La serie Star Trek, creada por Gene Roddenberry en la década de los 60, llevó el género de la ciencia-ficción al medio televisivo. La tecnología y el conocimiento futuro eran la excusa para desgranar las esencias de lo más profundo del ser humano: su alma. Con el éxito mundial de Star wars en 1977, las producciones espaciales brotaron en el planeta Hollywood y la serie trekkie fue rescatada para lucir en la pantalla grande tras diez años de su cancelación en la pequeña pantalla.

En general, la hija cinematográfica respeta el espíritu de su madre catódica y Star Trek III: The search for Spock no se diferencia del resto de episodios de la saga: los mismos actores de la serie no cesan de parlotear, se abusa del diálogo, sin desdeñar el discurso ni el monólogo interior, para revelar consideraciones de lo más metafísicas. En este caso, se reflexiona sobre el nacimiento, el crecimiento, el envejecimiento y la muerte, se confrontan el militarismo pacifista de la Federación y el militarismo bélico de los Klingon, se trata de la lealtad, de la amistad, de la traición... En definitiva, resulta demasiado estática, a pesar de que unas palabras de Uhura parecen augurar lo contrario: “Esto no es realidad, es pura fantasía. ¿No quería aventura?”. Pero resulta ser otra muestra más de parloteo.