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Voto de SEÑOR SPINALZO:
9
Drama Nader (Peyman Moaadi) y Simin (Leila Hatami) son un matrimonio iraní con una hija. Simin quiere abandonar Irán en busca de una vida mejor, pero Nader desea quedarse para cuidar a su padre, que tiene Alzheimer. Ella le pide el divorcio y se muda a vivir con sus padres. Nader no tiene más remedio que contratar a una mujer que cuide a su padre. Una negligencia de la asistenta provoca un conflicto de grandes dimensiones. (FILMAFFINITY)
23 de diciembre de 2011
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La consagración de cine iraní es un hecho constatado desde hace unos años, siendo sin ninguna duda la mejor cinematografía de Oriente Próximo. Y ello es posible gracias a las historias humanas y cercanas que cuentan, algo que se acrecienta aún más teniendo en cuenta el contexto de la sociedad en la que se sumergen dichas narraciones. Esta misma línea es la que imbuye la narración de “Nader y Simin”, una película carente de grandes parafernalias, pero no exenta de una enorme frescura y dinamismo que la hace merecedora del puesto de privilegio que está empezando a tener dentro de la cinematografía del Irán.

De entrada, la película nos habla de una separación entre los dos personajes principales, decisión que parece explicarse en la primera secuencia de la misma. Pero los motivos aquí aducidos no dejan de ser pequeñas excusas para justificar la verdadera realidad que vamos intuyendo a lo largo del metraje. Orgullo, egoísmo, diferentes visiones y necesidades ante la vida, podrían ser algunos de los motivos reales. En definitiva, se nos habla de dos personas que caminan en sentidos casi opuestos, algo que descubrimos muy sutilmente a lo largo del entramado judicial que gobierna la mayor parte de la película.

Pero no nos olvidemos tampoco que la película puede llegar a ser una reflexión sobre ese concepto tan complejo como es la verdad. Pero la verdad entendida como entelequia que existe en uno mismo en contraposición con la realidad. Vemos pues que cada personaje se mueve por su propia verdad, situación que justifica en cada caso el uso de mentiras y omisiones que sólo empeoran la situación. Todo ello hace que surjan otros problemas internos para sus protagonistas como son la moralidad y la religiosidad, situación que cobra más peso en el contexto de esta sociedad tan opresiva como es la iraní.

Sin duda, el pilar fundamental sobre el que se sustenta la película es el guión, dotado de continuos diálogos que se complementan con las sólidas actuaciones de sus protagonistas. Pero tampoco podemos olvidar la enorme veracidad conseguida en la puesta en escena. La cámara destaca por sus encuadres realistas, casi como si se tratase de una cámara subjetiva del espectador que interactúa dentro de la escena. En esta línea, son habituales los planos con mínimos obstáculos (hombro de una persona, marco de una puerta…), elemento que dota a la película de una naturalidad próxima al “cinema verité”.

Asghar Farhadi logra una obra simple y compleja a la vez. Denuncia y critica a una sociedad llena de desigualdades, pero haciendo uso de la cotidianidad más pasmosa y simple. Se configura pues como un nuevo autor a tener en cuenta, destacando por su estilo personal que nada tiene que ver con otros grandes de su país como serían Abbas Kiarostami o Bahman Ghobadi, por poner sólo dos ejemplos. Cine de autor y comprometido para una de las películas del año.
SEÑOR SPINALZO
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