La sencillez de la realidad y la imprevisibilidad del momento reinan en esta película, donde lo cotidiano se hace con el espectáculo de lo fuera de lo normal. La empatía con el espectador se ensalza gracias a la credibilidad de los actos de la protagonista, de cómo reacciona hasta cómo siente. A pesar de que el thriller reina en la base, los directores nos enseñan los vicios, virtudes, sueños y miedos de una generación preparada y que la dicotomía puede llegar a distorsionar, cambiar o chocar en su vida. Adèle Haenel, en su frialdad calculada, representa a todas esas personas que, primando la neutralidad, empieza a darse de cuenta que al final el sentimiento es la forma de madurar, de ver que no todo es calculable.

Cada acorde de esta melodía fílmica nos suena a canción de nuestras vidas. Una musicalidad llevada hasta la nostalgia que nos embriaga con su ironía, pulo y extravagancia. Pequeñas perlas musicales engarzadas en una partitura de sueños rotos, vidas necesitadas y esperanzas buscadas. La base rítmica busca la sinrazón del amor, la fuerza de la juventud y la ansia del despertar, pero la realidad hace que cada nota se desdibuje en el desánimo, pero el director le imprime la ironía, humor, fuerza y contraste para que el guion se llene de melodías intensas, con sus actores acompañando a casa tono, a cada timbre no resuelto, hasta componer la canción de sus vidas, que son nuestros recuerdos y esperanzas. Ambientación, maquillaje y fotografía llena de fuerza, garra y sobre todo mucha intensidad, marcando el ritmo a la historia, que llena cada nota con su sostenida base musical. Una oda a las canciones de nuestra vida, que sin buscarlo explican nuestros sentimientos, nuestra humanidad...

Visualmente aterciopelada, intensamente colorista y profundamente exquisita. Historia con varios planos interpretativos, que sorprende por lo distinta, pero por lo intenso de su trama. Un guion punzante, inspirador que busca más allá de la acción, que encuentra en la narración la forma de adentrarse en los distintos planos, buscando la seducción, la fascinación del cuentacuentos de antaño. La magia, con carácter excepcional es un actor secundario, donde al final los valores son los menos mágicos y los más asentados de la historia. Visualmente bellísima, con carácter en el trazado e impactante en el diseño.

Un trabajo correcto de perspectivas y puntos de vista, sin alardes dramáticos y un guion pensado para mantener un ápice de duda. El espectador cae en su propio juego, el de la desconfianza y la sospecha, el de mantenerse espectante sin ver más allá. Eastwood parte de un hecho conocido y pasa del 'handicap' inicial al equilibrio de tensiones. Entra en el juego con la duda razonable y la crítica de la impostura, de la irracionalidad económica, de la cosificación del personaje y un posible atropello más que se llevaría por delante, o casi, la irreflexiva mente del materialismo. Un puzle de personajes que da como resultado el beneficio, desvirtuando a la persona en si. Conjugando las tramas personales, la burocracia rancia y templaria, las luces y sombras juegan con el espectador, hasta que la balanza enfoca al racionalismo, pero con la triste ayuda de lo deshumanizado. Una historia encumbrada por un actor, sobre el que pivota la trama y la acción, interpretado por un Tom Hanks brillante y equilibrado.

No dejar de vivir, no dejarse morir. Este canto a superar los miedos del ser humano, que con el transcurso de los años nacen y se reproducen en nosotros, no alberga las diferentes medidas de la incertidumbre existentes ante un conjunto de mensajes, del cual va a recibirse uno solo, la decadencia del cuerpo, pero tendremos que mantenerlo en paralelo al positivismo. La elección ejemplificante de la palabra, la imagen y la ensoñación vienen a reflejar las artes en el tiempo, que conducen a la inmortalidad en el futuro, pero siempre después del paso de la muerte... El pasado no existe hasta que lo recordamos, pero para ello tenemos que vivir, que no durar... En este guion lleno de alegorías tenemos que ver la desnudez de los personajes, su apertura más íntima en un cuadro de matices impresionantes y minimalistas.