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Críticas de kubrick_is_alive
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Críticas 131
Críticas ordenadas por utilidad
6
24 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Monte Everest, el último gran desafío para todo montañero. La última frontera. Un territorio bello por sus paisajes, pero cuya coronación entraña innumerables peligros. A más de 8.000 m. de altitud, la presión atmosférica y la falta de oxígeno llevan a sufrir efectos secundarios como el edema cerebral o la desorientación. Eso si no hace acto de presencia el cansancio antes que cualquier otro síntoma. El cuerpo va muriendo con cada metro de ascensión. Y aún así, cada año no son pocos los que lo intentan, ya sea por superar retos, por cumplir promesas o por dejar su bandera clavada para la posteridad en su cima.

“Everest” habla de eso, de las duras condiciones que deben sufrir los que se enfrentan a tal hazaña, y su preparación previa. Es como una guía de viajes para el aventurero, como un dossier fidedigno de lo que supone tan importante travesía. Pero también es una historia real, la de un grupo de alpinistas liderados por Rob Hall y Scott Fisher, que encontraron en 1996 la peor cara que ofrece la montaña.

En la que podríamos catalogar fácilmente como su mejor cinta en suelo estadounidense hasta la fecha, Baltasar Kormákur se apega a los hechos y a la realidad como un clavo ardiendo, y de ahí no se suelta durante las abultadas dos horas que dura “Everest”. Su apego hacia la realidad histórica y la fidelidad hacia lo que supone escalar el techo del mundo son tales que se olvida completamente de la parte más dramática de la trama. A pesar del carisma de sus personajes, de la naturalidad de las interpretaciones de su generoso reparto –destacan Jason Clarke, Josh Brolin y John Hawkes por encima del resto, y los demás, aunque solventes, están por estar-, la excelente banda sonora de Dario Marianelli y la cruda belleza de unos fotogramas perfectamente fotografiados por Salvatore Totino, la película acaba siendo tan fría como las bajas temperaturas a las que se enfrentan sus protagonistas.

Y si se me permite otro símil facilón, su epopeya comienza a hacerse cuesta arriba conforme avanza el metraje. Porque una vez llegamos a la parte con más acción no sólo cuesta conectar con los vanos intentos de melodramatismo por parte de las lágrimas secundarias de Keira Knightley, Emily Watson o Robin Wright –funciona mejor la escena en la que los protagonistas exponen sus razones para el viaje que las lágrimas forzadas-, sino que a esa falta de emoción se le une una ausencia absoluta de tensión en sus escenas de riesgo, que hacen que la cinta se vuelva algo larga y pesada.

Pero con todo, lo que queda es una buena aventura para disfrutar en pantalla grande, en la que falta más alma y sobra cerebro y más de un actor famoso, estando algunos de ellos desaprovechados. Una gélida aventura que demuestra el coraje y aplomo de todos aquellos que se atreven a viajar más allá de la Barrera de la Muerte. Un lugar donde sólo están la montaña y el hombre, y es ella la que decide quién se queda y quién vuelve a casa.

A favor: funciona bien como dossier sobre cómo es el Everest; la música, la fotografía y su reparto, destacando a Josh Brolin, John Hawkes y Jason Clarke
En contra: le faltan emoción y tensión, y le sobra cerebro
kubrick_is_alive
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7
3 de septiembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde la comedia negra familiar que planteaba en su ópera prima hasta el cine marginal de los colegas de extrarradio de "Barrio", pasando por los excluidos laborales con más dinero en su bolsillo para cañas que para subsistir de "Los lunes al sol", Fernando León de Aranoa ha dibujado un cine social muy particular, amable en su superficie, casi edulcorado por un sentido del humor que hila muy fino, pero cargado de denuncia y un trasfondo amargo que refleja de manera honesta y brutal nuestro día a día.

Parecía que se le habían acabado los recursos -así lo demostraba la menor, que no deleznable, "Princesas"- en este tipo de propuestas, y que estaba condenado a repetir una y otra vez los mismos tópicos sociales, las mismas frases hechas y los mismos mecanismos que hasta ahora habían dado forma a su discurso. Tanto que había tenido que irse hasta las antípodas de lo que había venido siendo su cine para regalarnos una de sus obras más personales, “Amador”.

“Un día perfecto” viene a desmontar ese presentimiento. Es la vuelta del cineasta a la denuncia, pero en este caso más ambiciosa, cambiando nuestro país por los Balcanes de mediados de los 90. Una región reflejada a modo de metáfora por ese cuerpo arrojado al pozo con una buena dosis de mala leche, para evitar que los lugareños puedan beber de sus aguas. Sólo un grupo de cooperantes parece interesarse por sacarlo antes de que el agua se pudra. Pero para ello necesitarán buscar algo tan mundano como una soga, una cuerda que aguante el peso del cadáver.

Pero que no engañe el leit motiv del que parte la película. La soga no es más que una maniobra de distracción, una anécdota a modo de McGuffin de la que se vale Aranoa para hablar del irritante sarcasmo que encierra en sí la burocracia, de lo fácil que ven la contienda los que no tienen que sobrevivir a ella diariamente, de las diferencias, algunas de ellas humorísticas, entre compatriotas, y en general de todo aquel que se beneficia de una guerra, y de los que la tienen que sufrir como objetivos, especialmente los niños. Y cuenta su cruda historia, como ya hiciera antaño, desde la más absoluta cotidianidad, con un sentido del humor de lo más natural y una galería de personajes carismáticos y con los que el espectador puede simpatizar fácilmente, encarnados por un reparto de lujo –todos magníficos, sin excepción- y arropados por la madurez de un autor que maneja cada vez mejor la cámara.

Puede que su conjunción entre comedia, drama y denuncia no siempre sea perfecta, que tenga vaivenes de ritmo y que se abuse de la música –la escena en la casa del niño a ritmo del “Sweet Dreams” de Marilyn Manson, por ejemplo-, pero el film se deja ver con una sonrisa en el rostro y con comodidad, e incluso es importante en estos tiempos que corren. Para que no miremos hacia otro lado. Porque aunque hayan pasado veinte años del fin del conflicto, las cosas no han cambiado, y hasta los objetos más insignificantes pueden marcar una gran diferencia para coronar un día perfecto en medio de la miseria. Aunque sean una simple cuerda y una pelota.

A favor: el reparto, la dirección, su retrato de la realidad desde la cotidianidad

En contra: el abuso de la música y algún bajón de ritmo
kubrick_is_alive
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7
2 de mayo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La secuela de la familia de superhéroes marvelita empieza repitiendo un recurso ya utilizado en su predecesora, un plano secuencia digital que venía a ser ya entonces el mayor atisbo de genialidad y de autoría del que gozara aquella película. Es curioso que, habiendo pasado tres años, y con el status que se supone debe tener alguien como Joss Whedon dentro de la franquicia, vuelva a ser un plano secuencia digital –quizá demasiado digital- el máximo exponente de la libertad creativa de su director.

Porque “Vengadores: La era de Ultrón”, forma parte de un plan mayor, el que engancha “Capitán América: El soldado de invierno” con lo que está por venir. Los hermanos Russo ya sentaron cátedra. Poco después lo hizo James Gunn. Ambos reformularon, sin dejar de atender a las exigencias del estudio, el cine de superhéroes como thriller de acción y space opera, llevando la fórmula familiar de Whedon a la extinción. Y al realizador no le ha quedado más remedio que evolucionar y madurar. Sí, por ahí sigue asomando ese humor tontorrón e infantil marca de la casa, ése que a veces se vuelve excesivo, y ese concepto del blockbuster como pura pirotecnia audiovisual que hace que el conjunto se pase en un suspiro, pero lo que queda es una secuela funcional, que consigue el propósito de entretener a costa de engullir las ansias creativas de cualquier cineasta, y a la que le falta ese algo que hacía única a la primera: el factor sorpresa de ver a todos estos superhéroes unidos.

Es el modelo franquicia de Marvel el que convierte a Whedon en una especie de Ultrón cinematográfico, en una marioneta sin hilos que cree ser libre pero que está intrínsecamente dominada por un ente superior. Sin embargo, en este modelo no todo es negativo. Porque esta nueva entrega mejora muchos aspectos con respecto a su predecesora. Es más adulta, más oscura, y mejora la mayoría de los aspectos técnicos de la anterior. Su guión ya no es tan simple, incluso diría que se complica demasiado, con un giro argumental cada veinte minutos. Trata de meter muchas cosas en un abultado pero comprimido metraje, pero todo lo que inserta de cara al futuro de la franquicia –Visión, la Bruja Escarlata y Mercurio- está bien insertado y no está mal aprovechado. Y hasta se permite desarrollar los personajes de Jeremy Renner y Scarlett Johansson para que por fin tengan algo de la carga dramática de la que carecían en anteriores entregas. Con esto ya compensan tener al soso Aaron Taylor-Johnson, cuyo Mercurio se ve destronado por el de Bryan Singer sin remedio.

Por todas estas mejoras e inconvenientes, esta historia de héroes elevados a la categoría de dioses sepultados por su propia oscuridad interior es a la vez mejor y peor que la primera, y volverá a irritar a los más puristas cuando vean en qué quedan algunas tramas y personajes, pero ya eso es inevitable por su condición de adaptación. Para todos los demás quedará un gran entretenimiento, de esos que la factoría Disney/Marvel sabe fabricar. Como hechos por un moderno Pinocho, que en este caso tiene apariencia humana y corazón de metal.

A favor: que mejora técnica y argumentalmente a su predecesora, y su concepción del cine entretenimiento
En contra: su falta de personalidad y la poca capacidad de sorpresa
kubrick_is_alive
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8
27 de abril de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la Nouvelle Horreur Vague francesa, quizá sea el belga Fabrice du Welz el cineasta más sugerente y visceral de todos los que pueblan esa corriente moderna del terror galo, con cuyos filmes su cine se hermana en esencia más allá de la mera coproducción a las que están sometidos sus trabajos. Su visceralidad se inclina, eso sí, más hacia el lado del terror psicológico cargado de simbolismo y libres interpretaciones que hacia el del género entendido como ese festín de hemoglobina al que son adictos compañeros como Alexandre Aja o Xavier Gens.

Con “Alleluia”, du Welz vuelve a las Ardenas, a ese espacio rural en el que Laurent Lucas sufriera su propio martirio en aquella joya titulada “Calvaire”, y ofrece su segunda parte de una trilogía que comenzó hace ya diez años. Y, además, con ella el director consigue su mejor obra desde entonces, después de un periodo ofreciendo unas pocas películas menores y olvidables.

Vuelve el du Welz más enfermizo, el que acerca las pulsiones humanas a límites grotescos, ofreciendo en este caso una nueva versión –muy libre, eso sí- de “Los asesinatos de la luna de miel”. Compone mediante la historia de estos dos amantes condenados por sus bajas pasiones e instintos malsanos a vivir juntos para siempre, caiga quien caiga por el camino, una radiografía del amor llevado al límite de la locura. Dos personajes que encuentran una media naranja plasmada mediante planos y contraplanos en los que cada uno queda tapado por la figura del otro, soberbiamente interpretados por el propio Lucas, actor fetiche de du Welz, y una Lola Dueñas que absorbe la pantalla con su neurótica y obsesiva interpretación.

“Alleluia” juega a crear repulsión en el espectador mediante su cuidada estética de serie B, que su responsable consigue rodando en 16mm y que acerca al film a ese aroma putrefacto que desprenden obras maestras como “La matanza de Texas” o “Henry, retrato de un asesino”. Y a la vez también le desafía con una escena musical de un humor negro tan desconcertante como aquel baile de los pueblerinos de “Calvaire”. Todo ello con una realización de primerísimo nivel que demuestra la madurez creativa y profesional del belga.

Por supuesto, no es una cinta para todo tipo de públicos. Porque es provocadora, desagradable e inclasificable. Sin embargo, “Alleluia” es mucho más que todo eso, incluso es más que un retrato de dos corazones luchando contra la soledad. Es, como su propio título indica, una expresión de júbilo. El grito de regocijo de un autor libre, que por fin ha ofrecido la joya que llevaba una década gestando. Si tienen que venir más obras alimenticias para que nos regale algo como esto en el futuro, bienvenidas sean.

A favor: Lola Dueñas, y recuperar al mejor du Welz
En contra: es tan malsana que no es para todo tipo de públicos
kubrick_is_alive
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6
7 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo y el desenlace de esta segunda aventura cinematográfica del personaje creado por Stephen Hillenburg vienen a funcionar como nexo de unión de lo que fuera el comienzo de la serie animada de Nickelodeon. “Bob Esponja: Un héroe fuera del agua” se convierte en algo así como un episodio piloto de larga duración de la serie original, un regreso a los orígenes de la carismática y tontorrona esponja amarilla ataviada con pantalones cuadrados.

No es la única vuelta de tuerca que atesora esta propuesta para toda la familia. Porque un personaje como Bob Esponja necesita no acomodarse en su asiento y el éxito fácil, y la película se preocupa por contener momentos de auténtico ingenio. Y el más importante de todos ellos es que cambia constantemente de géneros, estilos narrativos, técnicas de animación e incluso sector de la audiencia en sus ajustados noventa minutos. Coquetea sin vergüenza con la ciencia-ficción de viajes en el tiempo y universos apocalípticos –soberbias las referencias a filmes tan dispares y poco infantiles como “Mad Max”, “El resplandor” o “2001”- y los sueños de golosina, a la vez que pasa en un abrir y cerrar de ojos del cartoon de Tex Avery a la animación 3D mezclada con la imagen real, pasando por el cine de superhéroes y el uso de marionetas.

Pero si bien se muestra subversiva en lo que a narrativa se refiere, ya su guión e historia son otro cantar. La acidez y el surrealismo del que hace gala la serie están presentes aquí en ocasiones puntuales. Es como si el conjunto se hubiese dejado contagiar por esa ingenuidad impostada que desprenden Bob, Patricio y los demás habitantes de Fondo de Biquini, por ese aura infantil que desprende el convenientemente sobreactuado pirata que interpreta Antonio Banderas. En eso está a años luz de la anterior película del personaje, mucho más anárquica en su libreto que la que nos ocupa, que parece más preocupada por satisfacer al público más familiar antes que mantenerse fiel al espíritu de su referente catódico. Posiblemente, la razón esté en el cambio de guionistas y de director, y sobre todo, en la menor implicación del creador en el proyecto.

Y con todo, lo que da “Bob Esponja: Un héroe fuera del agua” es puro entretenimiento sin miramientos, sin tomarse nada en serio a sí misma y sin preocuparse por ser algo más que un pasatiempo lúdico. Eso sí, desde aquí es conveniente lanzar un mensaje de advertencia: no se dejen llevar por su tráiler y su póster, y en general por ese salto al 3D que ha centrado toda su campaña de promoción. Porque empieza tarde y dura poco, y puede decepcionar a todo aquel que acuda a buscar precisamente lo que le han vendido. Pero sobre todo porque no es sino otra vuelta de tuerca más, y no la más importante.

A favor: sus constantes vueltas de tuerca narrativas, argumentales y estilísticas
En contra: a su guión le falta más ese surrealismo y acidez que definen al personaje
kubrick_is_alive
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