Los 51 años que han pasado desde que Jacques Becker firmara esta artesana obra de arte, no han hecho más que mejorar una de las más grandes, si no la mejor, película que se haya hecho con la fuga carcelaria como objetivo. Es tarea improductiva la de buscar un solo error en esta obra estudiada hasta el último detalle.

Durante 110 minutos, descontados los de la presentación, nos convertimos en compañeros de celda de cinco hombres que comparten ansias y altas expectativas de libertad. Poco importa cuales sean sus culpas, su meta es tan plausible que ni siquiera nos planteamos el porqué de su encierro. Con ellos soñamos, sudamos, inventamos, sufrimos y concluímos que, sean cuales sean sus faltas, tienen el mismo derecho que los pájaros a romper la jaula y volar.

A pesar del poco espacio en que se desarrolla toda la acción, no existe en ningún momento sensación de claustrofobia porque el maestro francés, que colaboró en el guión junto al autor de la novela, Jose Giovanni, y Jean Aurel, hace que el intento sobrevuele la penitenciaría y se coloque unos metros más allá de sus muros.

Es un completo tratado del buen cine, con un desarrollo sin altibajos y un ritmo sostenido que mantiene el interés y la duda entre las sombras de los rostros y los pasos, que ejecutan la música de suspense, sobre el pétreo tam-tam de las galerías.
En La Evasión, que perfectamente pudo haber tomado título del original: El Agujero, se habla poco, se mira mucho y se insinúa bastante, consiguiendo convertir en aventura una historia que transcurre fundamentalmente en 15 metros cuadrados.
Hazte un test viendo Le Trou y si no te gusta habrás averiguado que el cine no es lo tuyo.