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España España · Zaragoza
Críticas de el chulucu
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Críticas 569
Críticas ordenadas por utilidad
8
26 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 5 de media. Sí, debo de ser de otro planeta. Bueno, o tal vez un ángel. Desde luego caído, y muchas veces fracasado. Eso sí, con la capacidad de asombro y de fantasear intacta. También de creer, pero esa es otra historia. La que nos ocupa es la magníficamente contada en "Angels in the Outfield". Una fábula tierna, bella y divertida, dirigida por el notable Clarence Brown. Y, esa es la nota que debería otorgársele a esta película: un notable. Creo yo.

Lo he dicho en muchas ocasiones: la clave para que una historia de corte fantástico sea creíble es la NATURALIDAD. Da igual que hablemos de "¡Qué bello es vivir!" o de "La guerra de las galaxias" (dos obras maestras). Si nos hallamos ante un buen director será capaz de ensamblar realidad y fantasía de manera natural, sutil y discreta; el espectador creerá. Así de simple y así de complejo, claro. Sin duda alguna Clarence Brown lo consigue. Mucho tiene que ver, por supuesto, la formidable actuación del iracundo Paul Douglas y de la adorable Donna Corcoran. No hay en el film ni un atisbo de cursilería, de sentimentalismo gratuito. McGovern gruñe, maldice y sacude cada dos por tres. Bridget no llora, ni se queja, ni gesticula con afectación. Janet Leight, bellísima, está correcta y, de entre los secundarios destaca la siempre efectiva Spring Brighton.

Para finalizar, quisiera volver a resaltar la soberbia interpretación de Donna Corcoran. Ella es el verdadero ángel. Flota, sonríe, dulcifica, convence. Si te mira estás perdido, bueno no, estás ganado. Menos los resabiados. Aquellos que hace tiempo tiraron a la basura los vídeos VHS de Disney.
el chulucu
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8
12 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, mi amigo lector, lo he pasado en grande viendo esta película. Por muchas razones pero, tal vez, la principal sea su magnífica combinación de comedia-western. ¡Ojo!, no me refiero a la comedia-western del tipo "El gran McLintock" o "El club social de Cheyenne". Me refiero al tipo de western con pinceladas de un cierto humor elegante, irónico y redentor. Y aquí es donde destaca esta notable película como en su día lo hicieran "Dos cabalgan juntos" o la maravillosa "El Dorado" (sin atreverme a compararla con estas dos obras maestras). Humor ante la adversidad. Una sonrisa cuanto todo está en contra. Richard L. Bare ha sido capaz de conseguirlo. Por cierto, un gran director al que le debemos películas como "Flaxi Martin" (1949) y "This side of the law" (1950).

"Shoot-Out at Medicine Bend" comienza de manera frenética, con situaciones muy duras, con sed de venganza, con un objetivo definido pero... los tres soldados duros, camino de Medicine Bend, se quedan en pelotas y a merced de la compasión de un grupo de mormones. El objetivo se va al garete; de momento van a conformarse con algo de ropa. Dejan de ser tres rudos oficiales. Se han convertido en tres mormones de paz, buenos modales y vasos de leche. James Garner y un espléndido Gordon Jones se reservan la parte cómica de la historia. Randolph Scott se deshace de su rostro de pedernal y reparte por igual sensatez y guantazos, siempre con un ligero toque humorístico. Dickinson no pinta nada y Dani Crayne representa muy eficazmente el valor y la picardía. Por cierto, western de interiores. No, si ya digo yo que se trata de una película muy pero que muy especial.
el chulucu
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8
11 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. Parece que esta película carezca de importancia. Una más entre tantas y tantas olvidadas; como si no hubiera en ella nada digno de relevancia. Craso error. En "Una hora en su vida" de Alessandro Blasetti cada detalle cuenta. Y hay muchos. El denostado director italiano lanza andanadas a diestro y sinestro. Es una mirada, un llanto, un gesto. No hay personaje sin importancia. La cinta necesita de más de un visionado para captar toda su esencia. Sin duda, ésta se desparrama vaporosa, críptica y trepidante en cada secuencia magistralmente dirigida.

Aldo Fabrizi es un fuera de serie y carga con el peso de la historia. Borda un personaje nervioso, egoísta, impulsivo, dictatorial y serio. Es un tipo serio y amargado que, curiosamente, hace reír al espectador. Sus actos son cómicos por ridículos pero, sus intenciones, deplorables. El discurso que espeta a su mujer casi al final de la cinta es vomitivo. Es en dicha secuencia cuando el espectador casi se arrepiente de todo lo que se había reído anteriormente. Incluso, a veces, Carlo nos daba pena. Ahora ya no. Se ha quitado la careta y nos ha recordado a un animal. El 'cerdo' con el que se adjetiva es un eufemismo de lo que realmente se merece.

Pero es hora de hablar de los detalles, de las pinceladas geniales del artista Blasetti, de su magnético poder para hechizar al espectador. Zarandeados por un ritmo frenético no nos queda otro remedio que el de no bajar la guardia y prestar atención a la información que se trasluce en ciertas miradas (la lasciva de Carlo a su criada, la bondadosa de la tejedora, la afilada de la hija de ésta, las dulces y luminosas de las niñas en sus reclinatorios, la de la vecina guapa desde lo alto de la escalera). No debemos tampoco ignorar que sólo uno de los sueños de Carlo plantea una situación de humildad y de camaradería. El resto ya se sabe: yo, yo y yo. Por último, el mago Blasetti, bajo esa pátina de humor trepidante, nos muestra el DOLOR provocado a causa de un egoísmo brutal. El daño a su esposa es irreparable. Y no la engaña. Tampoco a la hija de la tejedora que, en un duelo de miradas al estilo del más sórdido western, deja claro al orondo comerciante que ella ni perdona ni olvida.
el chulucu
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8
26 de marzo de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué les voy a decir, mis queridos amigos! Maravillosa comedia. Lloyd Bacon y Lucille Ball. Claro, y también participan James Gleason y Frank McHugh; y ese magnífico actor llamado William Holden al que si le dabas un personaje de comediante embaucador, mentiroso y cínico, lo bordaba. Y ese es Dick Richmond. Las sopas con honda se las va a dar la ingenua y resolutiva Ellen Grant, interpretada por la mejor cómica de la historia del cine y de la televisión: LUCILLE BALL. ¿Cómo una cara tan bonita puede exhibir semejante repertorio de muecas? Ball arrasa con todo. Por sus ojazos, por sus gestos, por su talento a raudales. Simplemente, la adoro.

Cuando desempolvo joyas como esta, cuando caigo nuevamente rendido ante la maestría de los mejores directores de la historia, cuando semejantes fenómenos me hacen volver a las ilusiones y a los sentimientos del pasado, confieso que echo de menos aquellos tiempos de sólo dos cadenas de televisión. Entonces las películas (sus mensajes, sus personajes, sus escenas) duraban semanas en mi memoria. Lo recuerdo nítidamente. Salía de casa y, de camino al instituto, repasaba mentalmente la película. Para estirarla, para hacerla inolvidable. Y volvía a estar en la falsa agencia inmobiliaria. Y soltaba pequeñas risas al recordar a Lucille Ball en la clase de mecanografía, dando empujones a la puerta de la cabina telefónica, cayendo en la zanja de hormigón, soltando guantazos a William Holden. Y volvía a tener unas ganas enormes de besar a Lucille. Sí, lo cierto es que alargaba el deleite.

Ahora todo va demasiado rápido. De acuerdo, puedo ver muchas más películas, pero a veces tengo la sensación de que, tal vez, eso no sea tan bueno. No sé... me temo que no las disfruto en su plenitud.
el chulucu
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9
22 de marzo de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película de una fuerza narrativa demoledora que zarandea una y otra vez al espectador y obliga a mantenerlo alerta para que no desvíe ni un ápice su atención, tanto de lo que se muestra como de lo que se cuenta, gracias a la indudable destreza de Sam Wood. Si en la primera parte de la historia consigue que flotemos livianos y seguros entre unos entresijos más bien convencionales es, a partir del excelso enfrentamiento a tres bandas en el hipnótico juego que propone Bunny (¡madre mía, qué lección actoral ofrecen Franchot Tone y Roland Young!) cuando Woods mete una marcha más que nos conduce de manera segura e inexorable al desarrollo fascinante de un clímax lleno de giros y vueltas de tuerca. Quedamos, por tanto, tan epatados como admirados. Y agotados; y con la cabeza echando humo. Menos mal que Bunny nos dibuja algunas sonrisas con cada aparición.

Cerrar la crítica sin mencionar la espléndida labor de los cuatro guionistas sería imperdonable. El minucioso y arduo trabajo que llevan a cabo Merivale, Emmet, Gordon y Jackson con la obra de Ladislas Fodor es, sin duda, la clave del éxito de esta extraordinaria cinta.
el chulucu
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