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Voto de cinedesolaris:
9
Drama El sheriff Wade Whitehouse es un hombre gris y menospreciado por todos. Su vida cambia cuando se produce la muerte de un sindicalista en una partida de caza. Aunque la mayoría cree que se trata de un accidente, él está convencido de que se trata de un asesinato. Resolver el caso es la oportunidad que estaba esperando para demostrar su valía a su propio padre -un hombre dominante y alcohólico- y a sus vecinos. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2022
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Paul Schrader decidió comprar la novela Aflicción, de Russell Banks (publicada en España por Anagrama), tras quedar cautivado por sus primeras líneas. Schrader sintió que reconocía a sus personajes. Aunque su padre no fuera alcohólico ni abusivo, conocía de primera mano esas conductas masculinas, esas agresivas relaciones paternofiliales. Concluida la lectura decidió adquirir sus derechos, pero tardaría cinco años en conseguir la financiación necesaria para poder realizarla. Ya tenía claro desde un primer momento que sería Nick Nolte quien debería ser el protagonista, aunque Willem Dafoe, a quien enseñó la novela durante el rodaje de Posibilidad de escape, aspirase a encarnarlo. Si aceptó interpretar a Rolfe, el hermano menor, aunque intervenga en escasas secuencias, fue por su admiración por la magnífica novela. Casualmente, Aflicción (Affliction, 1997) coincide con otra adaptación de otra novela de Banks ese año, El dulce porvenir, de Atom Egoyan, por contar con el mismo director de fotografía, Paul Sarossy. Resulta curioso cómo dos cineastas de marcada y diferenciada personalidad conectaran tan bien con el universo de este autor. Egoyan realizó más variaciones, de entrada estructurales, con respecto a la novela. Schrader por su parte condensó con ejemplar habilidad las extensas páginas de la novela, produciéndose un admirable ejemplo de mirada afín entre ambos autores. Como él apuntó, en este caso, su conclusión se desmarca de sus más recurrentes conclusiones, definidas por la consecución de una gracia. En esta la conclusión es simplemente desoladora. La constatación de la desaparición de un hombre, Wade (prodigioso Nick Nolte), cuya vida parecía gradualmente deshilacharse, como si fuera desvaneciéndose en la nieve que domina el paisaje de este pueblito de Nueva Inglaterra. Wade es un hombre que parece haber perdido el paso en el tráfico de historias de las que está constituida su realidad, como ejemplifica ese momento en que se queda paralizado, como si le hubieran dejado de dar cuerda, mientras está regulando el tráfico, con una mirada entre ausente y perpleja, como quién se pregunta quién soy y qué hago aquí, cuál es mi historia, o en qué ha desembocado mi vida, más bien escombrada. Es la mirada de quien ha perdido vínculo y raíz con lo que le rodea, como ratifica una secuencia posterior, otra conversación telefónica con su hermano, en la que comparte cómo no se reconoció en el espejo, como si estuviera mirando a alguien que desconoce. Su presente, su frustrada relación con su hija Jill, amplifica su desajuste, enraizado en una relación doliente con su pasado, encarnado en la figura de su violento padre, Glen (James Coburn). ¿Puede uno escapar a esa influencia, evitar ser aquello que odia, esa figura cruel y autoritaria, que se impone con sus actos violentos?¿Por qué uno es cómo es? Durante el desarrollo del relato tomará consciencia de que pareciera convertirse en el reflejo de su abusivo y agresivo padre, como si fuera poseído gradualmente por él.

Este relato de un hombre que se ha disuelto en la historia de su vida, que la ha extraviado, está relatada por la intermediación de su hermano, Rolfe, quien es, irónicamente, profesor de Historia, e incluso interviene de modo determinante en propulsar las sospechas de su hermano sobre un misterio con el que no deja de especular, la accidental muerte de un rico empresario cuando iba de caza con Jake (Jim True), un amigo de Wade, como guía. Wade transferirá en ese (especulativo) relato, en sus sospechas de una soterrada conspiración tras ese hecho, lo que no puede dilucidar con su propia vida, con su propia historia, que se le escapa de las manos, sin poder controlar ninguno de sus aspectos: la continuamente frustrada relación con su pequeña hija; la distancia insalvable con su ex esposa, Lilian (Mary Beth Hurt); la tensa relación con su padre (los recuerdos de su violencia cuando eran niños aparecen como espasmos en forma de flashback, turbiedad ejemplarmente encarnada en la textura más granulosa de sus imágenes, como una espesura opresiva). Su frustración se amplia en todos los aspectos de su vida, por mucho que intente crear una armoniosa relación con Maggie (Sissy Spacek), con la que comparte una cálida y tierna secuencia que parece un oasis en la crispación que se va apoderando de Wade, y, en paralelo, de la misma narración. Esa frustración, hecha de rabia, dolor y desesperación, dispone de su correspondencia física en ese molesto dolor de muelas que le tortura: la secuencia en la que se la extrae con unas tenazas, sobrecogedora, ya señaliza que su historia no tiene vuelta atrás en la inmersión en el abismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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