Esta película corría el riesgo de envejecer mal. Las películas con una estética tan marcada no suelen soportar bien el paso del tiempo. En este caso, tengo que decir que trece años después (como pasa el tiempo!!) me sigue pareciendo un historia sensual, atractiva, desgarrada y poética.
La historia de Ada, una mujer que decidió dejar de hablar voluntariamente a los seis años, casada por poderes con un hombre al que no conoce. Su vida cambia tras trasladarse a Nueva Zelanda. Allí conoce el infierno, pero también la pasión.
Jane Campion envuelve esta historia en unas imágenes fascinantes, de un gusto extraordinario. Hay veces en las que esta fascinante estética se impone por encima de la pasión y la fuerza de la historia, pero aun así la directora consiguió momentos que no se han vuelto a ver en una película.
La frialdad de la que peca en algunos momentos se ve compensada con la intensidad de otros que siguen resultando tremendamente emocionantes. Los dos momentos en los que Sam Neill agrede a Holly Hunter, las escenas mas eróticas entre ella y Harvey Keitel, o el poético final bajo las aguas son momentos francamente notables. Todos ellos acompañados por la inolvidable música de Michael Nyman. Pocas veces música e imágenes han hecho tan buena combinación como en este caso.
El reparto femenino de la película se llevo el máximo reconocimiento del año, el Oscar, en un año en el que el premio a la mejor actriz protagonista tenía candidatas de excepción. Holly Hunter, sin decir una palabra, transmitía todas las sensaciones y sentimientos de Ada con la fuerza de su mirada. La vivaz e inquietante niña también estuvo a la altura (aunque el Oscar le venga grande). Junto a ellas la sobriedad y clase de dos actores, Sam Neill y sobre todo un contenido Harvey Keitel, completaban el excelente reparto.
Si Jane Campion se hubiera desatado más en el terreno de los sentimientos, si hubiera hecho una película además de impecable, también arrebatada e intensa (que lo es, pero podía haberlo sido mucho más), estaríamos ante una obra maestra del cine romántico. No llega a serlo pero es una película muy notable.

Después de entusiasmarme con Eva al desnudo y La huella decidí ir revisando la filmografía de Joseph L. Mankievicz por orden cronológico. Llegados al año 1954, año de producción de La condesa descalza, solo El fantasma y la señora Muir había logrado acercarse a las dos extraordinarias películas que despertaron mi curiosidad. También había gran cine, sobre todo, en Operación Ciceron, y en algunos momentos de Carta a tres esposas, El mundo de George Appley, Un rayo de luz o Julio César, pero lejos de lo que yo esperaba. Así que me senté a ver La condensa descalza pensando que dada su alta puntuación en esta web, y con el pretigio que tenía, estaría ante otra de las grandes obras de Mankievicz. Nada más lejos de la realidad. La condesa descalza me atrevería a decir que es la peor película que he visto hasta ahora del director, y, sin duda, la que más lejos está de las expectativas creadas.
Sorprende mucho encontrarse con una historia tan folletinesca y torpe creada por el mismo hombre que escribió Eva al desnudo. Si en aquella el decorado principal de la historia era el mundo del teatro y las miserias que se esconden tras sus bambalinas, en esta ocasión la historia se centra en el mundo del cine, concretamente en el descubrimiento, ascenso fulgurante y posterior decadencia de una actriz, todo un clásico.
La protagonista de la historia es María Vargas, una bailaora española descubierta por un productor americano en un tablao del Madrid mas castizo. A partir de ahí se establece entre ellos una relación que va más allá de lo profesional, siempre bajo la atenta mirada del director de cine Harry Dawes, principal apoyo de la nueva estrella. Su agitada vida sentimental provoca el inicio de su decadencia como actriz, al mismo tiempo que pasa por los interesados brazos de un millonario, para acabar finalmente casada con un conde italiano. Pero la aparente estabilidad de su nueva vida no es mas que un espejismo tras el que se esconde el drama mas desaforado.
Ya desde el principio no hay por donde coger la película. La primera parte de la historia que transcurre en Madrid es poco menos que de juzgado de guardia. Me da igual que por ahí se paseen Humphrey Bogart y Ava Gardner, pero el retrato que se hace de la España de esa época no puede ser más folclórico y lamentable, con una estrella del flamenco, de apellido Vargas, que habla en inglés mucho mejor que en castellano. Es imposible creerse nada de lo que pasa en la parte española del relato, lo que ya deja bastante coja la historia, porque es precisamente ahí donde se asienta el resto del relato.
A partir de ahí La condesa descalza parece que quiere remontar el vuelo, pero no lo consigue nunca. La acción avanza como si fuera un apollidado culebron de lujo, donde lo único que brilla es el rostro luminoso como pocos de Ava Gardner, que pasa, la pobre, por la manos de tres de los galanes menos carismáticos y más antipáticos que se puedan imaginar. Al final el culebron se transforma en tragedia, y ni aun así es posible dejarse envolver por el drama. Todo huele a falso y a rancio, todo es de carton piedra. Insisto, impropio de la misma mente que escribió y dirigió Eva al desnudo.
No nos olvidemos que en la película también sale el mítico Humphrey Bogart, que interpretaal director de cine, y que seguramente nunca había interpretado un personaje tan anodino. Anodino hasta el punto de que durante buena parte de la película nos olvidamos de su existencia.
Pese a todo la película gusta mucho por lo que se ve en las votaciones de los usuarios de esta página, e incluso en su día llegó a ser candidata al Oscar de mejor guión (!!) ganándolo el actor de reparto Edmond O´Brien.
Aun así mantengo la confianza ante algunas de las películas de Mankievicz que todavía me quedan por ver como Ellos y ellas o De repente el ultimo verano.

Cuando puedes ver una película una y otra vez, y no solo no te cansas de ella sino que cada una de las veces te emociona como si fuese la primera, es entonces cuando la puedes calificar de Obra Maestra. Eso es lo que me pasa con El último mohicano.
El último mohicano es una película que tiene todo aquello que hace del cine una experiencia única y emocionante. Basándose en una novela clásica de aventuras, Michel Mann realiza una de las mas gozosas películas de los últimos veinte años.
La historia, ambientada en los años de la Guerra de Secesión americana, cuenta el romance que se establece entre el hijo de sangre blanca de un mohicano y la hija de un general del ejército, todo ello mientras el enfrentamiento entre los ejércitos francés e inglés vive sus días más dramáticos. La presencia de la tribu de los hurones, y el odio que tiene hacia los ingleses uno de sus más importantes miembros, serán decisivos en el dramático desenlace de la historia.
Michael Mann pone su talento al servicio de la historia, y consigue que aventura y romance se combinen de forma deslumbrante en secuencias de aroma eminentemente clásico. Creo que todas las secuencias de la película, desde el espléndido comienzo, mantienen viva la ilusión del espectador por lo que está viendo. Momentos de acción repletos de tensión y violencia, escenas de arrebatador romanticismo, y una secuencia final absolutamente memorable hacen de El ultimo mohicano una película inolvidable. Para el recuerdo quedan las carreras de Daniel Day Lewis, sus miradas con Madeine Stowe, su encuentro nocturno en el fuerte, la ferocidad de Magua, o el precioso amor que surge entre los hermanos de los protagonistas. Sin olvidarse de la escena de las cataratas, con uno de los momentos más intensamente románticos que recuerdo. El talento de Michel Mann está detrás de cada uno de estos momentos. Pero no solo el suyo. También el de un actor como la copa de un pino, Daniel Day Lewis, el la cumbre (una de tantas) de su carrera. El de una actriz fascinante donde las haya, que desgraciadamente nunca volvió a estar igual que aquí. También el del poderoso y aterrador Wes Studi, y practicamente todos los miembros del reparto.
Además, El último mohicano, tiene la mejor bandas sonora sonora posible. La combinación de estilos hace que los momentos más íntimos sean más emotivos, mientras que engrandece los más dramáticos. Una joya que contribuye a agrandar el mérito de una película que tiene todo lo que yo busco en el cine. Una película que no me cansaré de ver nunca.

No hay duda. Estamos ante un clásico del cine contemporáneo. Memorias de África nos ofrece una forma de hacer cine que ya no se lleva. Poder sentarte ante una película adulta, serena, elegante, emocionante y preciosa es un lujo que muy pocas veces podemos disfrutar.
Sidney Pollack no falla en ningún momento. Elige el tono y el ritmo adecuados. En la historia ni sobra ni falta nada. Se rodea de un equipo técnico perfecto para poner en imágenes inolvidables una historia romántica y de aventuras ambientada en un lugar y en una época que a todos nos hubiera gustado vivir.
Desde el comienzo, con el ya clásico "yo tenía una granja en África" hasta el plano final en el que se ven dos leones, se suceden secuencias y momentos absolutamente arrebatadores, encabezados por ese vuelo en avioneta que seguramente sea el momento cumbre e la película, donde se juntan la belleza deslumbrante del paisaje con el romanticismo de la historia de amor. Pocas veces un paisaje se convierte en protagonista de una película como en este caso.
Además no hay que olvidar que la protagonista es Meryl Streep, odiada por muchos, y elogiada por la mayoría, entre los que me incluyo. Y aunque su carrera es increíble, seguramente sea este el papel por el que será recordada. Y junto a ella Robert Redford en el mejor momento de su madurez.
Fotografía, vestuario, música (inolvidable John Barry) son detalles que ayudan a redondear una película perfecta.

El hada ignorante cuenta la historia de una mujer que, tras la muerte de su marido, descubre que este llevaba una doble vida con su amante gay y todo su entorno con los que conformaba una segunda y peculiar familia.
Lo que contado de esta forma podría dar lugar a un dramón, o incluso a una comedia disparatada, Ferzan Ozpetek se encarga de contarlo con mucha naturalidad. Todas la situaciones y personajes de la película, por más o menos rocambolescos que puedan resultar, están tratados de forma sencilla y con elevadas dosis de cariño, consiguiendo así que el espectador simpatice con una historia difícil de digerir en un primer momento.
Es cierto que abundan los tópicos sobre el mundo gay, y bien se encarga el guión de mostrarnos una variada y previsible gama de personajes, pero también es cierto que esa especie de comuna familiar en la que viven acaba resultando simpática y hasta entrañable. Y se entiende perfectamente que esa mujer inicialmente herida entre a formar parte de ese mundo tan ajeno a ella.
Otra cosa totalmente distinta es la escasa inspiración que muestra el director a la hora de poner la historia en imágenes. Comenzando por ese ridículo atropello, la película no consigue armonizar el equilibrio entre la simpatía que desprende la historia y las desangeladas imágenes que Ferzan Ozpetek utiliza para contarla.
El peso total de la película se lo lleva la actriz Margherita Buy, que con ese aspecto de señora de clase media algo aburrida de todo, consigue hacer hacer creíbles todas las dudas de su personaje.