Los críticos de medio mundo han alabado esta película sin pudor. No voy a ser yo uno de ellos. No me interpreten mal. No considero Che una mala película, pero tampoco buena. La historia que cuenta merece ser contada. Pero si la película no se ha concebido, ni vendido como cine documental no entiendo porque tiene que parecerlo. Es asimismo una película incompleta. Tal vez cuando se estrene la segunda parte y se pueda ver en su totalidad mi concepción de la misma cambiará, pero por ahora debo valorar lo que se ha presentado. No funciona, como por ejemplo si hacía Kill Bill, por si sola. La historia, los conflictos de sus personajes, no van a ninguna parte, ya que de pronto, acaba.

Admiro la profesionalidad de Soderbergh al no querer ser demagogo y conseguirlo en una historia tan propensa a la demagogia. Admiro su originalidad y riesgo técnico, en especial en su uso del blanco y negro. Pero no comprendo muchas de sus decisiones, como las ya comentadas, o el hecho de que en el guión ningún acontecimiento pase hasta media hora antes de acabar el film. Si dedicase ese tiempo a realizar una introspección de los personajes para que el espectador entendiese quienes eran, qué hicieron y porqué lo hicieron lo comprendería. Pero no es así. La historia y sus protagonistas no tiene nada de personal ni de pasión, por lo que es imposible identificarse con ninguno de ellos o sus motivaciones. El espectador sale de la sala de cine frío, como tras ver un telediario no demasiado interesante y que además se le ha hecho largo.

Lo mejor de la cinta: sin lugar a dudas, Benicio del Toro, que pese a que no puede defender la pasión de Che por su revolución, al menos se mimetiza con él, en el cuerpo, la voz, la autoridad, los gestos. Cuando sea una película completa, de verdad, ya veremos.