No sé por qué razón a determinado colectivo de personas humanas no le entra en la sesera que un negro aprenda a ser el mejor pistolero de todos los tiempos, tras un par de lecciones por parte de un übermensch maestro de realidad como King Schultz, un metal guru en toda regla que se caga en la cochambre, que va repartiendo justicia cósmica y caridad con tostadas por todo sitio por donde pasa, y que no soporta escuchar al Divino Ludwig en un ambiente tan jodidamente miserable y lleno de paletos rednecks como el que se nos presenta tan genialmente en esta gloriosa cinta. Tal vez habría que recordar a esta gente que otro nigga, Robert Johnson, que era un mindundi y un leño tocando la guitarra, desapareció unos días y volvió siendo el mejor bluesman de la historia; o que otro moreno, Mike Tyson, hacía en segundos lo que a otros les costaba tropecientos asaltos. Quienes piensen que esta peli es poco realista por esto, deberían ver "Secretos del Universo con Morgan Freeman", donde el actor aprende a ser Carl Sagan en dos fines de semana y te habla de agujeros de gusano como si te hablara de los remiendos que le hacía su abuela en los calzoncillos. No, señores, hay que tener un mínimo de cultura nigga; antes de que los rebuznos lleguen hasta la Estación Espacial Internacional. Los negros aprenden rápido, y eso lo sabe cualquiera que haya estudiado en un colegio público, sin jamones de por medio.

Una vez hecha esta aclaración, tengo que decir que la película es cojonuda. No sólo es la mofa, la befa y el despiporre; también tiene una carga de profundidad crítica y filosófica impresionante: Tarantino se caga en la historia y, por extensión, en toda la puta AmériKKK. El director, a pesar de su sempiterna carga de violencia grotesca y gratuita, siempre nos hace ver el mundo que todo buen hombre quiere ver. Bravissimo.

Y qué decir del guión, elenco de actores, puesta en escena, etc... Sobresaliente, a tutti pleni.

Hale, hale, ya pasó.