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España España · Madrid
Críticas de Charles
Críticas 1.065
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
21 de mayo de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente no hay melancolía más dulce que la de los tiempos pasados.
Y a la vez más traicionera, capaz de confundirnos constantemente una vez se despierta.

Robin vuelve al bosque de Sherwood tras las cruzadas.
Pero, por primera vez, todo ha cambiado: ya no son Robin y sus amigos corriendo por el bosque, huyendo del sheriff y robando a los ricos para dar a los pobres. Ahora son solo cinco tristes hombres de cincuenta años, a los que hace mucho la vigorosidad abandonó. Ya no hay mallas verdes, o ni siquiera una risotada tras haber burlado al príncipe Juan de nuevo.
Solo quedan recuerdos, y esperar que el presente sobreviva a él.

Es en entonces cuando Robin vuelve a ver a Marion, su Marion, nuestra Marion. Tan bella como siempre y el doble de resolutiva, ya no un recuerdo idealizado, si no una mujer que ha encauzado su vida.
Se palpa el dolor en las conversaciones entre ambos. El dolor y la equivocación, de haber creído cada uno que su deber era más importante que el corazón. Paseando entre las ruinas de su antiguo hogar uno piensa que 30 años no es nada, que se puede recuperar el tiempo perdido, y que probablemente las heridas sanen. Pero no son heridas, hace mucho tiempo que cicatrizaron, hace demasiado que se cerraron con ayuda de otras pasiones.
Dos personas que aprenden de nuevo a vivir juntas, quizá agobiados por el peso de las expectativas, pero que poco a poco encuentran su sitio en los brazos del otro, un sitio que probablemente siempre les estuvo esperando.

Es de agradecer la desmitificación: las armaduras pesan, casi tanto como los años, hay una Inglaterra que se cae a pedazos y Sean Connery con Audrey Hepburn no tienen pudor alguno en tapar sus carnes curtidas en otras tantas batallas, otras tantas idealizaciones. Lo que ayer era una lucha estética entre volteretas hoy es algo sucio, a traición y donde los contrincantes resoplan cada cinco minutos.
Porque todos nos hacemos mayores, los mitos también, y probablemente 'Robin y Marian' tenga la mejor comprensión de ellos: sin burla ni exageración, tan solo inmensas dosis de cariño y, con suerte, algún tipo de redención.

Robin nunca volverá al campo de batalla, ya no puede su cuerpo aunque su corazón diga que sí. Pero ese corazón pertenece a Marion, y probablemente hasta el final él no se de cuenta (pero, ¡qué bonito darse por fin cuenta).
Se podrá creer que Marion condena a Robin a un recuerdo sin honor, pero al contrario: le libera de sus aventuras, de la condena de ser siempre el eterno caballero que vuelve al campo de batalla. Y eso, eso solo lo hace alguien que te quiere con el alma.

"Nunca se volverá a repetir este día" dice Robin.
Es cierto, pero nunca abandonará nuestro recuerdo.
Charles
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7
20 de mayo de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelven las Bellas, vuelve Amy la Gorda, vuelve el humor incómodo, vuelve el orgulloso uso de los tópicos.
Todo vuelve, una vez más, para brillar en el escenario de nuevo.
Pero, quizás, lo que no vuelve, son los viejos tiempos, como siempre pasa.

'Dando la Nota: Aún Más Alto' es la secuela estándar, deriva de la primera, con todo más y mejor, donde sus responsables saben dónde funcionan y cuándo no.
Pero Elizabeth Banks encuentra algo que echar de menos, y eso es los momentos pasados. Y probablemente haya que agradecerle que haya encontrado un (leve) puñal que clavar en una fiesta que amenaza con hacerse demasiado intrascendente una vez perdida su novedad.

Cuántos no habremos descubierto la primera parte cuando nuestra vida acababa de empezar, y todo estaba nuevo y por descubrir. Y sin embargo, ahora, unos cuantos retos y desventuras después, ya todo parece algo más conocido, quizá menos de lo que fue.
Beca antes era la estudiante que encontró su camino en lo que le gustaba, y ahora sabe que debe abandonarlo, porque es hora de salir al mundo real. Sí, ese en el que como becario debes lidiar con el gusto en el café de cada uno, ese en el que cometes el error de ocultar cosas a la gente que se preocupa por ti, y en el que empiezas a tener quizás demasiadas responsabilidades.
Abandonar la pasión y el sueño para, con suerte, llegar a convertirlo en forma de vida, vaya.

¿Y contra eso qué? Contra eso, probablemente esta segunda parte tenga la mejor arma de todas.
Dejar de preocuparte. Vivir el presente. Tener un proyecto irrelizable que a lo mejor (sorpresa) llega a realizarse. Ensuciarse las manos, ni que sea por diversión. Saber distinguir los momentos perdurables de los que no lo son tanto.
Todo esto, que no es poco, entre versiones de canciones, grupos de chiflados a-capella y un oído musical perfecto para dar con la canción adecuada. Que, otra vez, sigue sin ser poco.

Probablemente, la alegría de la actuación final se contagia al público por todo lo ya mencionado.
También porque han conseguido, como decía aquella canción, que las vayamos a echar de menos cuando se vayan. Ellas también a todas las demás Bellas.
Pero esperemos que ese momento de marcharse tarde en venir. Y una canción mientras tanto nunca viene mal.
Charles
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7
20 de mayo de 2015
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El desierto ha calado hasta los huesos.
Donde antes había una locura de salvajes sobre ruedas de coches trucados, ahora solo hay un intento de civilización, esperando pudrirse hasta los cimientos y en el olvido, corrompida por sus propios habitantes

Si hay algo por lo que recordar esta historia, esta tercera aventura de Max, es por esa apuesta entre lo crepuscular y lo esperanzado. Probablemente motivada, y salida de las entrañas de su propio director, que se vio enfrentado a una tragedia personal en medio del rodaje, cuando su amigo y colaborador Byron Kennedy murió en un accidente mientras buscaba localizaciones.
Así, George Miller, en lugar de creer que ese páramo seguirá siendo el lugar donde locos se destrocen entre motores y ruedas, elige darle una redención, algún tipo de camino final. Y, por extensión, a Max.

La clave está en ese contraste entre Negociudad, un último reducto de la humanidad, reducidos a ratas que se quitan unas a otras la existencia, y ese campamento, casi surreal, de los Niños Perdidos que sueñan con una ciudad del futuro a la que regresar, un sueño que pondrá fin a sus problemas, parece.
Entre medias, Max, ese antiguo guerrero que ya libró sus batallas, ajeno a unos y a otros, de nuevo solo buscando un beneficio personal porque los ajenos cuestan demasiado cuando se pierden. Mel Gibson está aquí particularmente brillante: su gradual convencimiento hacia una causa se puede ver en sus ojos como algo que se debe hacer, pero, y sobre todo cuánto más implicado se ve, como una oportunidad de paz, y de futuro.

Porque son los Niños, los que George Miller elige enfrentar a Ama (una Tina Turner espectacular y carismática), como recipientes de la única cordura que queda en el mundo. Contra Negociudad, contra sus luchas de poder; siempre razón, y poder aprender de los errores del ayer.
Habrá quien diga que esto no es 'Mad Max', pero no estoy de acuerdo: asistimos al último sacrificio del héroe que nunca quiso serlo, el que es capaz de quitarse de la ecuación porque sabe servirá para que haya un mañana.
No veo mejor plano para despedirle que verle alejándose, en la lejanía, como una leyenda que se contará de generación entre generación, para inspirar a otros. Nunca quiso serlo, pero inevitablemente lo es.

De entre una tierra maldita y acabada, surge una esperanza.
Una esperanza, como no puede ser de otra manera, protegida por Max. El guerrero Max.
Charles
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7
19 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más de uno se puede plantear, en esos grandes cataclismos que sucedían en las historias de catástrofes, cuáles eran las bajas civiles más comunes que no había tiempo de apreciar porque el héroe urbanita y padre de familia estaba salvando a su familia/hij@/esposa de las garras de un cruel volcán desatado que consumía una ciudad o de un rascacielos gigantesco en llamas.
O, más recientemente, en esos destrozos en los que unos superhéroes salvan la ciudad o en que unos monstruos gigantescos la convierten en su lugar de reunión. Dónde están los demás, los no-protagonistas.

'Monstruoso' probablemente responde a esa pregunta de manera tan eficaz como hábil.
Haciendo su vida, relajándose, descansando, pensando en el futuro, discutiendo... y una vez desatado el caos corriendo como pollos sin cabeza, dejándose llevar por sus instintos primarios, entorpeciendo a todos los encargados "reales" de lidiar con ese caos.
Ingratamente olvidados, meros números en el recuento final, tras el desastre.

Este vídeo de una cámara encontrada cualquiera les devuelve una pequeñita gloria como cara invisible de un conflicto en el que siempre nos importan otros. Incluso insisten, irónicamente, en presentarse y subrayar la importancia de lo que están grabando, como si no fuera a ser más que una mera curiosidad entre un montón de papeles de gente desaparecida, bienes dañados y análisis de situación.
Pero ya que están, que menos que dejarles. Por una vez, ellos son los protagonistas.
Charles
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7
16 de mayo de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En apariencia, una colección de estampas setenteras sobre una utopía sospechosa.
Bajo esa apariencia, sin embargo, hay un viaje, lisérgico, apasionante y revelador desde uno de esos mundos felices que denunciara Huxley hacia una humanidad más humana, valga la redundancia.

'La Fuga de Logan' construye esa utopía en detalles fantásticos en su sutileza: una gema cambiante en las manos como recordatorio de mortalidad pasada la juventud, el cambio de cara mediante cirugía como diversión, la poligamia descontrolada e instantánea... todos ellos detalles en principio deseables, pero cuyo exceso, se ve pronto, provoca una falta absoluta de empatía. La humanidad como una masa encargada solo de satisfacerse a si misma.
Basta recordar las caras excitadas y al borde de la risa maníaca de Logan y su amigo Francis a la hora de ejecutar un fugitivo: rostros que se toman como un juego su cometido de quitar una vida, porque no han comprendido nunca su valor. Las ejecuciones incluso no dejan ningún tipo de rastro, nada por lo que recordar al fallecido, los incontables muertos no tienen valor alguno y su existencia se olvida tan rápido como sus restos son retirados.

Casi, en el fondo, es irónico que las dudas de Logan surjan de dos factores tan contrarios como la aparición de la bella Jessica y su la minusvaloración a la que le somete el ordenador que le da las órdenes: si uno de ellos, la duda humana o la soberbia digital, hubiera fallado, Logan habría sido otro "cimiento" en el progreso.
Y es de ese progreso, ligado a la exaltación de la individualidad, de lo que se habla: de hasta que punto se podría el ser humano privar de todo lo incómodo, lo cansado, lo directamente tedioso para tener una vida confortable. Pero parece inevitable pensar que, suprimido el pequeño dolor de la existencia, todos los placeres se tornan vacíos y pasajeros. No hablamos de la esclavitud humana o dictatorial, sino de la esclavitud a nuestro propio placer, una más difícil de la que librarse.

La fuga de Logan junto con Jessica surge, en el fondo, de la esclavitud a ese placer, pero se irá convirtiendo en otra cosa, en la progresiva realización de que ese entorno que quema, duele y ensucia es quizás el entorno en el que más vivo se ha sentido.
Las alucinógenas fases que atraviesan para salir de la cúpula (dejando atrás viveros olvidados y seres humanos congelados, dejando claro que de cadáveres está el sistema cimentado) son casi una metáfora del parto materno, en la que se abandona un comodidad inmensa para salir a una realidad dura y no siempre servicial. Una en la que incluso se abandonan creencias y crecen determinaciones, creando un sentido a esa vida que ahora duele y deja su marca en nuestros cuerpos, pero también recompensa dando adjetivos y matices donde antes solo había verdades absolutas ("amado esposo, amada esposa", se dicen uno al otro, siendo la suma de ellos mismos, más que solo ellos).

No creo que Logan al final sea un héroe, sino que al final logra ser humano.
Probablemente la heroicidad máxima, ser humano contra la máquina de placer auto-satisfecho. Una en la que, quién más quién menos, nos podemos sentir identificados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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