Sierra Morena: Tierra de Lobos. Allí habitó Marcos Rodríguez Pantoja, y así nos lo cuenta… Menos lobos, Rodríguez.

Yo no soy nadie para poner en tela de juicio a este señor y su narración, pero… si todavía los animalitos se echasen a cantar de vez en cuando alguna alegre tonada, pero no, se supone que la cosa va en serio.

No falta detalle: musiquita lacrimógena para los momentos duros y las despedidas, un repelente niño que sobreactúa a granel, ternura a borbotones irrisoriamente retratada, cámaras lentas y suuuperlentas para cuando el chiquillo o los animalitos hacen ejercicio, un hurón (o algo así) que sale al rescate del niño luchando contra los elementos como si esto fuesen las pato-aventuras, un primer plano del mismo bicho mirando con gesto desolado las penurias del zagal (muy gracioso esto, fijarse bien), un tierno viejito, un malo con cara de malo, y hasta el padre del portero. Y una cosa que me encanta:
La gente en las pelis no se muere normal. Esperan a decir justo lo que quieren decir y, una vez consumado el discurso y estando seguros de que ha subido el volumen de la música triste, entonces sí. Justo después de soltar la bomba informativa, o lo que sea, cascan. Todo muy natural.

Lo mejor de la peli es que hay pocos diálogos, lo cual, sin duda, se hace aburrido, pero tiene la estimable ventaja de que te ahorra escuchar un montón de sandeces.

La peli tiene su punto. Es como estar viendo El hombre y la Tierra pero sin narrador engolado y con buena fotografía.

El joven realizador australiano Jonathan Auf Der Heide se personó en el Casino Prado de Sitges para presentar su película y nos pidió que tuviésemos paciencia con ella, que tardaba en arrancar..... mal empezamos. Y yo, obediente que soy, la tuve... pero nada... no es que tarde, es que no arranca. A no ser que para él, arrancar sea que se materialice el hecho atroz que cometen los personajes... pero para mí eso no es arrancar, porque tendrás que desarrollarlo y aportar algo... por sí sólo y reiterativamente no te va a solucionar la película, digo yo.

La historia, por lo visto, cuenta un caso real, tratado con el máximo realismo posible, sobre la fuga de prisión de un grupo de reos que, para llegar a su destino, tienen que atravesar un bosque y se entretinen cometiendo la atrocidad a la que hago referencia y no quiero desvelar, ya que es el único punto interesante de la película. Y eso es todo lo que cuenta. Pero lo hace de un modo tedioso y leeeeento, adornado con infinidad de planos detalle que tampoco aportan nada. Por ejemplo, la primera secuencia. En ella, vemos en primerísimo primer plano a un tipo con las manos muy sucias y las uñas llenas de roña, comerse, sin cubiertos, un cuenco de bazofia con auténtico deleite, mojándo pan y todo.... Pues toda la peli es así, desagradable e intrascendente.

Me parece que el chiquitín realizador que pedía paciencia no es otra cosa que un presuntuoso niñato con ínfulas de geniecillo. Ya se le pasará.

Lo único destacable de ésta soberana pesadez es el paisaje, grandioso, sí, y lo complicado que tiene que ser rodar una película entera en ese hábitat... pero ni esto es salvable, porque lo cierto es que la fotografía es bastante fea y no hace justicia a lo retratado. Qué desperdicio.

No recomiendo su visionado, pero no porque a mí no me haya gustado, que lo mismo a otra persona sí, no es eso. Si no la recomiendo es porque no compensa lo TREMENDAMENTE DESAGRADABLE QUE ÉS con lo poco que aporta y todo lo que aburre. Avisados quedáis.

Hipnotizante última peli en el Soho de Edgar Wright, convertido ya en cineasta de postín, de los que buscan sorprender, cautivar y entretener al espectador de la manera más virtuosa y honesta posible. Probablemente, la más hermosa peli de género jamás filmada.

De su argumento nada diré porque no quiero, salvo que se trata de un delicioso cóctel de terror y fantasía cimentado sobre una realidad de lo más sórdida. En este sentido, la peli puede gustar más o menos, depende de cada cual. Pero su apartado visual es una auténtica virguería, palabra esta que si la buscas en el diccionario te devuelve como resultado: “Cosa delicada, exquisita y bien hecha.” Y el que no sepa apreciar esto es un auténtico zopenco.

El lenguaje visual de Wright deslumbra por su precisión narrativa y su elegante puesta en escena, pero donde verdaderamente atonta es en el montaje de ciertas secuencias… que las miras con la boca abierta. Lo que elabora Wright en la sala de edición es pura alquimia, mezclando espacios temporales, realidades y ficciones, y creando quiméricos “ménage à trois” entre la cándida Thomasin McKenzie, la seductora Anya Taylor-Joy y el truhan Matt Smith.

El elenco todo está de los más atinado, la ambientación es un primor, como lo son los momentos musicales y bueno, en fin, que el tío del Cornetto presenta una delicatessen.

Una peli divina de la muerte.

No voy a hablar de la serie, pero me pareció que dado su título, desde aquí podría hacerle un tributo a Antonio, que se lo merece.

Por ser un grandísimo letrista, por ser un gran músico y un tío estupendo.

Hace unos años Antonio no pudo superar el perder a Marga. Esta mañana no ha podido superar un cáncer. Descanse en paz y en nuestro recuerdo. De Madrid al cielo.

Entre la comedia y el drama, yo prefiero la primera. Más que nada, porque para un rato libre que tienes para verte una peli es mejor que no te den disgustos, que para eso ya está el resto del día. Y si alguien me preguntase, así, a bote pronto, cuál es mi cineasta favorito, seguramente me saliese el nombre de Billy Wilder, porque sus comedias son al cine lo que el “Stayin’ Alive” de los Bee Gees a la música: algo genuinamente marchoso, divertido y bien construido. Pero esta peli no. Esta es como una canción de Il divo: un peñazo melancólico y acartonado, cuya dilatada extensión se debe al exceso de relleno.
Y hablando de relleno, si querían una gorda, mejor se hubiesen buscado una, que las hay, en vez de tener a una actriz de talla normal fingiendo sobrepeso. Que no se entiende muy bien esa chorrada a qué viene.
Avanti es una caduca y decepcionante película con un arranque magnífico y prometedor, en la que el maestro Wilder, aprovechando que eran los 70, se apunta a la moda del destape, enseñándonos el culito escurrido de señor mayor que gastaba Jack Lemmon en aquellos días. Yo hubiese preferido ahorrármelo.