Recordar las cosas pasadas puede resultar nostálgico, hacernos pasar un rato agradable y hurgar en la memoria, traernos a la mente aquellas tardes en las que te sentabas con los padres de tus padres, con la esperanza de que los indios acabarán venciendo la avaricia de unos vaqueros que siempre luchaban empujados por el poder de la nación, o simplemente por un ego absurdo en el que la vida no valía nada y las costumbres de los indios eran violadas sin ninguna justificación consistente.
El western, género olvidado en el tiempo por razones obvias, es rescatado por el auténtico “ Harry el sucio”, Clint Eastwood, en un supuesto acto de suma sabiduría. Para los amantes de este género y por supuesto para los cinéfilos con conocimientos avanzados en historia y evolución de las técnicas cinematográficas, este film se ha convertido en un memorándum de reconocido prestigio entre los aficionados a las películas de vaqueros y de disparos al viento para conquistar un territorio que no era de nadie, o para demostrar quién era el tipo más duro del lugar.
En Sin Perdón, Clint Eastwood, realizó un ejercicio de astucia y consiguió ejecutar una obra que quedará en el tiempo por ser un recordatorio de aquellos maravillosos años en los que el western era el cine que causaba sensación en las pantallas, que contaba la historia de cómo se formó la patria americana, una nación que en pocos años de historia se ha forjado como la superpotencia mundial, imponiendo el miedo por donde pasa. Un argumento en el que un caza recompensas retirado desde hace más de una década, decide por problemas económicos salir a buscar mil dólares a cambio de la vida de dos vaqueros que maltrataron a una prostituta de un pueblecito cercano a su granja. William Munny (Clint Eastwood), tiene dos hijos y es viudo desde hace tres años, consiguió formar una familia después de dejar de asesinar, de beber y de ser una persona indeseable para todos. En el largometraje se nos muestra a un héroe desmitificado, que ni siquiera consigue montarse con facilidad a su caballo, que ha perdido la puntería y siente enormes remordimientos de sus actos en el pasado. Embarcado en una nueva aventura con su socio de la juventud (Morgan Freeman), y un chaval novato en la lides de la muerte, William Munny se dirige con más corazón que cabeza a buscar el dinero que han ofrecido como recompensa, para ajusticiar a los dos hombres que habían cortado la cara de una de las fulanas. Una vez acabado el trabajo se entera de que han cogido a su colega y lo han matado para sacarle información del paradero de sus acompañantes. En un acto de soberbia Clint Eastwood va al pueblo para vengarse, resucitando el poder de las pistolas y la sangre fría.
El director demuestra su maestría y sus años de experiencia, pero a la vista y pesar de muchos el argumento tiene poco enganche a mi parecer y el cometido parece ser evidente, recuperar un género y por supuesto subir el ego de un personaje mitificado en la historiografía del cine.