La tendencia a convertir las adaptaciones en estrategias comerciales y en alimento capitalista para agradar a un fandom de extremadamente aprovechable comienza su desenlace. Los errores que venían dándose en las anteriores entregas se convierten en aspectos del argumento inexplicables y en omisiones narrativos de la obra de J.K Rowling que son fundamentales en el desarrollo argumental. La película escapa debido a su completo mantenimiento de lo esencial, es decir, sin alterar nada de lo básico conforme a las 400 primeras páginas del libro y servir de forma directa los ingredientes principales que formalizarán el final de la obra. A nivel interpretativo hay una mejora por parte de los actores principales. Aunque podría existir un debate entre sí existe o no una brillantez diferenciadora en la actuación de Rupert Grint, que se desmarca de su propia perspectiva hacia su personaje para hacerla más creíble. El guion ya se ha podido observar que es lo peor que tiene la película debido al arrastre en las otras entregas de cometer errores impensables en el tratamiento de la saga. Los pecados del pasado son el motor de que la adaptación sea decepcionante. Sin embargo, algo que hace bien la película es comparar metafóricamente el nazismo y sus componentes propagandísticos en comparación con el complot que desarrollan el ejército de Voldemort. Se desarrolla muy bien semióticamente este aspecto. El problema es que eso es sólo un detalle que convierte el trasfondo de la obra de J. K Rowling en algo apreciable bajo la mirada de cualquier espectador con una simple percepción y criterio sobre los aspectos más horribles de la historia del ser humano. Una primera parte que se siente como un lastre, sin necesidad de separar la adaptación en dos partes y dudando en si esta estrategia se debe a un intento de crear un buen merchandising que convierta la película en un simple blockbuster.