La Celda 211 es la historia de un motín carcelario, y las casuales circunstancias que nos permiten infiltrar un hombre dentro, que deja al descubierto algo más que situaciones propias de desalmados y yonquis sin regeneración posible.
Liderados por Malamadre (Luis Tosar), tan violento como iletrado, pero con algunos sólidos principios donde clava el estandarte de la amistad; los presos exigen más dignidad y no tardaremos en descubrir que sus peticiones no son tan descabelladas.

Las cárceles, viene a decirnos Daniel Monzón, no sólo no reinsertan a sus huéspedes; también sirven para convertirse en un pudridero de funcionarios de todos las escalas. La violencia, continúa el director mallorquín, no es patrimonio de los delincuentes fichados, también de algunos que rellenan las fichas. Visto lo visto, concluye el amigo Daniel que ha construido el guión sobre la novela de Francisco Pérez Gandul, habría que empezar a buscar nuevas alternativas a estos sistemas penitenciarios tan antiguos como ineficaces.

Los actores secundarios están espléndidos, pero quienes no gusten de Luís Tosar no deberían ver la película, porque es tan creíble el personaje que pueden sentir miedo de que Malamadre traspase la pantalla y les pida cuentas por las insultantes descalificaciones que profirieron, refiriéndose al actor gallego, el otro día en el bar.