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Irlanda Irlanda · Gijon
Voto de pipona:
10
Drama A finales de la Época Heian en el siglo XII, el gobernador de un pueblo es enviado al exilio. A pesar de que su familia quiere ir con él, ninguno podrá acompañarle, pues, engañados por una vieja que se hace pasar por sacerdotisa, son vendidos como esclavos por separado: la madre por un lado y los hijos por otro. (FILMAFFINITY)
6 de agosto de 2009
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El corazón encogido, el estómago oprimido y los ojos en alerta constante y prácticamente fuera de órbita. Así es como me mantuvo ayer durante dos maravillosas horas Kenji Mizoguchi.

Soy de esos que se emocionan con facilidad, pero a los que les es bastante complicado arrancar una lágrima. Con El intendente Sansho lloré, y lloré con ganas. Lloré porque acababa de ver una de las más grandiosas obras maestras que se hayan filmado jamás. Lloré de rabia y de impotencia, de desesperación y de amargura. Lloré sin consuelo por Zushio y Anju, por su triste y agónica epopeya, y lloré por Tamaki, madre deshonrada y mutilada sin piedad.

Una película que nos habla de las injusticias, de la esclavitud, del honor y de la caridad. La caridad como único soporte ante el horroroso horizonte de desigualdades y penurias que supuso el Japón feudal, pero que por desgracia, bien se podría extrapolar a nuestros días.

La historia esta repleta de momentos emotivos, de escenas inolvidables rodadas con una maestría insólita. Planos medios-largos, movimiento pausado y certero de cámara, una fotografía maravillosa, en tonos grises rebosantes de luz, y un montaje inmaculado, diría que hasta occidentalizado.
Momentos realmente crueles y agónicos, en los que te apetece gritar, y en donde es muy difícil guardar la compostura. Escenas como la de las barcas, el castigo a los fugados, tendones y frentes marcados. Tristes pérdidas y gloriosos reencuentros.
Emotivas enseñanzas que curan el alma y ayudan a minimizar las penas y convierten el camino de la vida, lleno de trampas, en un viaje espeluznante hacia el lado más oscuro y mezquino del ser humano.

Una película impresionante, inolvidable e imprescindible. Una de esas películas que es obligatorio ver antes de morir, que habría que enseñar en las escuelas de la vida.
La película con el final más grande, hermoso, triste y emotivo que se haya podido rodar jamás.

Una OBRA MAESTRA como la copa de un pino. Tengo que pensar friamente en que lugar de mi Top Ten la colocaré. Muy arriba, seguro.
pipona
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