"Primer" es un paradigmático ejemplo de cómo alguien puede enfocar mal la inteligencia. El ritmo trepidante, entrecortado y deslavazado no ayuda a generar la expectación deseada. El virtuosismo científico-técnico que atraviesa la trama se regocija en el detalle, pasa a hurtadillas por el tema filosófico que subyace detrás de tanta banalidad instrumentalista, hasta el punto que las paradojas se desinflan de contenido dramático, emocional, moral e intelectual, de igual manera que desinfla la paciencia de un espectador que no se para de preguntar quien habrá tenido la desafortunada idea de haber puesto en las manos de un monstruito de la ciencia una cámara cinematográfica.
En resumen, el film fracasa en dos sentidos fundamentales, en el narrativo-cinematográfico y en el científico, ya que, por otra parte, la incursión con pretensiones objetivistas acaba por malograrse en un panfleto freak de una generación cuya única preocupación en su vida es especular improductivamente con paradojas espacio-temporales.