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España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
8
Drama Agosto de 1941. El gobierno de Vichy ha creado una Sección Especial cuyo objetivo es la ejecución de chivos expiatorios para aplacar la ira de los nazis cuando algún oficial alemán es asesinado por la Resistencia. Las víctimas, cuatro comunistas y dos judíos elegidos aleatoriamente, serán juzgados por un tribunal corrompido. Mientras que un joven magistrado intenta hacer valer sus influencias políticas para conseguir el indulto, uno de ... [+]
2 de junio de 2014
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Analizar momentos históricos en los que la estulticia humana ha colocado el listón a una altura de difícil superación es tarea de algunos buenos cineastas entre los que se encuentra el griego Costa-Gavras. En esta ocasión el director, ayudado en el guión por Jorge Semprún, se para en la Francia colaboracionista de Pètain y su ridículo gobierno de Vichy; en aquellas vergonzosas fechas se creó la Sección Especial para amortiguar el furor de los alemanes (que ni siquiera lo habían solicitado) cada vez que la Resistencia actuaba contra los invasores fascistas. En su afán de ser más papistas que el papa, castigaban con desproporcionadas penas, incluida la muerte, a comunistas, judíos y otras gentes de "mal vivir", cada vez que el pueblo francés utilizaba la fuerza contra los ocupantes.

La barroca necedad y lo grotesco de las situaciones conducirían a la hilaridad si detrás no estuviera una terrible realidad que costó la vida a los auténticos patriotas, los que luchaban por una Francia libre. Pero como todo es cíclico, y el ser humano no aprende de sus errores, estas escenas de brutal escarnio genocida han seguido produciéndose en otros lugares del mundo, cuando los pueblos oprimidos han dicho basta al afán de los imperios por "democratizar" y "liberar de la tiranía" a quienes no quieren poner coca-cola, vodka o salchichas de frankfurt, en los biberones y potitos de sus hijos.
La moneda de cambio es siempre la misma: sacrificios humanos, que incluyen partes del cuerpo, como las cabezas en este caso. Cabezas que siempre son humildes (ideólogos de la calle, tropa ignorante, niños, mujeres y ancianos) y que reflejan el absurdo de las guerras en sus asombrados ojos de muerto.

Atribuyen a Einstein la frase: "Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y de la primera no estoy seguro". Tras ver este excelente documento, de uno de los mejores realizadores de cine político y social, estamos obligados a darle la razón al genial científico.
Sinhué
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