O eso dice la canción, pero visto lo visto en la serie, yo no lo tengo tan claro. Va a ser porque, siguiendo el ejemplo de HBO de que la audiencia mejora cuanta más sangre, suciedad, miserias y escenas de violencia y sexo brutales puedas meter en 45 minutos, calculo que mi esperanza de vida en un entorno de estos sería de unos dos minutos cincuenta segundos. Lo que tardara en abrir la boca, vamos.

Empezaré diciendo que me ha gustado, y bastante más de lo que esperaba en un principio. Se trata de una precuela (inventada, claro) de La Isla del Tesoro, uno de mis libros favoritos de la niñez. Es por eso que cuando empiezan a salir nombres conocidos se siente una como un friki en una película de Whedon. A mí, la verdad, me gusta casi todo el tema de piratas, desde el Capitán Blood hasta Piratas del Caribe (la 1, he decidido que las otras no existen, al igual que me pasó con los Inmortales), pasando por Sandokan y Monkey Island, así que no soy un público muy objetivo que digamos, pero a mi parecer la historia está bien contada, los personajes bien desarrollados y la puesta en escena muy bien hecha. La crudeza me recuerda un poco a la saga Los Pasajeros del Viento, de Bourgeon, que imagino que es bastante más realista -y poco saludable- que el Caribe de Stevenson.

La acción arranca cuando el barco de un jovencísimo John Silver es atacado por el barco pirata del capitán Flynn y este, mostrando más cabeza que valor, se encierra con el cocinero, lo liquida y ocupa su lugar, no porque tenga el secreto de la tortilla de patatas perfecta, sino porque los cobardes tienen boleto para conocer íntimamente a los escualos en este tipo de películas. En realidad, Flynn lleva varias operaciones ruinosas al coleto, porque más que doblones para que la siempre levantisca -ríase usted de los sindicatos- tripulación pirata se pueda pulir en alcohol barato y señoras de afecto negociable, va buscando la hoja de ruta del Urca de Lima, un galeón español cargadito de oro que navega felizmente por esas aguas confiando en pasar desapercibido. Por azares del destino -y porque es un cara y un mangante- el papel en cuestión se lo ha agenciado Silver, que planea venderlo en cuanto se entere de lo que tiene entre manos. En mitad de todo esto, el barco arriba a la isla de Nueva Providencia, donde los piratas hacen negocios sin que la corona se meta demasiado. En este punto aparece el resto del reparto, incluyendo a piratas rivales, contrabandistas, prostitutas, políticos corruptos y fauna variada. Como curiosidad, han sumado a dos piratas reales que dan cierto juego: Anne Bonny y Jack Rackham.

La serie gira en torno a la obsesión de Flynn y como arrastra a todo en el que se mueve en su órbita. Todos los que hemos leído la Isla del Tesoro sabemos como acabó el tema, pero por si acaso no lo adelanto. Muy recomendable como serie de aventuras.

Sucedáneo aburrido, sobreactuado y políticamente correcto de la muy superior Locke, que a saber por qué ha decidido protagonizar Gyllenhaal, porque el guión no hay quien lo levante. Joe, agente de policía caído en desgracia y con un carácter como para aguantarlo está relegado a responder el teléfono cuando recibe una llamada de una mujer presuntamente secuestrada que va en un coche a una ubicación desconocida. A partir de ahí, el hombre hace lo que puede para ayudar ... y para sacar de quicio a todos los compañeros ... y a los espectadores. Poco más que decir sin spoilers, más allá de que hay pocas o ninguna sorpresa. No he visto la original -es un remake- pero ésta se podían haber ahorrado. En fin: actor (usualmente) bueno, película bodrio. Nada a lo que Netflix no nos tenga acostumbrados.

Hay que reconocer que Primer está bien construida. O por lo menos lo reconoce uno 30 minutos después de verla, cuando empieza a encajar lo que ha pasado. O lo que cree que ha pasado. O lo que cree que el director quería hacernos creer que ha pasado ... ufff, me estoy liando otra vez.

Primer, a pesar de partir de un guión bien construido, tiene un par de problemas. El primero es que probablemente es de lo primero que rodó el director, y le cuesta infinito hacer interesante lo que está contando, en particular durante el tiempo de metraje en que todo va lento. Que es la mayor parte, desafortunadamente. El segundo, intrínsecamente ligado con el primero, es que o prestas atención con los cinco sentidos durante la película completa a absolutamente todo, desde los diálogos hasta el estado de los electrodomésticos en la cocina en que los personajes discuten sus cosas, estás completamente abocado a perderte. O eso, o yo soy un poco obtusa, que también pudiera ser. El caso es que lo que más eché de menos en esta película es no tener a mano un cuaderno, tres lápices del dos, un rotulador fluorescente y una calculadora científica con notación binaria, porque, chicos, al terminar tenía más la impresión de haber acabado una partida de ajedrez particularmente agresiva que de haber echado un buen rato viendo una película de ciencia ficción. Y no fue hasta 20 minutos después en que caí en la única frase de diálogo que le da contexto a la movida que se lía al final. Como además soy masoquista la vi en inglés. Para la próxima me pido la versión en castellano subtitulada para bobos y con comentarios del director para todo el que no tiene un master en física cuántica. Y, a pesar, de todo, tiene errores científicos contundentes.

Poco sorprendentemente a estas alturas, los dibujos animados superan bastante la media en series, tanto en guión como en diálogos. Y todo ello en episodios de 20 minutos y arcos completos.

200 años en el futuro, Kipo vive con su padre bajo tierra en una "madriguera", un refugio subterráneo para humanos, ya que animales mutantes y supermutantes se han adueñado la superficie. Sin embargo, por un accidente se ve arrojada fuera de su casa y tendrá que ingeniárselas para volver con la ayuda de unos cuantos amigos que se va encontrando en el camino y un buen montón de optimismo.

Si bien no hay nada particularmente original en la idea de base, el desarrollo del mundo postapocalíptico si que tiene su miga y, además, es muy divertido. Por poner dos ejemplos, los lobos Newton -obsesos de la astronomía ... y de la sangre- o los loquísimos gatos leñadores.

En general, una serie un tanto surrealista y muy desenfadada que introduce valores sin ser machacona y cansina. Para niños y mayores.

Argumento: un chaval con tratamiento debido a cierto trauma infantil decide transformar una novela en una videoaventura para Spectrum en los 80. Tanto la novela como el juego se apoyan en que el lector/jugador decida qué camino tomar cada cierto tiempo. Según sus decisiones, el desenlace acabará siendo uno u otro. Lo malo es que el programador empieza a sospechar que su vida y la mecánica del videojuego se están mezclando.

Puede que a los no aficionados a videojuegos esta película les parezca de lo más original, pero cualquiera que haya jugado a Heavy Rain, Beyond Two Souls o Detroit, Become Human se dará cuenta de inmediato de que es una copia muy pobre de la misma idea, sólo que reduciendo docenas de finales posibles a unos pocos. De hecho, se parece más a los juegos de Telltale Games, en el sentido de que las decisiones que tomas son mínimas y de bajísimo impacto, o a los de Dontnod, en que hagas lo que hagas al final llegas a un punto en que escoges entre dos o tres posibilidades y listo. Al menos los guiones de algunos de esos juegos son bastante más entretenidos y menos previsibles que los de Bandersnatch, que te dejan con la sensación de que has perdido una hora (o más) de tu tiempo. Toda la interactividad del episodio se convierte básicamente en escoger entre tres montajes de director. Al no tratarse de un videojuego, además, el nivel de implicación con la historia y los personajes es mínimo y, la verdad, te acaba importando poco o nada lo que pase con tal de que resuelvan de una vez. Ejemplos de decisiones (sin spoilers) que tomas en el episodio: qué música escucha el protagonista y qué cereales le apetecen. Hay algunas otras con más impacto, claro, pero en cuanto haces lo que no quiere el director, te corta las alas y te devuelve inmediatamente al punto de bifurcación. En mi opinión, una tontada comparado con lo que la industria del videojuego viene haciendo últimamente. Y, por cierto, tanto hincapié en relacionar unos episodios con otros empieza a ser cargante.