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Críticas de Argoderse
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Críticas 254
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
19 de mayo de 2022
123 de 162 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de treinta años después, el binomio Jerry Bruckheimer - Tom Cruise funciona a las mil maravillas. Corría el año 1986 y con Top Gun, Cruise entraba en el Olimpo del cine de acción con el papel de Pete 'Maverick' Mitchell. Esa sonrisa socarrona, gafas de sol y chupa de aviador tiraban abajo la puerta del Salón de la Fama de la chulería hollywoodiense. Y el tipo se mantiene, vaya que si se mantiene.

Ídolo entre ídolos, jamás entenderé la animadversión hacia Cruise, si de cine hablamos. Habla por sí sola la reputación de un actor que debutó con Franco Zeffirelli, en 'Amor sin fin', y a partir de ahí ha trabajado con: Francis Ford Coppola, Ridley Scott, Tony Scott, Sydney Pollack, Martin Scorsese, Oliver Stone, Robert Redford, Ron Howard, Sydney Pollack, Brian De Palma, Michael Mann, Paul Thomas Anderson, Stanley Kubrick, Steven Spielberg, John Woo, Christopher McQuarrie, Bryan Singer o Cameron Crowe.

En fin, normal que Cannes se haya puesto en pie para recibir la presentación de Top Gun: Maverick, una película que mejora a la original y que te deja sin aliento, o mejor dicho: Take my Breath Away.

Si algo notable tiene Top Gun: Maverick es que sabe armonizar bastante bien todos los palos que toca. Hay momentos para el romanticismo (Jennifer Connelly) y la comedia, incluso. Pero donde realmente despega y de una forma brutal es en la épica y la acción. Ya desde el principio, con 'Danger Zone' de fondo, te agarras a la butaca y toma chute de adrenalina. ¡Menudo arranque!

A partir de ahí, todo es un jolgorio para regocijo de los fans de Cruise, entre los que me incluyo. Está enorme, de verdad. Las escenas dentro de los cazas son reales, así como la fuerza G a la que se somete el reparto. Pero que es que el norteamericano ya nos tiene acostumbrados a esto, que es toda una delicia de realidad.

Eso entronca con el argumento, demencial como el original. Pero da igual, pues su ritmo frenético, esa banda sonora de Hans Zimmer (canción de Lady Gaga mediante) y las interpretaciones son tan notables, que pasas por alto cualquier fallo de guion. Todas las piruetas del mundo de los Top Gun, así como su chulería intrínseca y hormonada tapan cualquier agujero argumental.

Ni qué decir tiene que los terroristas son el convidado de piedra de esta fiesta llena de excesos, donde el entretenimiento reina de principio a fin. Qué más da, hemos venido a disfrutar -una vez más- de Tom Cruise y su equipo; de ese Jerry Bruckheimer que produjo la acción de mi infancia y un relevo generacional de gallitos, como Miles Teller y Glen Powell, para continuar el legado..

La guinda a la emoción la pone Val Kilmer, al que el cáncer de garganta dejó sin voz. Es el nexo de unión entre los vivos (Cruise) y la nostalgia de los que ya no están, pero siguen volando en el ambiente. De hecho, Kosinski recurre a imágenes de hace treinta años, bien montadas y que no rompen en ningún momento el ritmo de la cinta.

Obviamente Top Gun: Maverick no será la mejor película de la historia, pero sí por la que bien vale pagar una entrada de cine. Una oda al espectáculo, al entretenimiento y a un actor, Tom Cruise, siempre a sus pies.

ARGODERSE
Argoderse
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7
27 de abril de 2022
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera película de Robert Eggers, un director pausado, ceremonioso, no apto para estos tiempos de inmediatez. Y se agradece cierto análisis y cuidado en las formas, aún corriendo el riesgo de dar una cabezada, dependiendo de la sesión de cine, si bien nunca -a mi juicio- debe primar esto sobre el contenido.

Porque The Northman, título original, es una película para disfrutar en la gran pantalla, merced a ese pulido trabajo artesanal de Eggers, de conservar la imagen, la fotografía, su montaje y estética. Se nota el diseño de producción que viene de serie en su currículo.

Sin embargo peca en exceso en este aspecto, en detrimento del ritmo de esta historia de violencia. El propio director a veces parece percatarse de ese ímprobo trabajo sobre el continente, que tiene que dar rienda suelta al argumento. Sobre todo en las escenas de acción, donde el baño de sangre está garantizado y se suelta la melena.

La misma que luce un Alexander Skarsgård desatado, salvaje, brutal. Menuda saga de actores, empezando por Stellan y continuando con Bill. A Alexander le descubrí en Generation Kill, en un papel que sabía controlar en función de las emociones de su personaje. Y en El hombre del norte se erige como un autentico héroe destinado a alcanzar el Valhalla cinematográfico.

Por desgracia está solo, pues Ethan Hawke apenas tiene recorrido; Nicole Kidman pasaba por allí, salvo una escena hacia el final que se puede rescatar, y Anya Taylor-Joy, con la que Eggers ya colaboró en La bruja, está totalmente desaprovechada. Como la vacante del supuesto villano en la trama, Claes Bang, al que le falta cierta enjundia, si bien hay que reconocer que, junto a Skarsgård, regala un final a la altura de cualquier galaxia.

Con todo esto, reconoceré que es una película efectiva, disfrutable y con posibilidades de estar en los mejores estrenos del año. Ahora bien, me sigo quedando que con esos adoradores del Dios Odín, que solo entendían un lenguaje: el de la guerra, y que, en 1958, Richard Fleischer dejó para la posteridad cinematográfica.
Argoderse
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6
12 de abril de 2022
29 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy me atrevería a decir, que a lo largo de la historia del cine, el género de aventuras ha sido el que siempre ha enamorado al gran público. Precisamente por eso, porque narra historias de héroes y villanos, romances que se sobreponen a cualquier vicisitud; leyendas, mitos y realidades; acción a raudales; luchas a vida o muerte; valores como la amistad o la lealtad... ¡Incluso comedia!

En fin, que cabe todo. Pero lo que está por encima de lo anterior, sin duda, es el entretenimiento. Porque este género, bien ejecutado, logra poner en reposo al cerebro, y meternos por unas horas en la piel de valerosos personajes. Hay quien incluso se puede identificar con el malo malísimo, que para gustos...

Si bien no pasará a la historia del celuloide -o sí, que cada uno la juzgue como quiera-, lo cierto es que La ciudad perdida, último trabajo de Aaron Nee y Adam Nee, evoca a todos y cada uno de los elementos escritos más arriba. Es verdad que con lo justo, pero al menos consigue armonizarlos, pues no hay ningún exceso que reprochar, siempre y cuando tus exigencias no sean demasiado académicas.

Un planteamiento sencillo, pues, que logra su objetivo de mantener intacta tu atención en pantalla, de principio a fin. Con logradas escenas de acción, que tienen a Brad Pitt como maestro de ceremonias, en unos minutos realmente buenos; hasta escenas desternillantes, con Sandra Bullock y sobre todo Channing Tatum como protagonistas. Graciosos ambos, sin esforzarse demasiado, pero resultones; incluso con algún toque irónico de lo políticamente correcto de nuestro tiempo.

En la otra cara de la moneda, un Daniel Radcliffe también decente como villano. Le pega bastante, en verdad. Y completando el equipo humano a destacar, una solvente Da'Vine Joy Randolph, que en Yo soy Dolemite a mi me conquistó.

En fin, que La ciudad perdida es de esas películas que no te estropeará un día normal y sí te mejorará uno con pie izquierdo. Cerebro en piloto automático, y a disfrutar del cine de aventuras de siempre, con aroma del presente.
Argoderse
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9
2 de febrero de 2022
9 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El trabajo más personal de Kenneth Branagh es una experiencia sanadora, un retorno hacia la inocencia como vehículo para trascender ese dolor de una sociedad, aparentemente dividida. De la forma más sencilla posible, desnuda el sinsentido de la intolerancia, y aunque pueda parecer banal, es un forma de transmitir que la vida hay que tomarla como viene, alejarse del odio y a disfrutar.

Belfast no solo triunfa por todo lo que evoca. El contenido es apabullante gracias a un trabajo humano excelente. El inmaculado Jude Hill se funde con la sabiduría de unos arrebatadores abuelos, como Judi Dench y Ciaran Hinds, con quienes comparte escenas memorable. Una Dench que compartía la bonita anécdota de como Branagh, tras siete colaboraciones juntos, fue a su casa y le leyó el guion de principio a fin, pues a su edad reconocía que ya no está para esos menesteres. Por supuesto aceptó el rol encomendado. ¡Y qué interpretación se saca de la manga!

Y un Hinds, por otro lado, también salido de las entrañas de esa ciudad que vio nacer al Titanic. Como Dornan, en un nuevo paso hacia esa madurez interpretativa, que ya demostró en My dinner with Hervé. Sublime en su traje de padre de familia, que lo único que quiere es la prosperidad de los suyos, tomarse una pinta de vez en cuando, y envejecer junto a una esposa llena de matices. Las motivaciones de Caitriona Balfe están, quizá, más ocultas que las de sus compañeros de reparto. Pero como ellos, es un personaje igualmente fascinante.

Siempre que aparece el nombre de Belfast me viene a la mente Daniel Day Lewis. En el nombre del padre o The boxer fueron dos películas de adolescencia, que mostraban esa gris y turbia ciudad, donde sus aceras eran un campo minado de muerte. A pesar de ese halo destructivo, bosquejado del dolor del conflicto, Belfast es una metrópoli rica en tonalidades.

Resulta paradójico que esa gama cromática sea captada por el blanco y negro de un director, que recurre por segunda vez a rodar de forma digital y únicamente con la luz natural como aliada. Al estilo Kubrick en Barry Lyndon.

La fotografía, unida a un vestuario excepcional, como la música de otro de Belfast: Van Morrison, da como resultado una de las películas llamadas a ser de las mejores de 2022. O al menos a marcar una época en la filmografía de un director, capaz de pasar de Shakespeare a Thor, Agatha Christie, Mary Shelley o su tierna infancia, enarbolando la bandera de la libertad creativa. Y solo en hora y media de duración. Un lujo servido en bandeja.
Argoderse
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5
27 de enero de 2022
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La revista Scientific American publicó por primera vez a finales de los años cincuenta, que podían encontrarse restos de nicotina en las plantas del tomate, lo que bautizó como: Tomacco. Los Simpson, décadas más tarde, hicieron el resto para que éste híbrido calara en el imaginario colectivo, como un vegetal un tanto desagradable, pero adictivo.

Quién no recuerda a Bart devorarlo, ante la incredulidad de Lisa, mientras Homer espera la llamada de Mindy (a poder ser el lunes) para hacerse millonario con su experimento, bañado además en rico uranio.

En fin, yo no he comido Tomacco. Ni sé si quiere si existe. Pero ateniéndome a lo anterior, sí que he experimentado en cine recientemente, esa sensación de ver en la pantalla algo desagradable, idiota en ocasiones y hasta paupérrimo, pero a la vez sorprendentemente adictivo. Es el caso de Prisioneros de Ghostland, donde Sion Sono dirige a Nicolas Cage, Sofia Boutella, Ed Skrein, Blly Mosseley y Nick Cassavetes, entre otros, en una suerte de western oriental distópico.

Excesiva en las escenas de acción, incluso para Cage, que se pasa de rosca más de una vez. Ridículo por muchos momentos. Hasta decir basta, incluso. Personajes esperpénticos, que dan náuseas de lo desagradables que pueden llegar a ser. Una 'Cúpula del trueno', pero de Ali Exprés. No le encuentro ninguna lectura filosófica, ni mensaje a tanto plano lento y onírico, más propio de un perturbado que de un director de cine. Tampoco ningún significado al por qué de esta misión de rescate. Dónde está realmente el alma de la historia, continúo desconociéndolo, por mucho que haya pinceladas sobre las motivaciones de los protagonistas.

Y aún así, con todas estas cosas en contra, no podía dejar de mirar la pantalla. ¡Hasta me reía por momentos! Una locura de cabo a rabo, digna de uno de los actores que hasta en sus horas más bajísimas, siempre tiene algo que ofrecer. Sea Tomacco u otra fruta podrida, nunca podré decirle no a Nicolas Cage. Pero eso sí, mejor ir con la mente despierta, liberada y sin prejuicios, que en verdad es como siempre debieras ir.
Argoderse
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