Estupenda película; casi perfecta, de hecho. El guión es muy bueno, está rodada con mucha personalidad, no aburre ni un poco, la ambientación de las escenas muy currada, los actores fantásticos, con el colosal Kôji Yakusho haciendo que parezca fácil.
Me ha gustado mucho la música de Yosuke Homma, encaja perfecta en todo momento. Y me he reído un montón, es de las que ves con una sonrisa incluso en las partes dramáticas, que también las tiene y funcionan muy bien. Algo previsible y manipuladora, es cierto, pero se mantiene dentro de los límites de la comedia clásica. Se le puede recomendar a cualquiera.

Jakubisko no tiene filtro. Es un cachondo mental. Filmaba ésto con 66 añetes y el culo pelao; un tipo que ha hecho cine en la vieja Checoslovaquia; que ha visto nacer, crecer y morir la Nueva Ola, que jugaba con el surrealismo, el absurdo o el realismo mágico en los años 60´s y 70´s realiza este tratado lisérgico sobre amor, sexo y estupidez humana. A su manera, claro, con sus ángeles y demonios, vampiros de sentimientos, instinto felino de gato viejo.
Eternas juventudes y un poquito de Rock and Roll.
Personajes deliberadamente desnortados bucean entre objetos y espacios desubicados, y Franco Nero...
Jakubisko es un postmoderno. Un punky del celuloide, un elegante provocador que ha visto mucho cine, de cerca y por dentro, y aunque no es éste ni de lejos su mejor trabajo, merece la pena verla y fliparlo un rato. Es divertida.

Hagamos un ejercicio partiendo del final de "París, Texas"; lo que podría haber sucedido después de los créditos, más allá de la última nota del dobro de Ry Cooder: Travis vuelve al desierto y se instala en el terreno que compró por correo.
Cuarenta años después el tiempo y la ardiente arena quemada por el sol han cerrado la mayoría de las heridas.
Travis-Lucky, siempre caminando, siempre al borde de la frontera, tocando el ala de su sombrero para saludar al diablo, pero el muy cabrón le esquiva la mirada.
Cuarenta años dando lustre a sus botas.
Lo mejor para olvidar es vivir con alguien a quien también le falle la memoria.
Es muy duro recordar cuando ya no queda nadie vivo que pueda refrendar tu historia.
A ver quién tiene huevos de llegar al final, mirar atrás y sonreir, mientras el último rayo de sol toca las ramas más altas de los saguaros.
Dentro de otros cuarenta, quizá sea Roosevelt la tortuga que nos cuente lo que ha ocurrido después de los créditos, ¿Eh, Mr. Lynch?
¿Recuerdas, Travis, cuando Harry te enseñó a sonreir?
Oye, Lucky, cuando veas a Harry dile que Travis le está buscando. Allí, en La Frontera.

Historia incisiva hecha con herramientas sencillas, manejadas con sorprendente exactitud. Los personajes están muy bien construidos y nada sobrecargados; Mait Malmsten hace una interpretación muy seria y convincente, al igual que Ursula Ratasepp.
El manejo de la línea temporal es notable y la cámara trabaja siempre a favor.
No es una cinta de grandes presupuestos, ni falta que le hace. Desde el primer minuto consiguió engancharme a una historia que poco a poco va creciendo y dando un poco más.
Pertenece a una corriente de películas que trabajan alrededor de las comunidades pequeñas en la Europa rural, con sus viejas costumbres y su hermetismo, en donde es muy difícil que nadie se atreva a mover un dedo para cambiar las cosas y donde los sistemas patriarcales son prácticamente inamovibles. Para lo bueno y, en muchos casos, también para lo malo.
Aquí Ilmar Raag firma una historia durísima con una sensibilidad asombrosa, permitiéndose incluso algunos amagos de comedia que le sientan muy bien. Convincente.

Buena crónica de un hombre que busca su lugar en el mundo. Un joven occidental acomodado que lo tiene todo servido desde pequeño: una estructura familiar, una carrera universitaria, inteligencia suficiente para desenvolverse económicamente sin sobresaltos y salud para disfrutarlo. Pero decide que su sitio no es ese, y persigue incansable una meta que a muchos nos puede parecer lejana y absurda, la de abandonar la sociedad y lanzarse a los caminos al encuentro de sensaciones más crudas, de libertades desconocidas y de sensaciones en el límite de lo humano y lo animal.
La estructura narrativa de la película tiene gancho y las interpretaciones están en buen tono, cubiertas por los preciosos paisajes que el protagonista va recorriendo desde Mexico hasta Alaska. Hay una evidente entrega del director con el espíritu hippie que repuntó en los 90´s, apoyado por una selección musical muy cuidada y acertadísima.
Quizá sea en ese excesivo buenrollismo hippie en donde la película se vuelve un pelín empalagosa a ratos, sin llegar a cotas insoportables ni mucho menos. En general, un buen trabajo con el añadido de estar basado en una historia real.