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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama. Comedia En 1984, durante una huelga de mineros en el condado de Durham, se suceden los enfrentamientos entre piquetes y policía. Entre los mineros más exaltados están Tony y su padre. Éste se ha empeñado en que Billy, su hijo pequeño, reciba clases de boxeo. Pero, aunque el chico tiene un buen juego de piernas, carece por completo de pegada. Un día, en el gimnasio, Billy observa la clase de ballet de la señora Wilkinson, una mujer de carácter ... [+]
11 de septiembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película, simpática y veteada de momentos que animarán los lagrimales más resecos; además de alguna que otra situación hilarante, inducidas sobretodo por ese peculiar dialecto del noroeste de Inglaterra- de modo que, ni que decir tiene, y mucho más en el caso de la cinta que nos ocupa, recomiendo encarecidamente el visionado en versión original-.
Los británicos, con su flema característica, son unos expertos consumados en recrear los años más duros del thatcherismo a guisa de eficaces melodramas. En el seno de estas obras las fronteras entre el llanto y la carcajada se difuminan hasta prácticamente sumirnos en un torrente emocional incontrolable y un estado de entrega incondicional. La empatía del espectador con la historia, y con el modo de contarla, es tal, que la mayor o menor calidad de la película parece quedar a un lado en el análisis, más o menos sesudo, que cualquiera haría de la misma, bien para sí o también para quien quisiere escucharlo y/o leerlo. Así le sucede a "Billy Elliot", un film de apariencia sumamente sencilla y no exento de tópicos, que, no obstante, se convirtió en el "sleeper" incontestable del año 2000. Quizá sea precisamente ahí, en la sencillez de su factura y en la "normalidad" de las situaciones descritas- si normal es que el hijo menor de una familia minera inglesa tenga el ballet por vocación-, donde resida buena parte del éxito del llamado "cine social británico". Pienso en unas cuantas quejumbrosas industrias cinematográficas- la nuestra, sin ir más lejos- que harían bien en tomar nota de la feliz falta de pretensiones característica de la británica. Tal vez algo más de flema, algo menos de Guerra Civil, y mucho menos de mendigar subvenciones, ayudarían a reverdecer unos laureles cada vez más marchitos.
Carorpar
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