El archi-reconocido director y actor Orson Wells utiliza para esta película una de las fuentes más usadas para dicho fin: tomar prestada una novela y obtener de ella la idea y el guión. Pero, en vez de servirse de una afamada novela que asegure un importante flujo de espectadores provenientes de los fans de esa novela, o de una novela de esquisita calidad que asegure un buen material de inicio; se sirve de una novela de poca calidad y alejada de la fama. Con todo ese riesgo, consigue un producto bastante aceptable.

Un marinero apodado como el negro irlandés por su fuerte caracter, salva a una bella mujer durante el transcurso de un vespertino paseo. Aldia siguiente el marido de dicha mujer le propone trabajar en su yate como gratitud. Durante ese trayecto, se irán conformando diversas conspiraciones y el imprescindible romance entre el protagonista y la mujer salvada.

La película centra su mayor virtud en una sencillez que resulta bastante agradable a la vista. El guión, aunque no es brillante contiene alguna frase ingeniosa; los aspectos sonoros y técnicos se ajustan a la capacidad de la época, sin tratar de extralimitarse; y la dirección y el montaje resultan bastante convencionales, a pesar de que ese aspecto le solía producir alergia al bueno de Orson. Su gran pero, una escena final (la de los espejos) muy alabada, pero que resulta ridícula a no más poder.

En cuanto a los actores, buena participación individual de todos, escasa complicidad entre la pareja protagonista, y un Orson Wells al que no se le ve cómodo soltando mamporrazos a diestro y siniestro.