No es fácil hacer comedia con un tema tan serio, cual es el hecho de que una sociedad del crecimiento obligado y consumo forzoso e inmediato, arrincone a una parte de su población, la más experta, en aras al beneficio empresarial, que no solo tiene que ver con la llegada de las máquinas y el supuesto mayor rendimiento de los más jóvenes, también con los salarios de miseria que perciben estos últimos.

El placentino Santiago Requejo hace una intentona cómico-benigna, con un buen plantel actoral; considerando, tal vez por su edad, que bueno será que nos adaptemos cuanto antes a los nuevos tiempos; aunque sea tragando pildorillas inevitables de injusticia, explotación y sometimiento a las recetas económicas, de los que miran a los @buelos como rémora de su sistema, por tener sueldos razonables o pensiones dignas. Derechos adquiridos que los hijos y nietos nunca alcanzarán.

Repito, no es fácil hacer reír con una perspectiva tan poco alentadora que hiela los chistes a medio camino. Coincido con la mayoría en el buen trabajo, sobre todos, de Ramón Barea y Carlos Iglesias; y en que la idea hubiera sido más aprovechable de haber tomado derroteros más heavys; el humor negro también es humor.