Catherine Zeta-Jones cumplia 40 años cuando se rodó. Creo que la actriz no ha tenido demasiada suerte en su carrera, pues su proyección hubiera sido mayor de haberse gestionado de otra manera.

El actor que encarna al canguro de sus hijos me parece bastante mayor para dedicarse a ello, con 31 años no parecía que hubiera tanta diferencia entre ambos.

La historia es muy convencional, Justin Bartha, permanece muy desdibujado ante la presencia de la Zeta-Jones que invade todo el espacio cuando surge en pantalla. Lo bueno de ver estas películas actualmente, es que puedes avanzar escenas si en algún momento consideras que aportan poco. Y aquí tuve que hacerlo varias veces.

Lo primero que me sorprendió es el montón de secuelas... creo que 5, todas con el mismo título acompañadas de un número que indica como se fueron desarrollando en el tiempo. Y no es que esta primera fuera tan asombrosa como para provocar la avalancha.

Resulta entretenida hasta los últimos diez minutos en que se vuelve convencional. Es una película con inicio un tanto televisivo, del que se aleja para boicotear nuestro interés. Sirve para pasar el rato, aunque me parece totalmente olvidable. Le daré un 5, aún reconociendo sus limitaciones.

Esperaba algo mucho peor, más escatológico, sucio y vacío. No es nada extraordinario, pero me entretuvo... Los personajes están muy estereotipados; algunas bromas son simples a la vez que efectivas.

Me encontré con secuencias donde observaba minuciosamente las caras de los chicos, porque yo creo que no hubiera sido capaz de rodarlas sin reírme. Resultaba sorprendente ver una escena coral, todos en un plano donde ante las salvajadas mantuvieran un rostro neutro.

Comedia aceptable que voy a darle un 5. La frase que da título a mi comentario está sacada de un diálogo.

Sin objetivo... Se ofrece fluctuante, y vaga por la pantalla buscando un destino que jamás encuentra. Momentos que se suceden sin un por qué. He leído en algún lugar que toma caminos que muchos directores no se atreven. Y entiendo a esos directores, porque la frescura de la que hablan yo no la hallé.

No me gustan las comedias americanas, porque la mayoría vagan en su simpleza, pero esta ni siquiera podría calificarse como simple. Entiendo que no tenga ninguna crítica pues es tan olvidable, que solo he escrito la mía como aviso, para evitar la pérdida de algo tan valioso como es el tiempo libre del que disponemos.

A medida que el tiempo pasa, algunos actores van acomodándose a un tipo de interpretación, en la que se sienten seguros, y ejecutan su actuación, siguiendo determinados patrones que saben funcionan, adaptándolos a sus distintas caracterizaciones.

Es el caso de Ryan Gosling. Cuando rodó EL CREYENTE no parecía tener claro del todo, esa línea en la que apoyarse y resolvió un papel complejo, abarrotado de matices. Tenía poco que perder; era el momento de arriesgar, no importaba que le juzgaran aunque fuese con severidad.

El paso del tiempo ofrece a ciertos actores... seguridad, dejando en el trayecto esa frescura que los encumbró al lugar donde esperaban situarse.

EL CREYENTE posee un discurso rotundo, del que no voy a opinar, pues en cualquier caso, todo extremismo conduce a errores y... ¿Por qué no? también planteamientos acertados. Es creíble casi en su totalidad, acerada, dura, a la vez que perversa e iracunda.