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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
4
Terror Un veinteañero encuentra archivos escondidos en la memoria caché de su nuevo ordenador, lo que le lleva al fondo de la Dark Web. De los creadores de 'Unfriended', este thriller ocurre en tiempo real a través de la pantalla del ordenador. Un aviso para la era digital. (FILMAFFINITY)
27 de enero de 2019
9 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Secuela de la interesante “Unfriended” (Eliminado, 2014), sus responsables se apoltronan con inmovilidad porcina en la tan traída y cacofónica “zona de confort” calcando aquélla plano por plano o, en rigor, pantallazo por pantallazo. En consecuencia, los —cierto que modestos— hallazgos narrativos de la película original y la saludable angustia que alcanzaba a inducir degeneran aquí hasta tornarse, respectivamente, meros clichés y un tedio engorroso.
Si al menos se hubieran quedado ahí, limitando el estropicio a una copia burda y desdibujada... Porque las dos innovaciones que respecto a su predecesora tratan de introducir no hacen sino empeorar las cosas. En primer lugar, se sustituye la socorrida explicación sobrenatural por una especie de irrisorio contubernio judeo-masónico-arábigo-bolchevique que parece lejanamente inspirado en la saga “The Purge” y que da el mismo miedo, o sea, ninguno. En segundo lugar, los atolondrados adolescentes de la primera “Unfriended” son ahora una pandilla de veinteañeros a los que adorna un CI no muy superior. Ver a unos mancebos bullentes de hormonas haciendo el imbécil resulta lógico y hasta deseable; asistir a similares majaderías de parte de unos tíos hechos y derechos se antoja, en cambio, bastante lamentable.
En correspondencia con lo antedicho, sí tiene gracia —aunque me figuro que totalmente involuntaria— la supina ignorancia en que chapotea su protagonista, “millennial” de antología que necesita buscar el significado de casi la mitad de las palabras que oye porque no entiende nada. Y eso en su propio idioma, así que no extraña que haya de recurrir al traductor de Google para descifrar un mensaje en francés, de tan sencillo al alcance incluso de nuestros cenutrios alumnos de ESO. Poco cabe esperar de un individuo que tras varios años de noviazgo con una chica sordomuda todavía no se ha tomado la molestia de aprender el lenguaje de signos —siquiera a un nivel elemental, lo justo para decirle que la quiere o desearle buenas noches.
En fin, tienen todos la brutalización más que merecida, director y guionistas incluidos. En efecto, han hecho falta dos lumbreras, dos, para escribir este bodrio tumefacto.
Carorpar
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