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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
5
Terror. Fantástico Una mujer hará todo lo que sea necesario para completar lo que ella considera su gran "obra maestra", aunque para ello tenga que adentrarse en un mundo de sexo, droga y asesinatos en la periferia de la ciudad de Los Ángeles. (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está bien que un director tome influencias directas de otros cineastas, como ya hizo Begos con los grandes maestros del terror de la serie B en VFW (2019). Pero una cosa es eso, y otra muy diferente es lo que hace con Bliss. Con este delirio esquizoide, el estadounidense trata de plasmar la crisis de creatividad artística desde el prisma de la violencia, ¿te suena? El genio demente, Lars von Trier, ya trató este tema con enorme profundidad en La casa de Jack, película estrenada un año antes que Bliss. Y, en este caso, lo que hace Begos es reciclar el concepto del danés, muy torpemente, para trasladarlo al particular universo que intenta crear mirando a través de los ojos de Gaspar Noé, juntando la violencia con la lujuria en una cinta no apta para epilépticos. Ello lo deja en manos de Dora Madison Burge, la única persona del elenco que ofrece una interpretación, dando vida a Dezzy, una pintora que solo encuentra la inspiración en una potente droga denominada ‘bliss’.

El estilo neurótico que Joe Begos exhibe, de deslumbrantes y vívidos colores, montaje frenético y movimientos de cámara imposibles se adaptan a la perfección con el mensaje antidroga que lanza en sus dos últimas películas. Como si fuera un mal viaje o una dantesca pesadilla, con Bliss consigue con creces hacernos pasar un mal rato, cuidándose de que acompañemos de primera mano a la protagonista hasta hacer que suframos su infierno, su latente locura, hasta hacernos preguntar si lo que vemos en pantalla es real o solo es el producto adulterado del consumo. Eso es algo que hace muy bien, muy respaldado por la impecable interpretación de Madison Burge. También gracias a la estructura narrativa que construye a base de repeticiones, derivada de la estructura maestra ‘trozo de vida’, en la que omite la diferenciación en tres actos con el fin de recrear la tortuosa vida del adicto con la plena utilización del tiempo diegético para su fin. Con ello, introduce nuevos problemas en cada bucle para cocinar el gran clímax, el fin de la obra artística, la casa que construye Dezzy en su cuadro.

Sin embargo, este tipo de terror depende exclusivamente de la atmósfera que sea capaz de crear y mantener, y esto es algo que no consigue. Al contrario que la asfixiante Despertar en el infierno (Ted Kotcheff, 1971), Begos cede ante la presión dejándose llevar por un subidón de gore explícito que se adueña del argumento y, más importante, se adueña del terror que incentivaba con cada chute de bliss. La angustia, la ansiedad y la incertidumbre del toxicómano en crisis se ahoga entre litros de sangre, descuidando la temática de la creación y autodestrucción y olvidando el drama de la dependencia para sacar del ataúd los vampiros de Guillermo del Toro a ritmo del punk barato de Steve Moore.

Bliss es salvaje, sucia y obscena, a medio camino entre el mórbido mundo de la adicción y la nueva carne sin saber decantarse por uno, o por otro. Una película no para todos los paladares, entre los que me incluyo, pero el buen hacer de Begos y las dotes artísticas de Madison inclinan la balanza de este controvertido viaje independiente que no pienso volver a repetir.
Tiggy
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