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España España · Madrid
Voto de Melmoth:
4
Aventuras. Drama. Bélico. Romance Año 1939. Lady Sarah Ashley (Nicole Kidman) es una aristócrata inglesa frívola y superficial. Un matrimonio sin amor y sin hijos le ha privado de todo lo que que no sea su cuadra de caballos. Convencida de que su marido le es infiel, Sarah viaja desde Londres hasta Darwin, en Australia, para enfrentarse con él. Su guía, Drover (Hugh Jackman), es un ganadero tan tosco como refinada es Sarah. La profunda antipatía que se profesan se ... [+]
27 de enero de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los buenos deseos, una excelente campaña (la puesta en escena de la publicidad es manifiestamente superior a la película), la atracción que subyace en los rostros elegantes y bellos de sus protagonistas, el preciosismo de unos paisajes australes, tan lejanos, tan excitantes e inalcanzables, todo en esta cinta estaba llamado a ser eminente y destacado, brillante y acogedor en la memoria cinéfila, pero... se gastaron la pólvora en salvas y todo eso que escribí al principio se ha quedado en eso, principio. Una lástima. No se preocupen, ya lo superaré (recibo ayuda todos los miércoles de mañana para mi neurosis psuedocultural).
A lo que vamos: los primeros minutos entretienen, sólo sea por la presentación de Kidman (a mi juicio, un pelín afectada en sus recursos interpretativos cuando llega a Darwin, la ciudad austral donde espera encontrarse con su marido, para luego regalarnos con un más suave, ameno e inteligente papel de señora viuda, apasionada, luchadora, tenaz y triunfante); Jackman hará las delicias de sus incondicionales féminas (hombres también, para qué negarlo), en una mezcla de Indiana Jones, Cocodrilo Dundee o Jeremias Johnson, todo un tiarrón de las antípodas (en un perfecto cliché -arquetipo actual- de hombre rudo, trabajador, libre, valiente, tierno y sensible, justo, perdonavidas, buen amante, mejor padre... ¡Dios, me reventaron las envidias internas cuando salió con su mejor sonrisa, su mejor barba de semanas, su mirada traviesa! ¡Caray, qué tipo!). Luego ese niño, Nana, sangre mezclada -como dice él mismo de sí mismo en la película- que demuestra que el mestizaje debiera ser ley entre los hombres, y que parece el más sabio de toda la tribu británica y maorí juntas (madre del amor hermoso, hacía tiempo que no veía tantos "bichos urbanos" anglosajones, tan racistas, tan suyos, tan blancos, tan gilipollas). El muchacho brilla entre todos por su naturalidad (la historia del cine está llena de ejemplos de 'movies' que salvan los tiernos infantes, porque los mayores no hacen sus deberes), sus ojos (¡vaya ojazos!), sus frases (el guionista se puso el mono de aprendiz de chamán o filósofo y le salió mejor que las palabras que pone en boca de las 'presuntas' grandes estrellas). Todo en el niño está bien hecho y, por esa razón, terminé de ver este tremendo engendro ("plan, designio u obra intelectual mal concebidos", según la cuarta acepción del DRAE).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Melmoth
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