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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
8
Aventuras En 1789, en los Mares del Sur, la tripulación del buque británico Bounty decide rebelarse contra el tiránico y cruel capitán Bligh. El motín lo encabeza el primer oficial, que defiende los intereses de la tripulación y abandona al capitán en un bote. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un peliculón, que disfraza de peli de aventuras una historia de sublevación contra las injusticias y reclamo de dignidad en la marina de la época, en la que la tripulación, mayoritariamente embarcada a la fuerza, era tratada con métodos muy cercanos a la esclavitud. Pero no hay que extrañarse, porque así era como se llevaban estos temas por entonces, como dice la madre de uno de los protagonistas al comienzo de la historia, “en el mar, una mano dura mejor que una blanda…”, vamos, una vertiente marinera del famoso “la letra con sangre entra…”.
Hay que echarle bemoles a lo que esta gente hacía, meterse en un barco y perderse en la otra parte del mundo durante dos años, con fines culturales, científicos, médicos, expuestos a enfermedades e infortunios climáticos, y encima bajo el yugo de unas ordenanzas militares inhumanas. Con razón había que llevarlos a casi todos obligados bajo amenazas…

Lo realmente meritorio de esta cinta es que, más de ochenta años después, sigue manteniendo la tensión sin haber perdido un ápice su interés en toda la parte central de la historia, la realmente importante, en la que el capitán Bligh aplica su particular ley de mando sobre la tripulación, y nos acaba trasladando a todos una mala leche importante. Como espectador, me he vuelto a sentir indignado y deseoso de darle una lección a ese pomposo y orgulloso capitán chapado a la antigua usanza, soberbio y tirano, incapaz de reconocer un error, y con la desfachatez de culpar a otros, con castigo inclusive, para justificarlo, pero que a la vez demuestra ser un marino excepcional, virtuoso de la navegación, con una fe y confianza en sí mismo indestructibles. Los hechos que poco a poco van germinando el motín se muestran de manera bastante acertada, sin dramatismos exagerados que lo hubieran echado a perder, intercalando episodios a lo largo de la travesía que nos dan a entender que fueron muchas gotas que finalmente acabaron por rebosar el vaso. Es un desarrollo coherente, emotivo pero no demagógico, obra de un guión honesto y sólido que atrapa nuestra atención y fomenta nuestro interés.

Soberbio Charles Laugton, porque se puede crear un personaje repelente y odioso, eso es muy fácil, pero que ese personaje nos parezca creíble, y sobre todo, que al verlo nos transmita la sensación de que él mismo se cree que todo lo que hace es correcto y justificado, y que son los demás los que están en un error, eso sólo está al alcance de los más grandes. Gable acompaña y aporta su porte, siempre tuvo una presencia poderosa, aunque con ese acento americano no hay quien se crea que viene de una buena familia inglesa, y Franchot Tone desprende jovialidad y entusiasmo, está perfecto en su papel, siempre me ha extrañado que este actor no tuviera una repercusión más importante, sobre todo participando en otra gran película de aventuras como “Tres lanceros bengalíes”. Estuvo casado con la gran Joan Crawford, con la que hizo un montón de películas, pero poco más.

El único defecto que le veo a este amotinamiento, que aún así me parece superior en esencia a la versión posterior de mi admirado Milestone, es que la historia de ese choque de voluntades, con su trasfondo ético y emocional, es tan poderosa, que el resto de historias que se cruza o prolongan se resienten. Así por ejemplo, la llegada a Tahití, que podría ser uno de los puntos fuertes de la historia (y seguramente lo fue en la época al mostrar una cultura diferente y sobre todo a unas indígenas tan fotogénicas…) a mí en cambio me pareció un interludio descafeinado, que hoy en día queda cursi en muchos aspectos, y que pone, eso sí, la nota exótica necesaria para la aventura que se nos cuenta. De igual forma, la futura escisión de parte del grupo de la tripulación en busca de una vida en el anonimato termina de forma bucólica, e incluso el juicio a los marineros y oficiales capturados, languidece a pesar de su voluntad moralizante ante el recuerdo poderoso de lo que hemos presenciado a bordo de la Bounty.

Por cierto, que eclipsada por la importancia que tuvo este verídico motín en la Armada británica, al provocar un cambio radical en el trato de los oficiales con la tripulación, resulta injusto olvidar o ningunear la tremenda gesta del capitán Bligh consiguiendo volver a tierra en una barca atiborrada de hombres, sin agua ni comida para tamaña empresa, ajeno a la desmoralización, y guiándose únicamente por sus aptitudes marineras, lo que da una idea clara del gran navegador que era.

El grato sabor que me queda después de haberme vuelto a embarcar con estos personajes tantos años después, es el de la satisfacción que uno siente cuando descubre que un clásico ha resistido el paso del tiempo tan dignamente.
Orson_
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