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Voto de Vierseus:
8
7 de julio de 2013
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada debo decir que mi opinión no puede ser objetiva, ya que está altamente influenciada por el cariño personal que le tengo a esta (ahora) trilogía.
Acababa de cumplir los 18 cuando una noche, a finales de los 90, vi por casualidad en televisión “Antes del amanecer”, la primera película de la saga. Desde aquella noche, Jesse y Celine me han acompañado y en cierto sentido han formado parte de mi propia vida sentimental, motivándola unas veces, reflejándola otras y adelantándola casi siempre.
Por casualidad, tenía más o menos la misma edad que los protagonistas de la primera película cuando vi la segunda, “Antes del atardecer”. Y ahora, que soy un treintañero como ellos cuando paseaban por París, acabo de ver la última historia de unos ya cuarentones Hawke y Delpy. Historia que, obviamente, esperaba ansioso, con los riesgos que eso trae al poner muy altas las expectativas.
Tras ver “Antes del anochecer” sólo puedo resumir lo que siento con una palabra: agradecimiento. Agradecimiento por culminar la saga más auténticamente romántica de la historia del cine de una manera tan profundamente realista y sincera; sin cursilerías, sin clichés, sólo con sentimientos, experiencias y personajes de carne y hueso, como el amor que ellos retratan, el de verdad.
A ratos divertida, a ratos dramática y tan estimulante intelectual y emotivamente como siempre, es como ya ha comentado mucha gente el reflejo de un amor más maduro a la vez que, en mi opinión, más auténtico y por ello también menos idílico que en las anteriores obras. Un amor que ya despojado de adornos, ensoñaciones e ilusiones juveniles, se muestra al desnudo, con sus defectos, pero también con su más profunda esencia. Aquella que permanece cuando todo lo demás se desvanece.
La clave de todo, y a la vez el reto que deben superar los protagonistas, es saber ver esa esencia por encima de los defectos, problemas y frustraciones superficiales que acaban surgiendo en una relación.
Celine y Jesse se enfrentan esta vez a algo diferente a esas carreras contra el tiempo a las que nos tenían acostumbrados. Sin embargo, el tiempo continúa siendo importante en esta ocasión y, como ya es sabido, en el cine igual que en la vida, mientras siga quedando tiempo seguirá quedando esperanza.
Acababa de cumplir los 18 cuando una noche, a finales de los 90, vi por casualidad en televisión “Antes del amanecer”, la primera película de la saga. Desde aquella noche, Jesse y Celine me han acompañado y en cierto sentido han formado parte de mi propia vida sentimental, motivándola unas veces, reflejándola otras y adelantándola casi siempre.
Por casualidad, tenía más o menos la misma edad que los protagonistas de la primera película cuando vi la segunda, “Antes del atardecer”. Y ahora, que soy un treintañero como ellos cuando paseaban por París, acabo de ver la última historia de unos ya cuarentones Hawke y Delpy. Historia que, obviamente, esperaba ansioso, con los riesgos que eso trae al poner muy altas las expectativas.
Tras ver “Antes del anochecer” sólo puedo resumir lo que siento con una palabra: agradecimiento. Agradecimiento por culminar la saga más auténticamente romántica de la historia del cine de una manera tan profundamente realista y sincera; sin cursilerías, sin clichés, sólo con sentimientos, experiencias y personajes de carne y hueso, como el amor que ellos retratan, el de verdad.
A ratos divertida, a ratos dramática y tan estimulante intelectual y emotivamente como siempre, es como ya ha comentado mucha gente el reflejo de un amor más maduro a la vez que, en mi opinión, más auténtico y por ello también menos idílico que en las anteriores obras. Un amor que ya despojado de adornos, ensoñaciones e ilusiones juveniles, se muestra al desnudo, con sus defectos, pero también con su más profunda esencia. Aquella que permanece cuando todo lo demás se desvanece.
La clave de todo, y a la vez el reto que deben superar los protagonistas, es saber ver esa esencia por encima de los defectos, problemas y frustraciones superficiales que acaban surgiendo en una relación.
Celine y Jesse se enfrentan esta vez a algo diferente a esas carreras contra el tiempo a las que nos tenían acostumbrados. Sin embargo, el tiempo continúa siendo importante en esta ocasión y, como ya es sabido, en el cine igual que en la vida, mientras siga quedando tiempo seguirá quedando esperanza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Quiero mencionar, por su alto contenido simbólico, la escena en la que la pareja está sentada contemplando la puesta sol. Celine va repitiendo cada poco “sigue ahí”, “sigue ahí”, refiriéndose al sol que aún no se ha ocultado del todo tras las montañas. Pero finalmente, el sol desaparece y ella, con voz y gesto melancólico, dice: “se fue”. Toda una metáfora de cómo la magia y el romanticismo del que disfrutaron antes parece haber desaparecido también tras las montañas de la rutina y de su vida como padres maduros.
A partir ahora, Jesse y Celine ya no podrán simplemente quedarse quietos a esperar que la llama de su amor se avive por sí sola como en las películas anteriores. Ahora tendrán que escalar juntos las montañas para hallarla al otro lado.
A partir ahora, Jesse y Celine ya no podrán simplemente quedarse quietos a esperar que la llama de su amor se avive por sí sola como en las películas anteriores. Ahora tendrán que escalar juntos las montañas para hallarla al otro lado.