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Irlanda Irlanda · Gijon
Críticas de pipona
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Críticas 95
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
4 de octubre de 2009
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no me equivoco la primera película sonora de Mizoguchi. Pero al loro, que el tipo ya había rodado nada menos que 54 películas mudas.
He visto solo tres películas de este genio japonés, pero ya puedo aventurar que se trata de uno de los más grandes directores de todos los tiempos. Lo que acabo de ver en esta cinta no tiene explicación lógica.

En 69 minutos, Mizoguchi es capaz de contarnos una historia maravillosa, un alegato social estremecedor que fue prohibido por el gobierno japonés de la época por su dureza y valentía. Las ideas socialistas de Mizoguchi no eran bien consideradas por el anticuado estado patriarcal.
Se trata de un drama que va directo al estómago, una radiografía de la hipocresía de la sociedad japonesa y de su ideología con respecto a la mujer. La mujer, el eterno pilar sobre el que Mizoguchi se apoyaría a lo largo de toda su carrera.

Pero no solo la historia es fundamental en esta película. Los apartados técnicos son realmente alucinantes para la época. Creo que no estaba soñando cuando me ha parecido ver uno de los mejores traveling de mi vida, planos fijos con una visión transgresora, contrapicados y enfoques de lente corta en los que a través de un primer plano, se distingue a la perfección lo que está pasando diez metros por detrás. Un montaje que quita el hipo y una fotografía en blanco y negro espectacular, para tratarse de una película en su mayor parte, oscura.
Me estaba imaginando a Orson Welles y Hitchcock, tomándose una caña mientras hablaban de semejante posicionamiento de cámaras y encuadres mágicos. Me los imagino flipando en colores con el japo que mantenía fija su lente, con perspectivas diagonales, y que solo cambiaba de toma cuando le apetecía ponerla en el extremo contrario.

Una maravilla de la técnica, una obra maestra de la dirección. De imprescindible visionado para todos aquellos que quieran descubrir los orígenes de la utilización de las técnicas cinematográficas.
A mi me ha dejado en estado de sock.
pipona
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9
30 de septiembre de 2009
27 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con películas como Los profesionales se suda en el sofá. El aroma a western crepuscular se hace presente en toda la sala, la televisión desprende los mismos grados centígrados que la frontera mexicana y es necesario abrir las ventanas para deshacerse del polvo y la tierra seca.
Con cada aliento, con cada cabalgada, el espectador es partícipe de la historia. Es necesario involucrarse en lo que está sucediendo para disfrutarla como se merece.

Richard Brooks rodó esta maravilla en 1966, y plasmó toda la esencia del western "sucio" justo tres años antes de que Peckinpah firmara su legendaria "Grupo salvaje". La comparación es inevitable. Las dos tienen como transfondo la revolución mexicana y ambas tienen como protagonistas a mercenarios pistoleros repletos de humanidad.
Porque el punto fuerte de "Los profesionales" es sin duda alguna el desarrollo de los personajes, un puñado de hombres sin escrúpulos que se mueven tras el dinero, pero que mantienen siempre intactos sus códigos éticos y morales.
Un elenco de auténtico escándalo: Lee Marvin, Burt Lancaster, Robert Ryan y Woody Strode como inolvidables mercenarios, Jack Palance majestuoso revolucionario y si, la inmensa Claudia Cardinale, posiblemente la mujer más hermosa que se haya puesto delante de una cámara. Cada vez que hace aparición, el nivel de testosterona se eleva hasta el piso vecino, es impresionante la sensualidad que desprende en cada toma. Como sentencia Burt Lancaster en uno de esos diálogos que han hecho inolvidable esta cinta: Es una mujer que bien merece 100.000 dólares.

La película contiene todas las escenas para convertirla en referencia del género. Persecuciones, tiroteos, asalto de trenes y un duelo entre claustrofóbicas montañas que ya forma parte de la historia del western. Un duelo que se desarrolla entre míticos diálogos, riquísimas conversaciones entre disparo y disparo, que sirven para comprender las razones que mueven a cada uno de los contendientes. Pocos westerns tienen diálogos tan impactantes y legendarios.

Dos horas de auténtico deleite cinematográfico. Dirección exquisita, grandísima fotografía e interpretaciones abrumadoras. Acción y tensión en condiciones extremas. Uno de los más grandes westerns de la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
pipona
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6
30 de septiembre de 2009
35 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fellini estaba pasado de vueltas, seguro. Amarcord es una ida de olla en toda su expresión. Los recuerdos y sueños autobiográficos de una mente privilegiada expuestos de forma incoherente en dos horas de película.
Infinidad de historias que muestran la vida cotidiana de un pueblo en la Italia de Mussolini, contadas todas ellas en forma de pequeños capítulos, siguiendo las estaciones del año y teniendo como referencia a la familia de Titta, clara referencia al Fellini joven.

Chavales machacándosela en un coche o delante de una estatua, un gramófono en el que suena la internacional en pleno desfile fascista, una gorda estanquera dejando sin aliento a un joven con sus enormes ubres o un loco subido durante cinco horas a un árbol gritando sus deseos carnales.
Todos esos momentos forman parte de la historia del cine, pero la hacen de forma inconexa. A uno le da la sensación de estar viendo fragmentos sueltos, pequeños gags dentro de capítulos distintos. Hay historias francamente buenas y secuencia inolvidables, como el baile imaginario bajo la nieve, pero son bastantes más los momentos aburridos e insulsos. Momentos que es preciso degustar desde el punto de vista del propio Fellini. Hechos y acciones totalmente surrealistas que a un servidor le han llegado a resultar pesados.

Alguno me va a matar por esto, pero Amarcord es una paranoia fílmica, un boceto del que se sacan puntos interesantes, que destaca por su dirección, sobre todo artística y por su potencial visual, pero que como conjunto me parece una auténtica frikada.
pipona
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9
19 de agosto de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empecé está trilogía por el final, por la última parte de este legado de Deepa Mehta compuesto por "Fuego", "Tierra" y "Agua".
Y la experiencia no ha podido ser más satisfactoria. Tradición, religión e ignorancia son los 3 pilares en los que se apoya este dramático mensaje de denuncia que golpea de forma contundente al espectador.
Una película que nos habla de las tremendas desigualdades y de los amargos rituales que subyacen en la cultura hindú. Es de esas cintas que conviene ver para darse cuenta lo podrido y malsano que está el mundo. Para enterarnos de que existen lugares en los que la humanidad parece retroceder, en lugar de avanzar.
La historia está ambientada en la India colonizada por los ingleses, y que respiraba ya momentos de cambio con la salida a la luz de aquel peculiar personaje que hablaba de verdad y libertad. Un Gandhi que intentaba cambiar la arraigada mentalidad de un pueblo hundido por la guerra la pobreza.
La historia de Chuyia, una niña que es obligada a casarse con un moribundo, y que al fallecer este, ve como su vida se convierte en una pesadilla. La pesadilla a la que están condenadas la viudas en un país cuyas raíces religiosas las obligan a pasar el resto de sus vidas recluidas, velando a su esposo.
Uno cree estar viendo en muchas ocasiones una película de ciencia ficción. Las imágenes que se suceden, en muchas ocasiones parecen irreales, tercermundistas. La sensación de impotencia y amargura crece con cada giro que da el fantástico guión. Un guión sencillo pero que abruma por su frialdad y contundencia, y que siempre a través de los ojos de la niña protagonista nos sumerge en la absurda realidad de una civilización entera.
Preciosa música y fotografía y muy destacables las interpretaciones. Todas están a muy alto nivel, sobre todo una fantástica Lisa Ray, que es capaz de echarse todo el peso de la película a sus espaldas, y que pone la guinda a una inolvidable interpretación en la magnífica escena final.

Una película maravillosa.
pipona
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10
6 de agosto de 2009
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corazón encogido, el estómago oprimido y los ojos en alerta constante y prácticamente fuera de órbita. Así es como me mantuvo ayer durante dos maravillosas horas Kenji Mizoguchi.

Soy de esos que se emocionan con facilidad, pero a los que les es bastante complicado arrancar una lágrima. Con El intendente Sansho lloré, y lloré con ganas. Lloré porque acababa de ver una de las más grandiosas obras maestras que se hayan filmado jamás. Lloré de rabia y de impotencia, de desesperación y de amargura. Lloré sin consuelo por Zushio y Anju, por su triste y agónica epopeya, y lloré por Tamaki, madre deshonrada y mutilada sin piedad.

Una película que nos habla de las injusticias, de la esclavitud, del honor y de la caridad. La caridad como único soporte ante el horroroso horizonte de desigualdades y penurias que supuso el Japón feudal, pero que por desgracia, bien se podría extrapolar a nuestros días.

La historia esta repleta de momentos emotivos, de escenas inolvidables rodadas con una maestría insólita. Planos medios-largos, movimiento pausado y certero de cámara, una fotografía maravillosa, en tonos grises rebosantes de luz, y un montaje inmaculado, diría que hasta occidentalizado.
Momentos realmente crueles y agónicos, en los que te apetece gritar, y en donde es muy difícil guardar la compostura. Escenas como la de las barcas, el castigo a los fugados, tendones y frentes marcados. Tristes pérdidas y gloriosos reencuentros.
Emotivas enseñanzas que curan el alma y ayudan a minimizar las penas y convierten el camino de la vida, lleno de trampas, en un viaje espeluznante hacia el lado más oscuro y mezquino del ser humano.

Una película impresionante, inolvidable e imprescindible. Una de esas películas que es obligatorio ver antes de morir, que habría que enseñar en las escuelas de la vida.
La película con el final más grande, hermoso, triste y emotivo que se haya podido rodar jamás.

Una OBRA MAESTRA como la copa de un pino. Tengo que pensar friamente en que lugar de mi Top Ten la colocaré. Muy arriba, seguro.
pipona
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