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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Acción. Thriller Un vagabundo (Rutger Hauer) llega a una pequeña ciudad dominada por la violencia extrema y la corrupción policial. Tras ser ayudado por una prostituta, armado con una escopeta decide limpiar la ciudad. Película basada en un falso tráiler que pudo verse con motivo del programa doble Grindhouse. (FILMAFFINITY)
19 de julio de 2020
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El clasismo y la ultraviolencia, compaginadas con el morbo mediático es algo que la sociedad va dejando crecer perjudicando a los más desvalidos, hasta que alguno llega a su límite. Hobo with a Shotgun es, como bien dice el título, un mendigo con escopeta (Rutger Hauer) que, harto de los abusos que sufren los más necesitados por las altas esferas de una ciudad sin ley, decide cortar con esa epidemia que asola las aceras a cartuchazo limpio.

Con una clara influencia de La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971) en el mensaje que pretende dar, Jason Eisener, extrayendo un falso anuncio del díptico de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez Grindhouse (2007) y poniendo todo su afán en asemejar el estilo de las fuentes tomadas, crea una película al más puro estilo serie B donde la acción y la sangre se compenetran para representar un espectáculo de casquería y violencia gráfica pulp con bastante crítica social y simbolismo.

Llamativas manchas de comedia negra funcionan a la perfección por el ambiente caricaturesco que expulsa la cinta, no entorpeciendo a la acción y manteniendo el carácter de intriga gracias a unos personajes curiosos que saben mantener la atención en el espectador, recordando a muchas obras de Tarantino. Como este último es la fuente de la que más bebe Eisener, es normal que por inercia haya más influencias, como es, por ejemplo, del spaghetti wéstern. Hobo, mendigo del que no conocemos el nombre (leyenda del hombre sin nombre), harto de la falta de ley en su ciudad, decide impartir justicia por su mano armado, casi como un ente invencible, y prácticamente retando en duelo al antagonista principal, Drake (Brian Downey) y sus hijos, como si fueran cuatreros que atormentan las vidas de sus conciudadanos. Todo ello se funde con ciertas reminiscencias del cine de gánsteres dando paso a un gran espectáculo del héroe redentor, el mesías liberador del pueblo, la lucha del bien contra el mal.

Un buen guión de Jason Eisener, John Davies y Rob Cotterill, rápido y directo al quid de la cuestión funciona como un vaso de agua refrescante en una acalorada noche de verano, haciendo una increíble puesta en escena del protagonista y el antagonista que sabe generar rápidamente el interés en el espectador. Tras una ligera vista en Hobo, el cual sin ningún tipo de diálogo da a entender el deseo de equidad y honestidad aunque con amagos de locura gracias a la ínfima línea que se traza siguiendo su cotidianidad hasta el conflicto. El antagonista aparece, comete un brutal asesinato que denomina 'show' ante la pasiva mirada de la sociedad, la cual no hace nada para frenar la maldad. Sin ser esto el detonante del móvil protagonista, sí supone un quiebro personal en pos a la reflexión y a cosechar un sentimiento pendenciero que abrirá el desarrollo. Una gran muestra de presentación de personajes en una película donde un ritmo veloz es primordial, ya que no posee los suficientes recursos argumentales para mantener la atención con más explicación que aquella que se vea exclusivamente en pantalla.

Para eso, Eisener tiene un concepto diáfano del espacio fílmico, el cual nos enseña con detenimiento con el fin de enseñar más fácil y naturalmente la degeneración de una sociedad, donde el entorno es la cara más visible de cualquiera. Ello se suma a una estética sucia, muy característica de las clásicas películas serie B de los años setenta, y a una emancipación del realismo para crear sus propias reglas en un marco distópico, pulp y con ínfulas de la novela gráfica. Los efectos especiales, a cargo de Invisible Pictures, desenmascara aún más las referencias al gore de los ochenta, centrándose en el body horror con escenas brutales que ensalzan, así, el mensaje de la ultraviolencia empaquetándolo con las porciones de humor negro.

Los movimientos rápidos de cámara van a poblar cada una de las escenas de acción, creando esa falsa concepción de caos en plano que conjuga de forma óptima con el frenesí rítmico y de sus personajes. De la misma forma, recursos propios del estilo que toma son los zoom in respaldados con frases lapidarias y deteniéndose en la gesticulación de los actores, predominando, obviamente, Rutger Hauer. Los travelling dorsales serán recurrentes en el planteamiento, mostrando la ciudad al paso de Hobo, también usando algunos contrapicados de maletero emulando el mítico plano de Tarantino en la profundización inicial del protagonista. Los barridos en las escenas de acción para expresar tensión y cambiar rápidamente de escena se compasa con la escenografía demencial que irradia peligrosidad e incluso temor al espectador, usando también panorámicas horizontales para puestas en escena donde el entorno y los extras juegan un papel fundamental para respaldar el mensaje.

Rutger Hauer, como siempre, se sale haciendo del demente mendigo, muy bien favorecido por la excelente interpretación de Brian Downey como motor para su evolución y una atractiva Molly Dunsworth que acompaña las andadas de Hobo, dándole nuevas inspiraciones que abren camino hacia más intriga y, por ende, más acción. La banda sonora compuesta por canciones populares en su mayoría, elaborada por Adam Burke, Darius Holbert y Russ Howard III nos sitúan en un tiempo próximo a la contemporaneidad, ergo sensibiliza más al sentir más próxima la denuncia de Hobo.

Una fabulosa muestra de cine de acción con un Rutger Hauer en forma emulando a un Jesucristo demente y liberador de los suyos, que crea un donairoso mundo plagado de violencia de la que, al contrario que la sociedad que lo forma, nosotros no apartaremos la mirada de la iniquidad impetuosa que campa a sus anchas sin que nadie se interponga.
Tiggy
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