Buena inversión, una vez más, la de los euros invertidos en acudir al cine para ver el nuevo trabajo de Agnès Jaoui, esa talentosa directora y actriz que insiste en mostrarnos la irrealidad de un modo real. Como el pintor que con tres pinceladas crea una cara, Agnès es capaz de hacer emerger personalidades y realidades cotidianas en el marco de comedias sin pretensiones. No es el suyo un ciné profético, ni combativo, ni muchísimo menos prescriptivo, pero sirve para exhibir que tiene de contradictorio el individuo y como éste gestiona sus contradicciones. Es un cine sobre las personas, pero dentro de la sociedad real, porque el mundo real transita permanentemente por el metraje, a través de la política, el feminismo, la agricultura, el trabajo, las diferencias sociales y un largo etcétera de elementos que sitúan las personas en su contexto social, respetando lo que tiene el cine de mirador y compensando una de las grandes carencias del cine europeo y no digamos del estadounidense: el no retratar las sociedades en que concretamente vivimos de un modo natural.

Jaoui se beneficia además de un gran reparto de actores franceses, encabezados por su pareja y genial actor, Jean-Pierre Bacri, de cuyas grandes dotes para la comedia ya han dejado constancia unos cuantos trabajos.

En definitiva, una película muy recomendable para los que buscan algunas profundades en la sencillez y una mirada afable sobre el mundo, tras la cual es difícil no salir más contento de la sala que antes de verla.