En fin, Aquellos maravillosos plagios. A buen entendedor pocas palabras bastan. Una voz en off de adulto narra la infancia y preadolescencia del crío de turno, en la década de los setenta, intercalando dicha voz con las imágenes de su pasado. Si hubiera un tribunal de plagios televisivos con esta serie tendría poco trabajo. Es un caso flagrante de cadena perpetua a pan y agua.

El cine de De la Iglesia, en general, y en el film que nos ocupa en particular, peca (a mi parecer) sistemáticamente de un lamentable error. Gran creador de universos particulares -igual homenajea con originalidad el spaghetti western, como revisa con maestría los setenta, como despedaza el ridículo mundo esotérico- y notable director de actores -como definiría un crítico que se precie-, suele perderse en grandilocuentes finales que a mí, me dejan mal sabor de boca.

"En cazuela de 2 l. hervir leche y sal. Añadir harina tamizada y huevos enteros, agitando enérgicamente. En una sartén con aceite muy caliente, escudillar la masa dejando los churros bien dorados"
Sustituir harina por largos pelos grasientos de adolescente muerta y leche por agua sucia del estanque donde se ahogó la susodicha y ¡alehop! película de terror japonés. Sírvase en salas comerciales con música a volumen insufrible para asegurar hiperpalpitaciones de corazón.

Seamos sinceros. La película no vale mucho. A día de hoy se han hecho centenares de films de esta calaña, e incluso mejores. Pero el guionista que puso en boca de Stallone la frase que titula esta crítica, bien se merece este aprobado y el aplauso de este aficionado plumilla.

Eso es exactamente lo que me pasó a mí. Una excelente portada despertó mi curiosidad en el videoclub, la alquilé dando un palo de ciego y ¡bingo! Retorcido guión, tensión inquebrantable y un buen puñetazo de cine ante mis atentas pupilas. Aún así, tal y como rezo en el título, no la recomiendo, absolutamente a nadie. Así la sorpresa será morrocotuda.