Correcta película del oeste realizada con la soltura y profesionalidad suficientes como para entretener y resultar creíble; considerando el margen de complicidad que hay que tener con los aventureros cuyas vidas transitan por el filo de una navaja.

Mateo Gil, uno de los jóvenes guionistas más solventes de este país, colaborador habitual de Alejandro Amenábar, deja esta vez las letras a la pluma de Miguel Barros que corrige la versión oficial sobre los últimos días de Butch Cassidy (Sam Shepard), para alargar su vida y hacer crecer su leyenda por tierras bolivianas, acompañado en esta ocasión de un ingeniero de minas español (Eduardo Noriega) y de los recuerdos de su juventud al lado de Sundance Kid y la mujer que compartieron.

La historia se podría incluir en un sub-género, con muy buenos precedentes, que alberga crepusculares pistoleros, duros de roer, escupiendo hiel para borrar sus pasos y burlar a sus eternos perseguidores. Estos solitarios caínes suelen dar mucho empaque a las habladurías populares y excusas convincentes a las reflexiones existencialistas.

Un western español digno y aseadito.