbow... Soñar con un lugar distinto, escapando de la realidad en sepia e irse a vivir una aventura colorida sobre el arcoiris a la mágica Tierra de Oz: con un león sin valor, un hombre de hojalata sin corazón y un espantapájaros sin cerebro...

Y esa Dorita... con sus brincos cuando le cantan los peques: "Sigue el camino de baldosas amarillas... Has de ir a ver al Mago de Oz porque hace cosas maravillosas". ¿Por qué querrá regresar a Kansas?, me pregunto siempre.

Y lo mejor: ¡¡¡Totó!!!
Ojalá hubiese podido cantar él también esa maravillosa banda sonora!

El Mago de Oz ha batido records pero entre todos, el más difícil e inclemente: el del tiempo. Esta película la han disfrutado generaciones de niños (y adultos) durante ya casi 70 años.

Dicen que es la película más querida por el público. Desde luego para mí, Totó, es el perro más querido del cine y más aún, cuando un hada, llegada del norte, confunde al cachorrillo con el hada buena del sur.

Preciosa!!!
Valkiria
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10
9 de julio de 2009
74 de 83 usuarios han encontrado esta crítica útil
La que promete ser otra de las desternillantes comedias de Wilder: (“Buenas noches señor Baxter, ¡Qué tiempo tan malo! La culpa es de esas porquerías que hacen en Cabo Cañaveral”), nos sorprende con la tristona salida a escena de un abatido agente de seguros, Lemmon, constipado, chantajeado y a ratos sin techo en las frías noches newyorkinas y una desolada ascensorista, Shirley MacLaine, con preciosos guantes que apenas sonríe dos o tres veces en toda la historia:

- a Lemmon jugando a las cartas,
- a la vieja vida que despide con el Año Nuevo mientras suena el “Auld Lang Syne”
- y a la nueva que recibe y hacia la que corre con pasión, en una de las escenas más bellas del cine que servidora recuerde.

El Apartamento... dos personajes atrapados en la monotonía, que se cruzan cada anodina mañana en un amargo, irónico e incisivo drama que apenas provocará alguna carcajada; si acaso sonrisas decaídas. La hilaridad la ofrece el médico vecino de Lemmon y el propio Lemmon, canturreando y escurriendo los espagueti con albóndigas valiéndose de la malla de una raqueta de ténis. Genialidades de Wilder.

La ambientación de la historia, en ese apartamento confortable pero apagado, acompaña melancólicamente la vida de este par de infelices. La melodía del saxo taciturno, abundará todavía más en sus penas (y en las del espectador).

Pero las cartas no están todavía echadas, ni por la cuadrilla de indeseables jefazos de la compañía de seguros donde putean a Lemmon, ni por el desalmado empresario-amante de Shirley, que embauca a una chica dolida que se dice a sí misma: “llevo el espejo de mano roto porque así es como me veo”. A lo que Lemmon responde: "aunque viva entre ocho millones de personas estoy sólo; únicamente te encontré cuando vi tus huellas marcadas sobre la arena".

Lemmon y Shirley, se guardan cada uno su as en la manga. Y al final, este triste par de perdedores, cortan y reparten la baraja ganando la partida.

Enternecedor Lemmon, dulcísima Shirley, disparatado Wilder. Maravillosa película.
Valkiria
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