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Voto de RockyBauer:
10
7,8
1.715
Drama
Una pequeña ciudad eslovaca, año 1942. El humilde carpintero Anton Brtko (Jozef Króner) intenta llevar una vida apacible ignorando a los seguidores de los nazis, que tratan de imponer su disciplina a la comunidad y erigir una absurda pirámide de madera en honor a la victoria. Sin embargo, las reprimendas de su esposa Evelyn (Hana Slivková) y las burlas de su cuñado Markus (Frantisek Zvarík), un caudillo fascista local, no le permiten ... [+]
27 de mayo de 2013
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribir sobre ciertas películas es como acudir a una sesión con el psicoanalista en la que el papel en blanco cumple el papel del profesional que atiende las reflexiones que el paciente comenta como forma de bálsamo para calmar la demolición interior que supuso el visionado de la obra. Cuando el domingo pasado terminé de ver La tienda de la Calle Mayor un sudor frío empezó a brotar de mi cuerpo sufriendo una parálisis emocional que me hizo incapaz de emitir una sola palabra durante bastantes minutos.
El derribo afectivo que me provocó la última media hora de la película solo puedo compararlo cinematográficamente a los que me engendró el cine de Roberto Rossellini (Alemania año cero, El ladrón de Bicicletas, General de la Rovere), de Vittorio de Sica (El Limpiaboras, Umberto D, El ladrón de bicicletas) o de Robert Bresson (Al azar de Baltasar, Mouchette, Pickpocket). Pero hay un elemento diferenciador en La tienda de la Calle Mayor con respecto a los ejemplos anteriormente mencionados: la primera hora y cuarto de la cinta checoslovaca adopta la forma de una sátira con escenas de alta comicidad costumbista a las que se añade una bella relación de amistad entre un bonachón carpintero y una simpática viejecita para concluir con un brutal giro final que deja helado el espíritu incluso de aquellos que posean un corazón a prueba de taladradora.
Lo maravilloso de esta obra maestra es la aplastante sencillez con la que está filmada en la que el deseo de plasmar la realidad de manera atractiva para el espectador tiene un mayor peso que las pretensiones artísticas innovadoras de los autores. Ese es el gran acierto de la película. Kadár y Klos renuncian a cualquier intento de experimento adaptando los patrones realistas clásicos de narración al estilo checoslovaco por medio de la sátira. Esto otorga a la historia un resplandor de cotidianidad que asusta. Los personajes parecen sacados de cualquier pueblo que conocemos. En ese sentido la película guarda estrecha semejanza con la obra magna del cine español El Verdugo de Luis García Berlanga con la que comparte no solo década de filmación (los sesenta) sino ese tono tragicómico transformado en profunda amargura en el tramo final.
Sigue spolier
La tienda de la Calle Mayor es una película que pone los pelos de punta debido a la realidad que desprende. Destaco sobremanera las majestuosas interpretaciones de Josef Kroner e Ida Kaminska cuya conexión emana química por los cuatro costados lo que nos hace partícipes del cariño mutuo que desprenden sus personajes y nos provoca simpatía cuando somos testigos de las escenas más cómicas y una profunda melancolía en las escenas más introspectivas. Este sentimiento que gracias a la habilidad de la pareja de realizadores hemos adquirido a lo largo de la trama por los dos personajes principales es el que convierte el final en un estallido tremebundo que nos deja demolidos por dentro.
Crítica completa: http://www.cinemaldito.com/la-tienda-de-la-calle-mayor-jan-kadar-elmar-klos/
El derribo afectivo que me provocó la última media hora de la película solo puedo compararlo cinematográficamente a los que me engendró el cine de Roberto Rossellini (Alemania año cero, El ladrón de Bicicletas, General de la Rovere), de Vittorio de Sica (El Limpiaboras, Umberto D, El ladrón de bicicletas) o de Robert Bresson (Al azar de Baltasar, Mouchette, Pickpocket). Pero hay un elemento diferenciador en La tienda de la Calle Mayor con respecto a los ejemplos anteriormente mencionados: la primera hora y cuarto de la cinta checoslovaca adopta la forma de una sátira con escenas de alta comicidad costumbista a las que se añade una bella relación de amistad entre un bonachón carpintero y una simpática viejecita para concluir con un brutal giro final que deja helado el espíritu incluso de aquellos que posean un corazón a prueba de taladradora.
Lo maravilloso de esta obra maestra es la aplastante sencillez con la que está filmada en la que el deseo de plasmar la realidad de manera atractiva para el espectador tiene un mayor peso que las pretensiones artísticas innovadoras de los autores. Ese es el gran acierto de la película. Kadár y Klos renuncian a cualquier intento de experimento adaptando los patrones realistas clásicos de narración al estilo checoslovaco por medio de la sátira. Esto otorga a la historia un resplandor de cotidianidad que asusta. Los personajes parecen sacados de cualquier pueblo que conocemos. En ese sentido la película guarda estrecha semejanza con la obra magna del cine español El Verdugo de Luis García Berlanga con la que comparte no solo década de filmación (los sesenta) sino ese tono tragicómico transformado en profunda amargura en el tramo final.
Sigue spolier
La tienda de la Calle Mayor es una película que pone los pelos de punta debido a la realidad que desprende. Destaco sobremanera las majestuosas interpretaciones de Josef Kroner e Ida Kaminska cuya conexión emana química por los cuatro costados lo que nos hace partícipes del cariño mutuo que desprenden sus personajes y nos provoca simpatía cuando somos testigos de las escenas más cómicas y una profunda melancolía en las escenas más introspectivas. Este sentimiento que gracias a la habilidad de la pareja de realizadores hemos adquirido a lo largo de la trama por los dos personajes principales es el que convierte el final en un estallido tremebundo que nos deja demolidos por dentro.
Crítica completa: http://www.cinemaldito.com/la-tienda-de-la-calle-mayor-jan-kadar-elmar-klos/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película comienza con una escena cotidiana en la que la cámara se desplaza como un ojo curioso a través de la Calle Mayor de una pequeña ciudad eslovaca ocupada por los Nazis. Una banda toca los acordes de una música popular checoslovaca al mismo tiempo que los habitantes del pueblo ataviados con ropa de Domingo cruzan sus caminos y se saludan amigablemente. Las caras alegres de los ciudadanos no reflejan la barbarie que las fuerzas fascistas están implantando en el lugar representada en la promulgación de una Ley Racial que impide a los judíos regentar cualquier tipo de establecimiento comercial. Kadár y Klos aprovechan el inicio de la película para presentarnos a Tono un humilde carpintero un poco pasota y de buenos sentimientos al que ni su mandona y ambiciosa mujer ni su perro hacen mucho caso. Tono es un personaje simpático y algo vago que siente una animadversión visceral hacia el Régimen Nazi y lo que representa debido a que su carácter vividor y despreocupado no casa con el perfil autoritario de las fuerzas de ocupación.
Una noche la hermana de su mujer y su cuñado se presentan a cenar en casa de Tono presumiendo de la desahogada situación económica que el nuevo status social que disfrutan les ha otorgado. Consumada la cena en una borrachera, el cuñado de Tono le ofrece la oportunidad de regentar la mercería de la anciana señora Lautmann en virtud de la aplicación de una Ley de Arianización que expropia a los judíos de sus negocios. Tono acepta la propuesta ofrecida por su familiar adivinando la posibilidad de negocio que se le brinda. Cuando Tono visita la tienda descubrirá que se trata de un negocio ruinoso administrado por una entrañable señora mayor sorda y un poco senil que desconoce la promulgación de leyes contra los judíos. Aunque en un primer momento decide renunciar al negocio el consejo de un amigo simpatizante de los judíos le hace permanecer en la tienda. Se hará pasar por el ayudante de la señora Lautmann para que ella crea que sigue tutelando el negocio y a cambio los judíos amigos de la anciana le pagarán una asignación por la ayuda prestada a la longeva mujer.
Tono sentirá un inmediato afecto por la señora Lautmann a la que percibe como una desvalida y melancólica viuda cuyos hijos, que viven en Estados Unidos, apenas se acuerdan de ella. De esta forma se establece una relación muy próxima a la de una madre y su hijo que servirá como cobijo a la soledad que sufren ambos personajes.
Sin embargo la llegada de las Fuerzas nazis a la ciudad para celebrar la finalización de la construcción de la torre de madera y anunciar la expulsión de los judíos para trasladarlos a campos de concentración provocará un cambio radical en Tono que verá el peligro que le acecha si los soldados descubren que ha estado prestando ayuda a la comunidad judía. Tono se enfrentará al dilema moral de seguir protegiendo a la venerable señora Lautmann o salvaguardar su propia persona entregando a la anciana a los soldados para salvar su pellejo.
Una noche la hermana de su mujer y su cuñado se presentan a cenar en casa de Tono presumiendo de la desahogada situación económica que el nuevo status social que disfrutan les ha otorgado. Consumada la cena en una borrachera, el cuñado de Tono le ofrece la oportunidad de regentar la mercería de la anciana señora Lautmann en virtud de la aplicación de una Ley de Arianización que expropia a los judíos de sus negocios. Tono acepta la propuesta ofrecida por su familiar adivinando la posibilidad de negocio que se le brinda. Cuando Tono visita la tienda descubrirá que se trata de un negocio ruinoso administrado por una entrañable señora mayor sorda y un poco senil que desconoce la promulgación de leyes contra los judíos. Aunque en un primer momento decide renunciar al negocio el consejo de un amigo simpatizante de los judíos le hace permanecer en la tienda. Se hará pasar por el ayudante de la señora Lautmann para que ella crea que sigue tutelando el negocio y a cambio los judíos amigos de la anciana le pagarán una asignación por la ayuda prestada a la longeva mujer.
Tono sentirá un inmediato afecto por la señora Lautmann a la que percibe como una desvalida y melancólica viuda cuyos hijos, que viven en Estados Unidos, apenas se acuerdan de ella. De esta forma se establece una relación muy próxima a la de una madre y su hijo que servirá como cobijo a la soledad que sufren ambos personajes.
Sin embargo la llegada de las Fuerzas nazis a la ciudad para celebrar la finalización de la construcción de la torre de madera y anunciar la expulsión de los judíos para trasladarlos a campos de concentración provocará un cambio radical en Tono que verá el peligro que le acecha si los soldados descubren que ha estado prestando ayuda a la comunidad judía. Tono se enfrentará al dilema moral de seguir protegiendo a la venerable señora Lautmann o salvaguardar su propia persona entregando a la anciana a los soldados para salvar su pellejo.