Durante las seis películas previas, pudimos ver cómo Harry y sus compañeros se convertían en magos de provecho gracias a las mil y una clases en Howarts y las muchas aventuras vividas. También pudimos conocer a sus profesores, los extraños lugares que componen el universo harrypottiano, y los terribles mortífagos. Ahora, unos años más tarde podemos, por fin, contemplar la primera parte del final de la gran épica inventada por Rowling.

Las primeras películas de la saga destacaban por el aire de película familiar de principios de los 90 que les proporcionaba Christopher Columbus y Alfonso Cuarón. En ellas, primaba la escenografía del universo creado por la famosa escritora y un desarrollo basado en un buen guión. En la cuarta al pretender darle un aire más oscuro acorde con las novelas, se empezó a fraguar del desastre que serían las últimas películas dirigidas por David Yates: paupérrimo guión, adaptación muy libre de las novelas, estética excesivamente videoclipera... Ésta, aunque mejora notablemente la anterior; sigue cometiendo los mismos errores que ni Alfonso Cuarón, ni Christopher Columbus cometían.

Dejando a un lado esa equivocada estética, decir que la película sufre las consecuencias de uan espántosamente mala adaptación del sexto libro. En aquella película, se obviaron detalles importantes para el desarrollo de esta película; con lo que se han dejado de contar cosas importantes o se han contado cosas sin explciar de dónde vienen. Tampoco se entiende el por qué se añaden sucesos que no aparecen en el libro para quitar otros que si aparecen; o por qué no se le ha dado la justa importancia a las muertes de Hedwig y Ojo Loco, ni a las batallas.

Respecto a los actores, hay que reconocer que los tres protagonsitas son unos actorazos a pesar de su corta edad. Sin embargo, se hecha de menos un mayor aprovechamiento de los demás.