Partamos de la base de que estamos hablando de la considerada como una de las mejores películas de la historia del cine, por no decir la mejor, junto a su segunda parte. Eso hace que cuando uno se dispone a verla por primera vez 45 años después de su estreno, obviamente se tengan las expectativas por las nubes, pero que también te inunde un pequeño halo de miedo y desconfianza ante una posible decepción.

Bueno, basta decir que cuando quise darme cuenta ya estaba viendo los créditos. Con esto quiero recalcar que el hecho de que una película de casi tres horas de metraje haga que todo ese tiempo pase volando es sin duda porque es de una calidad superlativa. Y "El Padrino" lo es. No es que cumpla las expectativas generadas, las pulveriza.

No soy yo el que a estas alturas pueda descubrir nada a nadie sobre sus enormes cualidades. Igualmente rememorando de forma rápida: el carisma de todos y cada uno de los personajes, incluidos los secundarios (ese Clemenza), esas potentes escenas que te mantienen con el corazón en un puño de forma constante, ese contraste tan bien ejecutado entre las diferentes personalidades de los hijos de Don Vito Corleone, ese ritmo pausado, pero a la vez vertiginoso, esa ambientación que te sumerge en el mundo del hampa neoyorquino de los años 40 y por último, aunque para nada menos importante, mención a esa banda sonora, encabezada por la que es la melodía más reconocible del cine.

Es bien simple, por todo esto y mucho más, el encumbramiento a "El Padrino" se entiende en su totalidad. Es un trabajo exquisito, enorme y regular en todos y cada uno de los apartados que definen a una película. Por sacarle un pero, puede que haya una cantidad importante de saltos en el tiempo que no se marcan y especifican demasiado bien, quizá enseñarlos en más escenas no habría estado mal. El caso es que teniendo en cuenta que ya se alcanzan casi las tres horas, tampoco habría sido una idea demasiado buena y tal como está es más que suficiente en cuanto a longitud.