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España España · Zaragoza
Críticas de Paco Ortega
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Críticas 201
Críticas ordenadas por utilidad
9
24 de marzo de 2009
84 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confiesa Buñuel que la última escena de esta película le conmueve: una mujer zurce un desgarrón en un encaje ensangrentado. Y él mismo no sabe la razón. A mí también me conmueve, y tampoco sé la razón. Buñuel ha llegado hasta aquí en su filmografía y yo también he llegado hasta aquí haciendo una pequeña crítica de cada una de sus películas, con una admiración creciente por una obra que me parece, en su conjunto, absolutamente genial.

En “Ese oscuro objeto del deseo” hay una síntesis de todo lo mejor de sus películas: está el sexo como poder absoluto de la vida, como arma para negociar, como esclavitud permanente mientras duran sus influjos. No recuerdo la frase exacta pero Buñuel vino a decir en sus memorias que cuando dejó de sentir la pulsión sexual se sintió más libre y reconfortado. Al personaje de Fernando Rey le ocurriría lo mismo. Lo suyo era un “sinvivir”, valga la expresión, detrás de una mujer, o de varias mujeres que, en el fondo, para él son la misma.

El otro tema recurrente: la realidad y el sueño. Los vasos comunicantes que existen entre ambos. Tema que proviene de los comienzos, de su etapa surrealista. Planos diferentes, pero entrecruzados.

Otro: la vulnerabilidad de los seres humanos, expuestos siempre a circunstancias que ellos mismos provocan, y que ellos mismos no controlan. Esos poderes toman diferentes formas: el egoísmo, la ambición depredadora, el llamado terrorismo.

El último: la religión como gran invento, y la iglesia como gran negocio. El pensamiento religioso crea coartadas, proporciona una serenidad ficticia. Los curas y las monjas, los obispos, los monaguillos, el mismísimo Jesucristo, los santos, las vírgenes, todo un ejército de impostores, de charlatanes profesionales.

De eso habla Buñuel en su obra. Con un lenguaje lleno de paradojas. Con una falta de respeto por las convenciones cinematográficas. Con una fidelidad extrema a sus propias preguntas. Con una alarmante ausencia de respuestas. Cine del desasosiego, cine del abismo, cine hecho en la oscuridad y que la ilumina fugazmente, con unos destellos poderosos, pero conscientemente limitados.

Cine de humor, cine posible para explicar lo imposible.
Paco Ortega
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8
22 de diciembre de 2008
68 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veo la película en Diciembre de 2008, y me entretengo en leer algunas críticas aportadas por los usuarios de Filmaffinity, algo que nunca hago antes de empezar a escribir la mía. Compruebo que esta película provoca parecidas reacciones ahora que hace treinta años, lo cual me parece, en principio, algo bueno.

Además, a estas alturas, casi ocho años después de traspasar la fecha que contiene el título mismo, la idea de futuro nos sigue pareciendo similar: el futuro es blanco, aséptico, limpio, y lleno de paradojas y peligros. Todo eso es una metáfora, una metáfora tan inexacta como audaz, porque el futuro en el que estamos sumidos –es decir, nuestro presente y todos los presentes-, es sucio, de muchos colores, injusto, cruel y, eso sí, lleno de paradojas y peligros.

Hemos visto en la pantalla a lo largo de las últimas tres décadas muchas películas sobre el futuro y muchas naves espaciales. Pero la belleza serena de éstas que aquí aparecen, en escenas lentas y larguísimas, no la hemos vuelto a degustar jamás. Tal vez hemos visto efectos especiales mejor hechos, pero ninguno en los que las imágenes empasten tan bien con las músicas elegidas, con ese vals o esas músicas de Ligeti y de Strauss, que cada vez que las oímos en cualquier parte nos remiten precisamente a algunos momentos de esta película.

Nunca una lentitud cinematográfica fue tan deliberada y tan irritantemente hermosa.

Como no me gusta descifrar misterios, no intentaré a hacerlo ahora. Los laberintos me parecen más bellos cuando no encuentro la salida, los acertijos dejan de interesarme cuando los acierto... Aquí me sigo quedando con la desolada belleza del espacio, con el turbador descubrimiento de los primates, con ese primer crimen, consecuencia de la inteligencia desarrollada, con esa bella metáfora sobre el nacimiento de la aeronáutica… Pero me quedo, sobre todo, con la estremecedora voz de Hal cuando comienza a notar los síntomas de su propia muerte. Me quedo también con esa canción que susurra esa máquina tan perfecta que, contra todo pronóstico, hasta tiene sentimientos y pasiones, como el amor propio y el orgullo, y eso le convierte también en peligroso para los "demás" seres humanos.

"2001: una odisea en el espacio" tiene algo, algo indefinible, algo grandioso, algo enigmático. Es hermética hasta la exasperación y, al mismo tiempo, es sencilla y transparente. Mi hijo, por ejemplo, la ha asimilado como una película de aventuras. A mí me sigue dejando un regusto a epopeya, a poesía de muchos quilates. Encierra secretos, intuiciones, muchas claves y pocas certezas. Por tanto, se nos presenta abierta, polisémica, inquietante, turbadora. Por todo eso, no envejecerá nunca.
Paco Ortega
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7
15 de diciembre de 2008
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabido es que esta es la primera película que dirigió en 1941 el hasta ese momento guionista de la Warner Brothers, John Huston. Con anterioridad la empresa había acometido el proyecto de filmar la novela de Dashiell Hammet en dos ocasiones (1931 y 1936), y creyó ver en el director novel las cualidades para acometer un nuevo proyecto más acorde con la sensibilidad de los tiempos.

En la inmensa mayoría de las enciclopedias del cine se afirma que con ella comienza el llamado “cine negro”, y que, a partir de entonces, la fama personal de Humphrey Bogart subió como la espuma, encarnando ya desde ese momento el estereotipo de hombre duro y seductor que todos le conocemos y que subiría un peldaño más al año siguiente en “Casablanca”, de Michael Curtiz.

Yo creo que, siendo una muy estimable película, todos estos ingredientes han creado en torno a ella una aureola de obra maestra que, en mi opinión, no merece. Porque, aunque sus valores cinematográficos son innegables y el talento de Huston resplandeció en su nuevo oficio de una manera extraordinaria para ser una opera prima, también es cierto que, vista desde nuestra perspectiva actual, la película es discursiva, el guión es bastante confuso, y las imágenes se limitan a filmar una puesta en escena que se basa prácticamente en exclusiva en los diálogos.

Con todo, el conjunto sigue funcionando y merece la pena volver a verla porque contiene hallazgos formales y una impecable factura. Técnicamente nos encontramos ante una obra de inusitada madurez, todos los elementos funcionan a la perfección, y los actores realizan un trabajo soberbio.
Paco Ortega
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9
23 de marzo de 2009
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer y único Oscar para Luis Buñuel. Yo creo que se reconocía de este modo toda una trayectoria. La de alguien que había sabido convertir en arte un mundo personal de obsesiones, de leves certezas y de grandes dudas acerca de la vida, del sentido mismo de la existencia, de las relaciones humanas en ese movedizo territorio de apariencias y reflejos entre el sueño y eso otro que llamamos realidad. Y todo ese caudal llevado al cine, que, a su vez, tiene sus propias reglas de juego.

“El discreto encanto de la burguesía” tal vez no sea la mejor película de un hombre que tuvo que atravesar un desierto hasta llegar aquí, pero sí una película en donde el conjunto armoniza y afina como una orquesta que suena sencillamente bien. Que para llegar vivo tuvo que aprender un oficio, tragar con carros y carretas, amoldarse a las condiciones espirituales y materiales de un exilio interior y exterior, y sobrevivir. La trayectoria de un corredor de fondo, de un resistente. Como la de los personajes de la película, que no se sabe exactamente a dónde van, pero que van ahí, que llegan a un punto.

La diferencia más notable es que éstos, a diferencia del iconoclasta aragonés, no pueden comer en paz, porque justamente la paz es el único don del que carecen. Tienen dinero, sus mujeres son hermosas, controlan las vidas de los demás, salen triunfantes de todos los problemas, pero no pueden comer. Como aquel funcionario que en “La fiebre sube al Pao” no podía beber, o como los burgueses apresados en “El ángel exterminador”, que no podían salir estúpidamente de aquel encierro absurdo. Los que tienen todo, siempre les falta lo que más quieren.

Magníficos actores, la mayoría de ellos cómplices de las ideas descreídas del maestro. Fernando Rey luce el mismo palmito que en “Tristana”, pero convertido ahora en cónsul de una república bananera. Michel Piccoli fugazmente convertido en ministro salvador de burgueses en apuros, etc. Sin esta complicidad en el humor y las no creencias (sic) sería imposible empastar el trabajo de actores procedentes de escuelas y experiencias diferentes.

Y Jean Claude Carriére, claro. A estas alturas, imprescindible. Cose como nadie las ideas de Buñuel. Las elabora y las escribe. Da forma al disparate, le pone contornos a la inmensidad de lo imaginado. Sin él Buñuel hubiera sido otro.

Esta película supone un punto de llegada. Es la síntesis perfecta entre la realidad y el deseo, entre lo que se nos quería decir en aquel lejano y tonificante “perro andaluz” y la perfecta envoltura de algunos títulos mexicanos
Paco Ortega
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8
10 de marzo de 2009
40 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dice Buñuel que esta película la recuerda como una de las que se siente más satisfecho. Añade que la considera dentro de una trilogía “sui generis”, en donde incluye también “El discreto encanto de la burguesía” (1972), y “Ese oscuro objeto del deseo” (1977), es decir, las tres últimas de su producción.

Confieso que siempre me llevé regular con estas películas de mi admirado Buñuel, y que, aun reconociendo sus innegables valores, siento nostalgia de otras, tal vez de peor factura, pero hechas a partir del talento, optimizando los medios y los tiempos, en las que él se mueve de manera diligente entre la realidad y el deseo, o sea entre lo que a él le gustaría hacer y lo que realmente podía hacer. Me gustan mucho algunos de los personajes, complejos, profundos, torturados, de su etapa mexicana, me gusta mucho también ese surrealismo metido con calzador, casi furtivo, como para poner una nota distintiva.

Por eso, “El fantasma de la libertad” me parece un poco la película que pudo hacer cuando pudo hacerla: con actores solventes y conocidos, con medios razonables y, sobre todo, con libertad absoluta para hacer lo que le da la gana. Y lo que hace, en mi opinión, es una exhibición de surrealismo de salón, consciente de que los cinéfilos pertenecientes a la clase social que él denigra en esas mismas películas, van a aplaudirle, admirados y felices de hacerlo, estableciendo una especie de complicidad intelectual pero epidérmica, como si la cosa no fuera con ellos. Porque Buñuel estaba ya oscarizado, y en su terreno era un dios incontestable del olimpo de los cineastas vivos con un mensaje propio y diferente. No le quito mérito a la película: la enmarco en un contexto histórico y, sobre todo, mental. Las industrias culturales están repletas de ejemplos parecidos en los que los escarnecidos compran encantados las obras de arte que les escarnecen.

Dicho esto, confieso que me encantan las absurdas situaciones que presenta, que contienen un mensaje divertido, sarcástico y transgresor, hasta cierto punto. Antológica la situación de los padres de la niña buscándola sin haberla perdido. Los monjes jugando a las cartas, o el prefecto de la polícía siendo detenido por sus propios hombres. Ahí está el inconformista que ya se ha hecho un poco mayor, y que mantiene sus obsesiones intactas, y sus recuerdos infantiles en perfecto estado de conservación.

Como la película está compuesta por escenas independientes, no es posible resaltar interpretaciones concretas. No hay literalmente protagonistas. Todos los actores están bien, muy bien.
Paco Ortega
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