Hay algo en Blade Runner, con voz en off o sin ella, con unicornio o sin él, que nos transporta en una de esas naves de desplazamiento vertical, empujando la lluvia hacia arriba, a un mundo triste e irremediable, espeso, oscuro, en el que nada va a mejorar.
La mayoría no puede irse de esta tierra quemada por la guerra nuclear y vaga sin tener nunca claro lo que es vida y lo que es pesadilla, lo que es verdad o pura invención; algunos androides rebeldes cuestionan su fecha de caducidad.
Un incipiente amor se defiende, con la fuerza de un niño, de las risas de quienes han extirpado ese molesto apéndice de sus vidas. Contra la realidad y la bioquímica, contra el propio asombro de los enamorados: el amor balbucea por las abigarradas calles de Los Angeles del 2019, entre gases inflamables y "andrillos" baratos.

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?; es el título de la novela de Philip K. Dick, que escrita en 1968 es la base del guión de David Webb Peoples & Hampton Fancher. En ella, como se refleja posteriormente en la película que se estrenó el mismo año de la muerte del escritor, la filosofía intenta abrir un agujero en la caótica existencia de una humanidad agónica para dejar paso a la luz y al oxígeno. ¿Tendrán las máquinas la solución? ¿Serán los Replicantes de última generación los nuevos revolucionarios, los portadores de principios revitalizadores?
Ridley Scott, y los suyos, construyen las bases de una realidad postnuclear basándose en la literatura de ciencia-ficción, que siempre fue "cosa de locos" que erraron la fecha de su nacimiento.

El gran mérito de Blade Runner es que, pase el tiempo que pase, siempre tiene la misma edad. Da la impresión que a K. Dick le bailó algún número de la fecha, que bien pudo ser el año 2521. Esto último da al documento cinematográfico un valor añadido y conseguirá, sin proponérselo, aquello que buscaban los esclavos del planeta rojo: la inmortalidad.
Cuantas más veces veo la película más deseo el fracaso del cazador, el incrédulo Deckard (Harrison Ford) y todo lo que representa; y más convencido estoy de que los Nexus-6, encabezados por su gran filósofo y poeta, el comando Roy Batty (Rutger Hauer), son la única solución de un putrefacto planeta que busca con desesperación un meteorito sobre el que estrellarse.