¿Cómo os atrevéis a decidir por vosotros mismos?, ¿cómo osáis leer lo que no está permitido?, ¿cómo podéis saber qué es la verdad, si yo no os la digo? Es qué no os conformáis con lo que cuenta la televisión, ¿acaso no os tiene entretenidos?, ¿acaso no os informa lo suficiente?; ¿por qué buscáis complicaciones en textos antiguos?, allí sólo hallaréis confusión, emociones, y delirios, Individualismo cuando todos hemos de ser iguales. Pero afortunadamente estamos nosotros, el cuerpo de bomberos, para protegeros; y afortunadamente tan sólo a cuatrocientos cincuenta y un grados Fahrenheit arde el papel.

Si esto les recuerda a algo es que ya vieron o leyeron “Fahrenheit 451”; mas si les suena demasiado sin haberla visto o leído, entonces preocúpense pues tal vez el futuro les esté alcanzando. Butades aparte, aquellas son las premisas con las que, entre su inconfundible narrativa, François Truffaut nos introduce a través de la novela de Ray Bradbury en un futuro donde el colectivismo oprime la tan necesaria individualidad de cada persona; y eso lo hace impidiendo que el individuo se enfrente por sí mismo al acto reflexivo que supone la lectura, al acto de libre albedrio que significa decidir lo que le conviene, por mucho que en ello se equivoque.

Además de destacar la sobria interpretación de Julie Christie y una secuencia inicial fabulosa poco más puedo alabar de ella salvo su argumento; del cual ya he dicho suficiente. La trama va decayendo en su propia lentitud, su intriga no nos termina de atrapar y sólo al final nos vuelve a rescatar, dejándonos un buen sabor de boca.

En definitiva una película irregular a la que salva su argumento y el que siempre será apreciada por los aficionados a “La nouvelle vague”, entre los que no me encuentro.