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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 1.992
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de agosto de 2022
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un filme en el cual el neoyorquino Jordan Peele (dirección y guion), amante de la fusión entre humor, onirismo y terror, añade abundantes dosis de desconcierto con una historia difícil de clasificar y de asimilar. En principio puede parecer difícil que atraiga a los espectadores, aunque el estreno de la película en los EE. UU. está siendo exitoso.

Desde ese inicio donde una moneda decide el futuro familiar de un par de huérfanos en las afueras de Hollywood, el filme de Peele parece dilatar una búsqueda y la resolución de un misterio, referida al traumático y televisivo pasado infantil del personaje interpretado por Steven Yeun, el director de un parque temático del Oeste.

Los habitantes de ese solitario rancho, barranco incluido, en un pueblo del interior de California, son partícipes de un descubrimiento insólito y turbador. Lo que sigue acerca al miedo, también al humor, todo ello desde la incertidumbre de la trama y un particular tono delirante.

Siendo Daniel Kaluuya el protagonista que se reúne con su hermana Emerald (Keke Palmer), la cinta nos sumerge en una trama de ovnis con poco parecido a otras que hayamos podido ver (un ovni fascinante del cine contemporáneo). Peele aumenta gradualmente la tensión en forma perfecta e implacable, con los recursos adecuados.

Un caballo en una prueba de obstáculos, montado por un mono, dos animales que tienen un peso específico en una historia que no es narrada linealmente, lo que la hace aún más impredecible.

El resultado es fascinante, aunque a muchos espectadores no guste, con sus puntos extraños e incluso surrealistas, la belleza de las imágenes es muestra de un depurado trabajo del director de fotografía Hoyte Van Hoytema, que finalmente me hace concluir que la obra está cargada de talento, dentro de un ejercicio complejo.

Contenido racial (Peele no se anda con rodeos), donde permanece el amor por la cámara y por el esfuerzo de rodar lo imposible en algo que es arte, entretenimiento, periodismo, o cualquiera de sus combinaciones.

Peele proyecta su idea de un cine que ha perdido la capacidad del asombro, de lo artesanal y del sentido primigenio de la maravilla.
Kikivall
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7
16 de junio de 2022
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cosa es así: Rakel, con 23 años se entera a los seis meses que está encinta. No sabe cómo, cuándo ni con quién tuvo el hijo; esto le supone un conflicto personal. La chica vive fuera de cualquier norma, dibuja cuanto imagina y habla lo que se le antoja de todo el mundo. Además, tiene proyectos diversos. Pero ahora, por lo avanzado del embarazo no puede abortar, y debe continuar con la gestación.

En su vida de cervezas, amores pasajeros, drogas y como dibujante de cómics no había cabida para la maternidad; y ella carece de instinto maternal. Antes de tomar decisiones comienza a dibujar su “Ninjababy”, sobre el feto que lleva dentro. Personaje que no le pondrá fáciles las cosas.

Vienen entonces las aventuras de Rakel por encontrar al padre de la criatura, o por preparar el camino hacia la adopción del bebé, subrayándose las contradicciones morales del personaje.

La situación de la joven con sus parejas es absolutamente demoledora. Por un lado tenemos al amoroso profesor de aikido Mos (Nader Khademi), el único personaje afable y tierno en la historia. O el sorprendente padre del bebé, un irresponsable a quien llaman “Jesús el de las pollas” (Arthur Berning).

Todo ello está tratado con frescura y cierta irreverencia, con naturalidad y una extraña afectividad, donde parece que son los varones los maternales, los que quisieran quedarse con la criatura desde antes de nacer.

Resulta llamativo que, además de ser el lenguaje de Rakel y sus amigas/os procaz, tampoco hay ni pizca de sentimientos genuinos, la palabra amor no existe en el filme, no así la cosa de “follar”; no hay sentimientos positivos y toda la relación íntima se ciñe y limita al sexo, a la cerveza o a consumir drogas.

Música sugerente y envolvente de Kare Vestrheim y excelente la fotografía de Marianne Bakke, así como el juego con las imágenes de animación ("animación emotiva", como la define Flikke).

El reparto es atractivo, con una Kristine Kujath Thorp que se mete dentro del personaje de Rakel, una muchacha ajena a todo compromiso y tan despistada que ni repara en la criatura que lleva en su interior. Destacan también Tora Christine Dietrichson, como su buena amiga Ingrid; Berning, el de “las “pollas” y potencial padre, el machote preñador; me gustó particularmente Nader Khademi, un personaje entrañable, el único afectuoso que sale fuera del frío molde nórdico.

Flikke consigue una obra de corte feminista muy creativa, organizando la puesta en escena tanto en el interior de la mente de la protagonista como fuera, en una mezcla de ideas, dibujos y sketch con humor y cierta impudicia.

Queda reflejada la relación de la joven Rakel con su feto que es dibujado y se filtra en el plano y en la trama con imágenes propias de la ilustración o del cómic, con diálogos psicológicos y existenciales entre la criatura y la madre, el feto (animación) con antifaz que responde con su propio arsenal de comentarios mordaces.

Flikke es una cineasta que gusta cuestionar los límites de género, y rechaza al discurso oficial sobre el instinto maternal. Ella, madre de dos hijos, ha declarado: "El embarazo es la sensación más absurda que jamás haya experimentado".

Película interesante. Desde mi manera de ver, chocante, creo que por venir de una cultura diferente a la latino-mediterránea, o por haber yo tenido una educación donde la maternidad (y el instinto maternal) tiene un valor sustancial.

Publicada en revista de cine Encadenados: http://www.encadenados.org/rdc/sin-perdon/6609-ninjababy-3
Kikivall
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7
25 de julio de 2021
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la historia, Dani ha recibido de su familia el amor por la música y las canciones. Pero ha heredado también el miedo al fracaso, pues eso es lo que en realidad fueron sus padres para él, personas ausentes y malogradas.

Dani (Monner) trabaja de camarero, oficio que aparentemente prefiere antes que malvivir de su sueño cantor, sueño que coincide con el de sus padres. Este año, mientras Dani trabaja en una cafetería en Benidorm, la ciudad se puebla de artistas que cantan en bares, hoteles o salas de fiesta. Por cosas del azar conoce a Sandra (Salas), una muchacha con cuya ayuda va a cambiar su manera de entender el arte y la manera de presentarse ante el público.

Película del actor, director y guionista Secun De La Rosa. Con un excelente libreto del propio De La Rosa, estamos ante una atractiva ópera prima, que tiene méritos y no son pocos. Incluso podría decirse que da más de lo que preludian sus características y consigue hacer creíble el universo que dibuja.

Un emocionante, intenso, interesante y voluntarioso debut bailable que llega a ser especie de refrescante helado para estas tórridas tardes de verano. Y también encierra toda una reflexión sobre la vida y el arte de la interpretación, de cómo hay que vivir y emocionarse ante el público para que los asistentes a una actuación de música y canto puedan también emocionarse y participar junto con el intérprete. Un musical de puro pulso y corazón.

Desde el paraíso turístico de Benidorm, la cinta nos habla del fracaso y también de las segundas oportunidades. Utiliza para ello historias personales de diversos aspirantes a cantantes; el personaje Dani que denigra la música por su pasado familiar; su amiga que imita a Adele; una émula de Amy Winehouse interpretada por una destacable Carolina Yuste; y otros.

Refiriéndose a la parte musical del proyecto, en la que se oyen versiones de Antonio Vega, Alaska, Nena Daconte y una original cortesía del ganador de “La voz” Antonio Orozco.

Película que toca de manera directa la fibra sensible de cualquiera que sea mínimamente sensitivo, que seduce por el oído, como todo musical que se precie. Y Benidorm, que vive del turismo de gente mayor animados por jóvenes que imitan a los grandes intérpretes en salones o lugares donde los guiris comen y beben.

La banda sonora se carga de nostalgia con temas del pasado. Aparte, este discotequero filme tiene valor cinematográfico, un buen manejo de la cámara y la excelente fotografía de Santiago Racaj. Una película que dura lo preciso y acierta mucho en casi todos los aspectos: realización, puesta en escena, diálogos, intérpretes y música. Y tiene algo sustancial, una característica misteriosa: tiene alma.

De la Rosa se ha empleado a fondo y ha sabido escribir una carta de amor y agradecimiento a los sufridos artistas de batalla, esas figuras anónimas de las versiones, cantantes de verbenas y de pueblo que entonan e interpretan como si estuvieran en grandes escenarios.

En el reparto Marina Salas es una actriz joven que hace al equilibrio de la obra en el rol de una cantante de cover que sirve como figura que festeja el oficio desde abajo. Junto a ella Àlex Monner interpreta a un camarero de pasado triste y auténtico pavor a triunfar sobre el escenario. Gran trabajo de Carolina Yuste, imitadora de Amy Winehouse. Y figuras de nivel, seguras y con entidad como Susi Sánchez, Carmen Machi y Juan Diego como emotivo abuelo: un trío de ases.

Si estuviéramos en Hollywood, Bollywood o similar, esta obra alcanzaría la fama y la banda sonora sería exitosa y de nivel. Musicales mucho menos graciosos lo han conseguido.

De modo que homenaje y un soplo de aliento a un sector herido con la pandemia y la crisis turística, una película tierna e inocente, un musical teñido de comedia.

De la Rosa hace que pensemos su futuro con expectación y optimismo.
Kikivall
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6
14 de octubre de 2021
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora y guionista de esta película, Julia Ducournau, utiliza el terror para contar una historia de amor en la que apenas importa el género. Se desarrolla la trama a través de Alexia, una niña atraída por el titanio después de un accidente en coche, tras el cual le tuvieron que implantar intracranealmente una placa de este metal.

En su juventud, Alexia se convierte en una bella y sensual mujer que se contornea sobre los coches y, además, se ha convertido en una asesina en serie, sin que sepamos bien las razones. Tras ser reconocida por la policía, en su huida, se hace pasar por un muchacho desaparecido hace muchos años.

En esta situación se acerca al padre de este joven, un bombero que anhela la llegada de su hijo. El tal padre es un narcisista obsesionado en cultivar su cuerpo. Ambos están interpretados por un espectacular Vincent Lindon y la debutante Aghate Rouselle.

Es difícil escapar a los efectos inmediatos de una obra tan desconcertante y potente como esta, una especie de catarsis que deja al espectador prácticamente KO y desorientado.

Un imborrable recuerdo de imágenes asombrosas y bastante locas; una especie de descarga brutal. “La mantiene en pie su insaciable libido, su mecánica indestructible y la certeza de que nadie tiene nada... salvo coche quizá” (Martínez).

Ducournau construye supuestamente una fábula sobre la carne liberada de ataduras, sobre cierta metamorfosis trans hacia lo inquebrantable. En la sinopsis de la película la propia directora escribe: "Tras una serie de crímenes sin explicación, un padre encuentra a su hijo desaparecido hace 10 años. Titanio: metal altamente resistente al calor y a la corrosión, que ofrece aleaciones muy duras". Y en estas palabras está prácticamente todo apuntado.

Tras las primeras escenas del accidente de la niña y el implante de la placa de titanio, acto seguido, la actriz la Rousselle, con gesto ido baila en un tabuco, mata, practica el sexo literalmente con un coche (aunque no sabremos qué la convirtió en adicta al metal cromado), asesina de nuevo varias veces, huye, se disfraza de varón, se hace pasar por un muchacho y observa que está embarazada; incluso pierde aceite por sus genitales y la panza de madre brilla metálica: asombroso.

Alexia se hace pasar por Adrien Legrand, el niño que 10 años atrás desapareció. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo/la lleva a casa. Un padre que lo (la) quiere por encima de todo. Y en ese tránsito, Alexia descubre finalmente algo equivalente al más tierno afecto.

Todo se desenvuelve en un ambiente de colores ácidos donde el espectador se sumerge en una odisea de la identidad. Sin ser ningún género, los encierra todos a la vez: es terror y cuento fantástico; thriller de enorme tensión; y tragedia de enorme brutalidad.

El filme conjuga en su historia la diversidad sexual, la dislocación de la familia, la hibridación de lo humano con lo metálico-robótico, y la violencia como vía de escape. Todo ello con un compuesto de imágenes transgresoras y demoledoras, que puede herir la sensibilidad de los corazones sensibles.

El resultado es una película entre el sueño y una realidad hostil que todo lo encharca. La desesperación del bombero por dar con su hijo es la misma que la de la protagonista por saber quién es y qué le está ocurriendo.

Alexia paulatinamente se apropia de su género y acaba en otro punto diferente, dejando claro que eso no importa. Lo que importa es que esta psicópata y asesina en serie, termina por convertirse en alguien humano gracias al amor. "En el fondo todo lo que quería hacer con esta película era una historia de amor, eso es lo que significa para mí y en lo que pensaba durante la escritura", ha manifestado Ducournau.

Igualmente, la directora expresó: "Mi intención es que la gente entienda que la cuestión del género es irrelevante. La identidad es totalmente algo que cada uno construye (…) Alexa no se transforma porque quiera; sino por necesidad, para evitar ser perseguida por la policía. Sin embargo, en un punto de la película ella quiere ser esa persona. Eso es lo importante. Porque ahí es cuando el público tiene que aceptar eso, y el amor entre ellos".

Pero no puedo cerrar estas líneas sobre este thriller tenso y brutal sin transcribir las palabras de Carlos Boyero, con las cuales acuerdo muy mucho. Boyero sentencia sobre esta película: “me parece espantosa e indescriptible… No sé las drogas que se tomaría la directora para crear una película de una señora que folla con los coches, se queda embarazada de uno y tiene un bebé de titanio”.
Kikivall
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7
20 de enero de 2020
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando yo era niño había la costumbre por Navidad que TVE proyectara la versión “Mujercitas” de Mervyn LeRoy (1949), una consistente, entretenida y azucarada adaptación de la celebérrima novela de título homónimo, que Louise May Alcott publicó en 1868. Era aquella una buena versión con una excelente perspectiva de la época y un gran elenco actoral (June Allyson, Elizabeth Taylor, Peter Lawford o Janet Leigh: lujo); pero cursi, para mi modo de ver de aquellos años infantiles. Entonces, recordando esta sensiblería y dulzor de antaño he ido a ver esta nueva versión o remake, segundo largometraje dirigido en solitario por Greta Gerwig y entré en la sala con ciertos reparos.

Llamativo es que la cinta comienza con Jo intentando publicar para así cumplir sus sueños de escritora, a pesar de un panorama literario de hombres en una época en la que las mujeres estaban muy limitadas. Gerwig acierta a romper la organización lineal de la novela de Alcott, partiendo el film en dos tiempos. De una parte el pasado, por otro, el presente, en el que la familia se congrega ante la inminencia de la muerte de Beth.

La cosa es que conforme miraba las escenas, las escenas caían sobre mi retina como una experiencia extraordinaria. Es como si su directora me soplara al oído que hay que ir al cine liberado prejuicios, la única manera de abordar una obra de arte con gozo. Cada frase y cada escena del film conforman un discurso sabiamente tejido. Se perciben verdades humanas incluso de las equivocaciones de los personajes, pues es de estas fallas de donde emergen grandes opciones de crecimiento y experiencia para la vida.

Gerwig dejar su peculiar y singular impronta poniendo de manifiesto el gusto por el compromiso y el riesgo que anida en los corazones osados y valerosos, en esas hermanas arrojadas del film. Lo que distingue a esta “Mujercitas” de sus contrapartes son sus dos mitades, cada una separada por siete años de tiempo. El suficiente para aprender y crecer, saltando el relato adelante y atrás, avanzando y retrocediendo en el calendario. Es el arte de confundir la historia de la autora con el relato del film, que viene a ser una reflexión sobre la labor creativa, que es en cierto modo una apología del amor. Como reza la protagonista del film, a la sazón la novelista en el relato: “He tenido muchos problemas, por esto escribo relatos alegres”.

En el reparto Laura Dern (la madre) está superlativa y Saoirse Ronan y Florence Pugh, que gozan de mayor tiempo en pantalla, están en un nivel de excelencia, sin olvidar otros actores y actrices magníficos como Timothée Chamalet (actor que cada vez va a más), Emma Watson, Eliza Scanien, Meryl Streep, James Norton, Louis Garrel, Bob Odenkirk, superiores.

Alexandre Desplat y Yorick Le Saux ponen una excelsa música y una celeste fotografía respectivamente, que arropa la cinta para hacerla aún más bella. Sin olvidar, para una obra alegre, el vestuario de las hermanas, color algodón de azúcar; o los decorados a lo Accidentally Wes Anderson.

Es reparto, es guion y es un conjunto radiante porque radiantes son sus piezas, cada una de ellas. El retrato de Greta Gerwig sobre las cuatro hermanas puede entenderse en clave feminista e incluso y más bien, como un dibujo de la excelencia y las claves de la feminidad. Cada “hermanita” enfrenta las dificultades de entrar en la adultez según sus formas características y su entendimiento, sin responder a estereotipos.

Greta Gerwig arranca y continúa un relato con consideración de clásico, para concluir en un cántico actual sobre las virtudes femeninas. Al espectador lo lleva a un camino de instrucción e inspiración con la misma vida de Louisa May Alcott que, quién sabe, podríamos imaginarla como una antecesora de Greta Gerwig, la mujer actual, esta gran cineasta que con este film revela su entusiasmo y su vocación de mujer sensible y audaz. Así, la Gerwig recurre a su doble en la obra, la actriz Saorsie Ronan, para interpretar a Jo March, el doble de la escritora estadounidense y modelo de fémina rebelde e independiente.
Kikivall
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