Bastante irregular cinta que se mueve entre el costumbrismo psicopatil y el intento por dotar de pretendida profundidad unos diálogos huecos. Un mindundi que trabaja en una perrera se obsesiona con una chica hasta el punto de secuestrarla para, en su delirio, intentar "salvarla". Pero no se sabe quien va a "salvar" a quien.

Lo más molesto de este tipo de películas es lo fácil que resulta montar una operación que incluye habilitar una celda de aislamiento, un secuestro y los asesinatos que se requieran sin que se produzcan mayores consecuencias. Todo es así de sencillo en el terror hollywoodense, si lo quieres, lo tienes. Y ancha es Castilla. Es una lata tener una mente que intenta ser analítica y razonar si lo que te cuentan tiene sentido, porque a medida que empiezan a gotear las incongruencias te vas saliendo poco a poco de la propuesta, hasta quedarte fuera y mirar con absoluta indiferencia el desarrollo de los hechos. Es todo tan absurdo que el giro a mitad de metraje te trae sin cuidado. Pues vale, me quedo igual que estaba.

Algo pergeñado como un producto de suspense psicológico debería transmitir algo de terror o angustia, pero nada de eso hay. Ni la idiotez supina de uno, travestida al principio de suficiencia condescendiente, ni la aparente fragilidad de la otra, recurso artificial que oculta una naturaleza bien distinta, nos llevan a nada que nos produzca ni el más leve cosquilleo. Ni una punzadita de inquietud. Y bebe de manera indisimulada de Stoker (2013) pero en versión tontorrona millenial, aunque Dominic Monaghan esté pasado de edad. Desechable.