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España España · Madrid, Jaca
Voto de jaly:
9
Drama. Musical Biografía de la famosa cantante francesa Edith Piaf (1915-1963): su infancia, su adolescencia y su ascensión a la gloria. De los barrios bajos de París al éxito de Nueva York, la vida de Edith Piaf fue una lucha por sobrevivir y amar. Creció en medio de la pobreza, pero su voz mágica y sus apasionados romances y amistades con las grandes personalidades de la época (Yves Montand, Jean Cocteau, Charles Aznavour, Marlene Dietrich, Marcel ... [+]
28 de diciembre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay ciertas películas que merecen la pena porque son enciclopedias históricas de los logros humanos y sus personajes. Cuando un intérprete hace un trabajo como el de Marion Cotillard en La vida en Rosa, no se puede hacer otra cosa que alabar los logros y estremecerse ante la magia: el cine es capaz de resucitar a nuestros héroes, para contar sus vidas, unas vidas en las que los elementos se conjugaron de tal manera que se convirtieron memorables.

La vida en Rosa es una película sorprendentemente optimista; una carta de amor a la vida y a la experiencia, aún a pesar de todo el sufrimiento al que asistimos en esta gran aventura de Edith Piaf. Una vida marcada por el abandono, la soledad, la música, el amor y el dolor.

Una película aparatosa, barroca, de complicado montaje e interminables saltos temporales (lo que provoca sin embargo que nos perdamos detalles de los personajes secundarios), pero no podía ser de otra manera. La personalidad y las vivencias de Edith Piaf fueron como un alud precipitándose por montañas, fosas y cornisas; arrastrando rocas, árboles y nieve. En esa pequeña mujer había tal pasión y tal entrega a el hecho de estar viva, que Olivier Dahan no lo puede obviar, convirtiendo este biopic en una compleja obra de arte repleta de claroscuros, pero dando imagen a La Voz. La Voz de París. La Voz del Alma. La Voz del Amor. Pocas veces se ha cantado al amor como se hace en La Vida en Rosa.

Hay cientos de momentos que preservan una inmensa cantidad de vitalidad, de entrega y de arte: por ejemplo la primera vez que Piaf canta en un teatro, y los espectadores no oímos su voz, sólo vemos sus arrebatadores movimientos; o todo el episodio en Nueva York, bañado por una luz ausente en el resto de la película, repleto de miradas y silencios entre Cotillard y Martins (que interpreta espléndidamente al boxeador Marcel Cerdan); el combate de boxeo con “Mon Dieu” de fondo; el angustioso travellig de Piaf buscando a Marcel acompañado de “L'Hymne A L'Amour”; o todo el Requiem final.

Y por supuesto, es a Marion Cotillard a quien hay que agradecerle esta lección de vida, amor y arte. Es ella quien invoca y resucita a Piaf de por vida. Tanto en su caracterización externa como en su fusión emocional con La Mome, la joven y bella actriz desgarra su alma y carga sobre sus espaldas el rotundo y frágil carácter de Edith Piaf, de manera tan perfecta que resulta casi aterradora. Hay tal profesionalidad y entrega a su personaje, que Cotillard eleva la película a puntos de una emoción tan fuerte como la que provocaba Piaf con su música. Y aquí, la música, el amor, la vida y la entrega total a la pasión que guía su vida, nos la sirve Cotillard a través de la personalidad de Piaf; o Piaf a través del cuerpo de Cotillard.

Pero no creo que pueda olvidar a este pequeño pajarillo cantándole al amor de tal manera que revolvió el mundo.
jaly
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