Numerosos plumillas, a sueldo y aficionados, han señalado el parentesco entre esta película y «Black Mirror» (ídem, 2011-2019). No les falta razón; de hecho, «Alerta global» parece una temporada, varias incluso, de la icónica serie creada por Charlie Brooker —y luego desvirtuada por Netflix— condensadas en apenas 80 minutos.
Semejante esfuerzo de concisión resulta encomiable, si bien conlleva varios problemas. El primero, la irregularidad del conjunto, con subtramas interesantes y otras definitivamente prescindibles. Otro, el escaso desarrollo de la media docena de historias entrelazadas que la componen, recorridas por unos personajes que no pasan de meros esbozos.
Con todo, la cinta de Agata Alexander no carece de mérito, y la comparación con una de las producciones más influyentes del audiovisual contemporáneo tampoco me parece algo de lo que avergonzarse, más bien al contrario. En efecto, su visión de la distopía, lúdica y desoladora a un tiempo, y a la vuelta de la esquina —2028, tal como se desprende de una noticia oída al vuelo por uno de sus protagonistas—, resulta ciertamente sugestiva.
También me ha gustado la estética retrofuturista, con sus paredes empapeladas y teléfonos analógicos. Y esa especie de Alexa totémica dada en llamar, no demasiado sutilmente que digamos, «Dios». Un puñado de encuadres de surreal belleza lynchiana ponen el lazo a una obra un tanto deslavazada en el plano argumental, pero que visualmente se antoja impecable.