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España España · Zaragoza
Críticas de Paco Ortega
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Críticas 201
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de diciembre de 2008
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo en esta película rezuma inteligencia, sabiduría cinematográfica y teatral, y una capacidad corrosiva demoledora para analizar fenómenos de la historia. Con razón ha sido considerada por muchos como la mofa más despiadada del nazismo junto con “Tiempos modernos”, de Charles Chaplin.

El guión de Edwin Justus Mayer, cuya idea original es del propio Lubistch, es excelente y no tiene desperdicio. Los diálogos son ocurrentes, divertidos y rebosantes de un sentido del humor a prueba del paso de los años. Los personajes están trazados con una clarividencia extraordinaria, y los actores encuentran en todo esto una mina para desarrollar un trabajo que está a la altura de todo lo demás. Destacan, naturalmente, Jack Benny, que estaba próximo a los cincuenta y que ya tenía en su haber varios éxitos importantes, y Carole Lombard, actriz de treinta y cuatro años, esposa de Cary Grant, que había sido nominada a un Oscar en 1936 por su encarnación de Irene Bullock en “Al servicio de las damas”, de Gregory La Cava. Este iba a ser su último personaje porque desgraciadamente iba a morir el 16 de Enero de 1942 en un accidente de aviación. Completa el cuadro de protagonistas un jovencísimo Robert Stack, encarnando de manera convincente a ese piloto de aviación enamorado de la primera actriz de una compañía teatral de Varsovia.

Ernst Lubitsch dirige tal vez su mejor película. Maneja con maestría los tiempos y las cámaras, y, sobre todo, entrecruza con gran habilidad los planos de la supuesta realidad cinematográfica y el del teatro. Es una maravilla, por ejemplo, la muerte real en un escenario de teatro del profesor nazi, mientras sube lentamente el telón y los miembros de la resistencia contemplan cómo se desploma sobre las tablas. Y, sin duda, ese momento en el que Hamlet comienza a recitar el famoso monólogo que da título a la película y el espectador se levanta de su butaca para visitar en el camerino a su admirada actriz, es ya uno de los más reconocibles y recordados de toda la historia del cine.

Ciertamente es una parodia cruel del mundo de la Gestapo y de los nazis, que se ceba de manera especial en la propia figura de Adolf Hitler, de sus secuaces más cercanos y del tejido de relaciones y corruptelas que propiciaba. Convierte en posible lo imposible: hacernos reír francamente sin renunciar a denunciar los atropellos que supuso ese gran fracaso de la humanidad y esa página lamentable de la historia contemporánea.
Paco Ortega
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9
18 de marzo de 2009
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo creo que Catherine Deneuve y Fernando Rey componen una pareja de actores/personajes que está a un nivel similar de calidad a la de los grandes nombres del mejor cine de Hollywood. “Tristana” estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera. Lo ganó finalmente “Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha”, dirigida por Elio Petri, que ahora es una reliquia olvidada. Buñuel ya lo había ganado todo, menos un Oscar. Dos años más tarde lo lograría también.

El maestro seguía fiel a su costumbre de utilizar los textos en los que se inspiraba sin demasiados miramientos. Como en otras ocasiones, utiliza una novela de Benito Pérez Galdós, le cambia de época el argumento, agiganta y empequeñece a los personajes en función de sus intereses. Y hace bien. Mejor dicho: hace una genialidad. Porque su película es un retrato inteligente y ácido del comportamiento machista y obsoleto de algunos hidalgos españoles de toda la vida, y también, de la complejidad de las relaciones humanas, en general, y las de la pareja, en particular.

Buñuel dirigía extraordinariamente a los actores. En esta película disfrutó de lo lindo. Qué magnífico trabajo el de Lola Gaos, y en definitiva, el de todos ellos, situados en una clave de contención realista.

Con ellos, crea un clima de una densidad extraordinaria. La casa de Don Lope es un mundo de dulce represión en donde las buenas formas enmascaran comportamientos viciados. El burgués y la joven viven una guerra salvaje en donde todas las armas son posibles: la coacción, la mentira, la violencia, incluso el asesinato. Vivir, como en otras películas, es un “sálvese el que pueda”, esta vez no contextualizado en un país del tercer mundo sino en la católica y tradicionalista España. Stendhal hablaba de “la prostitución legal del matrimonio”, y algo de eso estaba pensando Buñuel. Si Galdós se hubiese levantado de la tumba seguramente se habría horrorizado.

Imágenes para siempre: la cojera de Tristana. El altar donde ambos se casan. El balcón al que se asoma para enseñarle los pechos al chico sordomudo. La pierna ortopédica encima de la cama, entre la ropa interior. La prótesis convertida en instrumento erótico. El café donde los viejos hablan de sus cosas. Iconos de una forma peculiar, asombrosa, inimitable de hacer cine.

Un lenguaje propio. Una manera específica de mirar el interior de las personas, a través de sus conflictos exteriores. La venganza del inconsciente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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9
25 de febrero de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leí hace años la novela de Bernhard Schlink un par de veces y se la recomendé a mis amigos. El texto entonces me conmovió. Me pareció la historia de amor imposible más imposible que se podía imaginar alguien, y durante años ha sido una de mis referencias literarias personales. Desde hoy también es una mis referencias cinematográficas.

Hay películas que están por encima del texto del que proceden. Otras, lógicamente, no lo están. El factor dominante en el espectador es casi siempre de nostalgia hacia las páginas del libro, y de reproche más o menos exteriorizado hacia el resultado cinematográfico. No siempre, pero la mayoría de las veces así ocurre. Es lógico: así funciona la vida misma, que agranda, dulcifica, embellece, o lo que haga falta, lo que nos ocurrió hace tiempo. El pasado no llega hasta nosotros sin manual de instrucciones, pero sí con una lupa de aumento. Para bien y para mal.

La literatura nos encarga y de alguna manera nos obliga a que pongamos imágenes a sus palabras. El mejor escritor es el que deja un amplio margen para que nosotros pongamos árboles en el paisaje, y ojos en los personajes. En este momento las imágenes que hoy he visto en un cine decido que sean las oficiales del libro, con carácter retroactivo. Porque así me imaginé la novela, así la vi entonces, desde hoy, y perdón por la audacia.

Así, la historia me conmueve de manera contenida. No pretende que llore con ella, sino que los ojos se humedezcan porque hay mucho de desastre individual en el contexto de ese naufragio colectivo que significó la segunda guerra mundial. Los personajes me parecen extremadamente realistas, parcos y bien trazados. Sé poco y sé mucho de ellos. Sé lo suficiente y por eso los entiendo. Les pongo cara y alma. Aunque, la verdad sea dicha, ni en mis mejores fantasías pude imaginar una Hanna Schmitz tan clara, tan rabiosamente autista, tan hermética, tan indefinible y, al mismo tiempo, tan exacta como la que ha creado esa actriz genial que es Kate Winslet.

Stephen Daldry tiene que yo sepa tres películas en su haber. En las tres demuestra un talento portentoso para contar historias que nos emocionan y nos explican las verdades ocultas de las cosas, de los seres humanos, de los procesos históricos. Tiene talento y, sobre todo, con sus cuarenta y siete años, lo que tiene por delante es una de las carreras más prometedoras del cine actual.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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7
12 de febrero de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es recomendable de forma especial para todos aquellos interesados en conocer las costumbres y la idiosincrasia de México, y, en ese sentido, es una de los mejores exponentes de esta etapa de la obra de Luis Buñuel. Como complemento, lean las páginas que el cineasta dedica, tanto al rodaje de la película, como al tema del que se ocupa, en su maravillosa autobiografía, dictada a Jean Claude Carriére, titulada “Mi último suspiro”.

Leemos en el libro: “la mayoría de los sucesos que cuenta esta película son auténticos, y pueden, de paso, permitir echar un interesante vistazo a este aspecto de las costumbres mexicanas”. Y sigue: “hay países en este continente en los que la vida humana –la propia y la ajena- tiene menos importancia que en otras partes”. Ese es el tema central de “El río y la muerte”.

Dicho tema viene desarrollado cinematográficamente por la disputa histórica entre dos familias de una pequeña población mexicana que tiene como resultado la muerte en disputas de la práctica totalidad de los miembros varones, motivadas por un sentido equivocado del orgullo familiar y un exacerbado espíritu de venganza. La muerte parece como que no es una maldición, sino una práctica cultural a la que todos parecen rendirse.

Flaquea en cuanto a un análisis simplista del problema y de sus soluciones. Pero es precisamente Buñuel quien nos aclara el porqué: “lo que no me gusta es la tesis que la película parece sostener, tesis que procede del libro que le sirvió de base: “instruyámonos, cultivémonos, hagámonos todos universitarios y dejaremos de matarnos entre nosotros”. No lo creo”. El libro al que se refiere es la novela de Miguel Alvarez Acosta •”Muro blanco en roca negra”. Tal vez este sea uno de los casos más flagrantes de falta de sintonía entre la productora (Clasa Films Mundiales) y el director.

Porque, en los aspectos formales, la película es irreprochable. Los actores hacen un buen trabajo, como es la costumbre, y los pocos medios quedan perfectamente compensados por el talento y la profesionalidad: el guión, el sonido, la banda sonora y la fotografía son excelentes.

Joaquín Cordero, actor de amplia trayectoria profesional en el cine y la televisión mexicana, participa por segunda vez en una película de Buñuel. La anterior fue “Una mujer sin amor”, rodada en 1952. En ambas encarna papeles de hijo que tiene diferencias con su madre. ¿Es solo una casualidad?
Paco Ortega
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7
20 de diciembre de 2008
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una buena película. Creo que, en efecto, la clave de su calidad está en el guión, que recibió un Oscar en 1996. Es evidente que la actuación del propio Billy Bob Thorton se convierte en un activo importante, pero, sin minusvalorar en absoluto el mérito de su trabajo, creo que hay que calificarlo como una composición de personaje, justa, medida, eficaz, pero con un punto tolerable, y tal vez necesario, de efectismo.

No solo es la historia de un hombre y sus circunstancias. Me gusta la descripción de esas circunstancias, de la reflexión sobre las condiciones sociales y los comportamientos humanos que hacen finalmente imposible la reinserción de una persona -con mala suerte, escasos recursos y buenos sentimientos-, que pretende conseguirlo. Esos otros personajes están casi mejor expuestos que el protagonista, y me parece especialmente interesante la manera como se nos presenta la relación de dependencia que existe entre un maltratador y la mujer que lo aguanta a pesar de que todos a su alrededor, incluido el hijo de ella, ven imposible la normalidad de sus relaciones.

Alguien ha dicho que es una película fría. Lo es. Esa frialdad expositiva es un calculado mecanismo para presentar a personajes y situaciones, y, sobre todo, par evitar caer en la truculencia y en el ternurismo. Me parece excelente ese punto medio, distanciado, descriptivo y crítico, de naturaleza brechtiana, en el que parece instalarse el ojo del director.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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