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Voto de ESPILBERDO:
4
Fantástico. Aventuras. Acción Después de haber recuperado el reino del Dragón Smaug en la montaña, la Compañía ha desencadenado, sin querer, una potencia maligna. Un Smaug enfurecido vuela hacia la Ciudad del Lago para acabar con cualquier resto de vida. Obsesionado con las enormes riquezas en su poder, el rey enano Thorin se vuelve codicioso, mientras Bilbo intenta hacerle entrar en razón haciendo algo desesperado y peligroso. Pero hay aún mayores peligros por ... [+]
20 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para bien o para mal, todo terminó. Jackson ha cerrado la saga de la Tierra Media de una forma tan circular (amén de fácil y previsible) que resulta poco reutilizable. Todo culmina justo donde empezó, en ese agujero de hobbit acogedor y pacífico. ¿Por qué entonces no me siento tranquilo? ¿Por qué tengo la sensación de que falta algo, de que aquí hay cosas que se han escapado?

Y es que a pesar de la costumbre de dilatar las historias con finales interminables, en este último y concluyente episodio el director se ha dejado por el camino aquello que hacía grande, épico y emocionante a "El señor de los anillos": la carga dramática. En la trilogía del anillo había tiempo para incrustar una historia, un romance. Había momentos para el diálogo y la filosofía, para desnudarnos el alma de los personajes. Esos paréntesis de sensibilidad se han esfumado en "La batalla de los cinco ejércitos". Si en la anterior y magnífica "La desolación de Smaug" Jackson usaba su talento para destriparnos en un diálogo brillante los tormentos y ansias de un dragón, aquí lo único que importa es desenmarañar la aventura, enlazando batallas y luchas cuerpo a cuerpo sin contención, sin mesura y, en ocasiones, sin control. ¿Cómo van a expresarnos sus inquietudes los seres inmersos en semejante caos? Sólo tienen tiempo de correr y atizar mandobles. Y todo esto estaría muy bien si el argumento acompañase racionalmente las consecutivas acrobacias y piruetas interminables en las luchas de orcos, elfos, enanos, hombres y magos. Pero desde luego y por mi parte, todo hubiese terminado en el estupendo prólogo.

Bueno, miento. Es cierto que existe un leit motiv para que cinco ejércitos se líen a ostia limpia: el oro. No debemos olvidar que, del mismo modo que la trilogía del anillo nos hablaba del poder y sus consecuencias, en El hobbit lo que mueve a la mayoría de sus personajes es la avaricia. Es por ello que, en una de las pocas escenas esclarecedoras y poseedoras de cierto hilo argumental, el rey Thorin es poseído por una especie de ardor y locura que recuperan el arte de Jackson para componer escenas íntimas con aire de serie B: cual Naomi Watts mecida en la manaza del rey Kong, cual Charlize Theron iluminada por el oro de su perfume favorito, Thorin descubre que el poder de los dineros, el brillo de las alhajas, sólo puede conducirle a la perdición. Y ya está. No esperen encontrar mayor trascendencia a este broche final. ¿El romance entre Tauriel y Filly? Sería más creíble y expresivo el de dos ñús. ¿La apasionada entrega de Bardo a su familia y su pueblo? Queda fatalmente resuelto. ¿La amenaza de "El Nigromante"? Bueno, quizá sea la única escena válida de la película, con apariciones estelares incluidas (grandioso Christopher Lee). ¿Qué nos queda? Una parábola sobre el egoísmo, sobre el capitalismo si se quiere, a base de peleas entre cinco razas variopintas y a cada cual más estrafalaria.

"La batalla de los cinco ejércitos" no podía ser mejor título para resumir la trama de la película, ya que sólo van a ver eso. A Peter Jackson, acuciado en su necesidad de concluir un argumento innecesariamente estirado, se le han agotado las ideas, se ha extinguido por completo su creatividad. Del mismo modo que a Legolas, curiosamente y por primera vez en toda la saga, se le agotan las flechas en su arcaj.
ESPILBERDO
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