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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
8
Drama. Thriller Unos delincuentes de poca monta deciden atracar la sucursal de un banco de Brooklyn. Sin embargo, debido a su inexperiencia, el robo, que había sido planeado para ser ejecutado en apenas diez minutos, se convierte en una trampa para los atracadores y en un espectáculo para la televisión en directo. (FILMAFFINITY)
6 de noviembre de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sidney Lument, que casi treinta años más tarde volvería al subgénero de los actracos con otra obra maestra (Antes que el diablo sepa que has muerto), contó con esta Tarde de perros una tesis sobre las tensiones sociales y como estas estallan en las situaciones límite.

Basándose en unos sorprendentes hechos reales, lo que Lumet ofrece en principio no es más que un sencillo atraco a una pequeña sucursal de un banco de Brooklyn. Pero a medida que avanza la trama, el director, muy inteligentemente, nos descubre sus verdaderas intenciones, al presentarnos poco a poco a los dos atracadores, a sus rehenes, y las reacciones de policías y civiles en el exterior. De esta manera, descubrimos que el quiz de la trama no es el atraco y que este se lleve a cabo, sino el detallado estudio, casi psicológico, de los motivos de Sonny y Sal (Pacino y Cazale), para llevar a cabo el robo y continuarlo; el estudio individual de la moral y los principios en las situaciones límite, por parte de los rehenes; y el revuelo social, que deja entrever las fobias de la sociedad, los prejuicios y los peligros del fanatismo.

Que una idea inicial de para semejante discurso ya es de por sí, loable; pero que además el ritmo, el tono, y las intenciones de la cinta sean tan desconcertantes, tan tensas, son un logro de tamaño gigantesco. Por ello, tanto el guión, como la dirección, dan en la diana con una historia valiente y descorazonadora.

Sonny y Sal son dos criminales atípicos. Fieles, educados, no demasiado violentos y hasta cierto punto, coherentes. Pero sin embargo, las interpretaciones de Pacino y Cazale son tan complejas que ambos ofrecen una dramática y oscura visión de sus personajes, medidos, calculadores y profundamente desconcertantes. Cada instante de ambos en pantalla (Pacino haciéndose cargo de unos magníficos diálogos y párrafos; Cazale absorbiendo energía en sus silencios), trasladan Tarde de perros de buena película a clásico, por esos dos personajes miméticos, enérgicos e hipnóticos, como ambos actorazos siempre fueron.
jaly
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